POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Bueno, bueno, bueno… Esto del «virus maligno» nos trae a mal traer y uno, ante tal cúmulo de comentarios, consejos, prohibiciones, noticias verdaderas y falsas … retoma los versos de don Mendo cuando hablaba con su amigo el Marqués de Moncada:
«Siempre fuisteis enigmático
y epigramático y ático
y gramático y simbólico;
y aunque os escucho flemático
sabed que a mi LO HIPERBÓLICO
NO ME RESULTA SIMPÁTICO.»
Esto es lo que me sucede a mi: me resulta odiosa la HIPÉRBOLE noticiera con que nos abruman tertulias, expertos (inexpertos), periodistas «todo terreno» que opinan sobre fútbol y a la vez sobre la influencia del etilendiamintetraacetato de sodio en la precipitación de sulfatos en medio alcalino.
Siguiendo mi «norma de conducta» ante tales situaciones, leo poesía satírica, humorística, popular… «pa ver si deprendo daqué pa cocinalo a mio manera».
Sin mediar intención localista alguna abrí al azar el libro EL MIAJÓN DE LOS CASTÚOS, del extremeño LUIS CHAMIZO, un tesoro de libro editado en primera edición en 1921.
Al describir la Semana Santa en Guareña, que es municipio extremeño de Badajoz, nos cuenta el poeta:
«Yo tamién me gusta / la Semana Santa
por sus comilonas / llenas de durzainas.
Muchos platos, muchos / ca uno de su casta…
¡Cacho!, qué potingues / y cuantos guisotes
Y cuántas cosinas / y cuántas durzainas
pa ponese jartete y pa dirse
a los monumentos pa ve las muchachas…»
¡Dios mío!, me dije. Hoy, en situación de encierro penitencial, voy a preparar unas SOPAS DE AJO, calientes y picantinas, con ese toque «tan suyo y tan exquisito» que le da el PIMENTON AGRIDULCE DE LA VERA, comarca extremeña que es sede capital de la D:O: PIMENTÓN DE LA VERA.
Al buscar la receta, ¡oh maravilla!, en un libro escrito y editado por la COFRADÍA EXTREMEÑA DE GASTRONOMÍA, ¡zas!, me encuentro una fórmula que me llamó la atención: EL REHOGAO o «REGAO», de Jaraiz.
¡Esta es la mía! Hoy, que es mi Santo, voy a celebrarlo a mi modo asturiano pero con influencia jaraiceña.
Este fue mi proceder, sustituyendo el bacalao por merluza del Cantábrico, claro está.
Cocí 4 patatas medianas (variedad agria, de carne amarilla) en agua con un poco de sal. Ya frías, corté rodajas como de medio centímetro de grosor, las pasé por harina y huevo y las freí en aceite y reservé.
Aparte, ya salados, rebocé en harina y huevo seis trozos medianos de lomos de merluza del Cantábrico, los freí en aceite. y también reservé.
En el aceite de fritura de la merluza, pasados previamente por el huevo batido sobrante, freí 12 colas de langostino de tamaño también mediano.
En un plato llano grande dispuse a modo de corona las patatas; en el centro, los trozos de merluza; sobre el conjunto distribuí los langostinos; y adorné «el todo» con rodajas finas de tomate canario y unos espárragos «de perendi diyuri p´allá».
Freí las cabezas de los langostinos, las aplasté con un tenedor, añadí un poco de caldo de pescado y di un hervor.
Con ese caldo, colado previamente, bañé el «rehogado».
¡Una maravilla, oigan, una maravilla!
Pueden creerme.
¡Ah! Se me olvidaba. Quiero dedicar este comentario y esta «receta aturjaireceña» a un buen amigo, general de Infantería, natural de Jaraiz de la Vera y lector de Luis Chamizo.