«UN POLLEQUÍN ESPATARRAU Y UN LIBRÍN DE 1960»
Dic 24 2019

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Para entrar en situación al comentario de hoy vamos a hacer una «composición de lugar» -es decir, vamos a imaginar el qué, el cómo, y el para qué- con el fin de hacer vital algo que nos sorprenda.

Cuan yo era profesor de Física siempre me hicieron gracia, porque me daban qué pensar, las respuestas que algunos alumnos deban a cuestiones y problemas propuestos como examen (yo decía «cambios de impresiones»).

Por ejemplo:

1.- No me digan que no tiene gracia una respuesta que explique que una sustancia iónica está formada por iones y COIONES, estos de signo opuesto a aquellos.

2.- ¿Y qué pensar si ante una propuesta de cálculo para la resistencia de una plancha eléctrica deteriorada te diga un alumno que no interesa tal reparación porque en XXXX (citaba un establecimiento comercial) ESTAN DE OFERTA Y SON NUEVAS?

3.- ¿O que al tratar de las ventajas de la Química en la Alimentación te respondan que hay pollos de aldea, pollos químicos y pollos ENTREVERADOS?

Pues verán.

El domingo, en Cangas de Onís, que es día de mercado, conseguí UN POLLEQUÍN (1,250 KG) ENTREVERAU (criado en libertad pero con alimentación potenciada con piensos).

¿Cómo prepararlo saliéndome un poco de lo habitual pero manteniendo los recetarios tradicionales?

Pues nada. Me fui a mi colección de cuadernillos publicados por Editorial Molino en la década de 1960 bajo el título BIBLIOTECA DEL AMA DE CASA con autoría de G. Bernard de Ferrer. Entre sus muchas sugerencias y recetas hice un «amasijo» de procesos con base en las tituladas «Pavipollo a las parrillas», «Pollo diávolo», y para rematar (no, no piensen con ironía política), «pollo DICTADOR».

Y así lo preparé con resultado, a mi entender, muy logrado.

Corté el pollo en espaldera manteniendo unidas por el lomo las dos mitades. Eliminé vísceras y lavé muy bien al chorro de agua fría. Ya seco con un papel absorbente lo unté con un adobo majando en el mortero dos dientes de ajo, sal y agregado de un chorro de brandy y otro de aceite.

Tras dos horas de reposo en ese adobo, lo dispuse en una fuente de horno (colocado con la espalda hacia arriba) y lo cubrí con un sofrito de cebolla y `pimiento verde cortados en juliana muy fina. Regué con un poco de caldo y medio vaso de brandy… y a asar en horno a unos 200º C, primero en calor de suelo y después de techo, hasta dorar.

De vez en cuando humedecía al «pollequín» con el jugo del propio asado.

Ya les digo: «esti pollequín entreverau y bien espatarrau, al par que asadín con calorín de amor», me salió para decir aquello de los «niños bien» de la calle Serrano: ¡Insísteme!

¡Meca! ¡Y qué decepción llevé cuando un «mal amigo» despreció mi «invención» con esta advertencia: «¡Non presumas, que esos pollequinos véndense ya abiertos en los supermercados y llámenlos «POLLOS DE CHURRASCO»!

¡Non me confundas!, repliqué. Esos pollos no son churrasco sino que los preparen CHURRASCAOS, que ye otra cosa!

¡Qué mal yogur (leche agria) tienen algunos!

¡¡¡FELIZ NOCHEBUENA!!!

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