POR HERMINIO RAMOS PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
José Antonio Otero Madrigal, ese benaventano de pura cepa, de alma grande y corazón que no le cabe en el cuerpo, arrastra tras de sí un espíritu de fe, tenacidad y constancia estuvo desde los primeros momentos al lado de ese gigante que pareció brotar del suelo duro y difícil de dominar de esta Celtiberia cargada de encantos que no siempre caen en las manos generosas, que saben acogerlas con interés y aprovecharlos. Esta Celtiberia difícil de entender, pero tan llena de valores de fuerza y de posibilidades alumbró a Adolfo Suárez, ese hombre providencial que dirigió la nave de la historia con la sencillez y grandiosidad de las que solo los genios ponen en práctica en momentos claves. Ahí, y con el estilo este zamorano de la ciudad de los condes que traía con él el espíritu abierto de ese centro de Europa que no siempre hemos entendido y menos hemos sabido aplicar. Suárez contó siempre con José Antonio Otero y desde las Constituyentes de junio del 77 hasta la dimisión del presidente, José Antonio estuvo en la primera línea de ese centro salvador. Su conocimiento y dominio del mundo europeo en esas décadas, inciertas y complicadas le propició ser responsable de las relaciones y el protocolo con esa Europa en la que se comenzaba a soñar. Pero todavía se sentía cargado el ambiente y para nuestra situación de cambio lleno de incertidumbres e inseguridades, el momento era aún más difícil e inseguro. Sin embargo, nuestro benaventano de pro superó toda clase de dificultades e incomprensiones y salió victorioso de la empresa encomendada.
La desaparición de la Unión de Centro Democrático, punto clave y lugar de encuentro de las dos grandes masas de toda democracia, seria y adecuadamente ordenada y responsable, no entendió ni el sentido, ni su significado. Solo supo aprovecharse de su labor y de sus resultados.
Esa liquidación por derribo que no otra cosa fue el CDS, Centro Democrático y Social, auténtica síntesis de lo que el milagro de la transición como ahora se dice a voz en grito y en el que sin pereza y sin remilgos de ninguna clase nuestro personaje de hoy, el amigo José Antonio Otero Madrigal siguió en su línea y en su puesto con esa entrega, firmeza y lealtad que dan los principios, cuando se llevan muy dentro. Enhorabuena y gracias.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/