POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Allá en mis tiempos de profesor de Física solía explicar que en un cambio de estado progresivo donde se favorece la libertad de partículas -moléculas, átomos, iones – , como es el caso de la evaporación de un líquido, es preciso comunicar una energía, normalmente en forma de calor, puesto que «calentar es dar empujones». En la evaporación de un líquido no siempre es preciso calentar; el propio líquido toma calor del recipiente que lo contiene e, incluso, de sí mismo. Por eso, pongamos por caso, sentimos «frío» en la mano cuando tras un baño con alcohol este se evapora.- Yo a esto, por hacer chiste del suceso, lo llamaba LA LEY DEL BOTIJO; ese recipiente de origen inmemorial hecho con barro poroso, nunca vidriado, que siempre mantiene fresca el agua que contiene al evaporarse la existente en su superficie exterior.
Recuerdo que en un «cambio de impresiones» (yo denominada así a los exámenes o controles), al preguntar «Comenta con un ejemplo práctico qué factores favorecen la evaporación de un líquido», un alumno inició así su respuesta: «De acuerdo con la ley del botijo que usted explicó…».
Evidentemente, le di una nota de sobresaliente.-Han pasado más de cuarenta años de la realidad de esta anécdota que les cuento y hoy la revivo, riéndome de mi mismo, al ver en un tomate «deforme» que me regalaron la «reproducción frutera» de un botijo.
¡Oh dolor! Le enseñé la foto del tomate y le conté el cuento a un sobrino nieto mío, estudiante de 3º de ESO, y no me entendió ni una sola palabra… ¡¡IGNORABA LO QUE ES UN BOTIJO!!