POR JOSE ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLO (CÁCERES)
Marruecos ha sido muy preciado por las distintas potencias europeas por su riqueza en materias primas y recursos energéticos. En una casa particular hemos localizado una interesante carta enviada por el trujillano don Fernando Bravo Mateos a su tía doña Isabel Bravo, desde Tánger. Nos hace referencias acerca de la vida cotidiana en una mansión propiedad del Ministro de la Guerra del sultán de Marruecos Hassan I, en una época de convulsiones políticas entre Marruecos con las distintas potencias europeas, entre las que se encontraba España.
La publicación del Mapa de la parte Norte de Marruecos a escala 1:500.000 tiene un significado especial dentro de la cartografía colonial española. Se trata del primer documento cartográfico relativo a Marruecos editado por el Depósito de la Guerra, y marca un punto de inflexión en la práctica cartográfica seguida hasta entonces por esta institución: de la absoluta reserva respecto a los mapas del Magreb se pasó a la máxima publicidad. Se estudia el proceso de formación de este mapa, y se analiza su lugar dentro de la cartografía militar española.
Diez años después del Desastre de 1898 las tropas españolas entraron en Marruecos. Su primer objetivo era ocupar el rudimentario puerto de Restinga, en la estrecha franja que es la península situada a 19 kilómetros al sur del enclave español de Melilla, al nordeste de Marruecos. La operación se inició en la mañana del 14 de febrero de 1908. Dos compañías y una brigada disciplinaria partieron de Melilla en un cañonero y una embarcación correo bajo el mando del gobernador general de Melilla, el general José Marina. Al amanecer, bajo una lluvia intensa y con viento frío, cuatro lanchas cruzaron el mar revuelto en dirección a la costa, y al llegar a una distancia prudencial, los soldados saltaron al agua y alcanzaron la costa.
El ataque militar que siguió fue una farsa orquestada. El sharif o jefe local, El Rogui, opuso una resistencia simbólica para convencer a sus paisanos de que estaba en contra de la incursión española en su tierra. Sus jinetes galopaban repartiendo disparos salvajes a diestro y siniestro, mientras Marina ordenaba abrir fuego esporádico de ametralladoras y cañones desde el cañonero. Sin que ninguno de los bandos sufriera bajas, las tropas españolas alcanzaron el puerto e izaron la bandera española en el pequeño hangar.
Aquella Operación señaló el comienzo de la invasión de Marruecos por el Ejército español, que acabaría ocupando toda la región norteña hasta 1956. A diferencia de la guerra entre España y Marruecos de 1859-60, esta operación no estaba pensada para derrocar al Sultán, pero ni él ni su Gobierno fueron consultados al respecto. Tampoco iba dirigida contra su adversario, el pretendiente del trono, El Rogui. Ni se trató, al menos en ese primer momento, de una acción para expandir el poder. Más bien, era la consecuencia de una obligación internacional contraída por España.
La nueva incursión en Marruecos era el resultado directo de la inseguridad que sentían sus elites políticas tras la guerra hispano-americana de 1898. España había perdido los restos que le quedaban de su, en otros tiempos, vasto imperio después de que las guerras coloniales de Cuba y Filipinas se habían convertido en una confrontación militar desastrosa con Estados Unidos.
Alejada del sistema de relaciones internacionales durante el último cuarto del siglo XIX, España había confiado fatalmente en sus conexiones dinásticas y religiosas para proteger sus colonias de los depredadores externos. Después del Desastre, España había tratado de reintegrarse en un puesto seguro dentro de la cambiante red de alianzas internacionales, con la idea de proteger su metrópoli y sus islas y enclaves de la creciente competencia existente entre las grandes potencias.
Con una franqueza poco habitual en la correspondencia diplomática, el ex primer ministro conservador Francisco Silvela escribió así al embajador francés en 1903: «El evidente deber de los hombres que se hallan a la cabeza de las fuerzas políticas de España es terminar con el aislamiento en que se encuentra nuestra política exterior. Nuestra ubicación geográfica nos impone serias responsabilidades, no sólo hacia nuestra propia nacionalidad y hacia el futuro de nuestro país, sino también en relación con otras potencias…» (Documents diplomatiques français (1871-1914), vol. III, 2e série, p. 193)
Por otro lado, las actividades francesas en Marruecos comenzaron durante el siglo XIX; en 1904 Francia y España dividieron en secreto el territorio del sultanato, con España creando más tarde el protectorado español de Marruecos a partir de su parte. Los franceses emitieron monedas para su uso en el Protectorado desde 1921 hasta 1956, lo cual continuó hasta que fue introducida una nueva moneda. Los franceses emitieron monedas con la denominación de franco, el cual equivalía a 100 céntimos. Esta fue reemplazada en 1974 con la reintroducción del dirham, actual unidad monetaria de Marruecos.
En este juego político-dialéctico de continuos enfrentamientos, entró Alemania en la “crisis de 1904”. Alemania debe protestar ante la intención de Francia por apropiarse de Marruecos no solo por razones materiales, sino sobre todo para salvaguardar su prestigio. La posición a esgrimir al respecto sería la siguiente: la absorción abiertamente premeditada de Marruecos por Francia pone fin a la libre competencia extranjera y origina, por tanto, a los intereses de las terceras Potencias, y en particular de Alemania, un grave perjuicio ahora y en el futuro.
Durante mucho tiempo creímos que Francia buscaría un acuerdo con las Potencias interesadas. Sin embargo, no ha sido así, al menos por lo que a Alemania se refiere. En consecuencia, el Gobierno alemán se ve obligado a asumir, por su propia iniciativa, la defensa de los intereses alemanes que nuestro Soberano resumió ante el Rey de España de esta manera: “Nosotros reclamamos la libertad de comercio y de tráfico en
Marruecos. Este programa caducaría desde el momento en que Francia se apoderase de Marruecos”1.
TEXTO DE LA CARTA:
Sra. Dña. Isabel Bravo Lozano Trujillo
Querida tía, tomo la pluma para decirla tanto a usted como a tío Francisco que me dispensen no les haya escrito antes pero unas veces por dejación y otras por no tener lugar, ha ido trascurriendo el tiempo sin darme cuenta.
Yo creo que recibiría usted una tarjeta postal en la que la decía que había recibido su carta y la comunicaba que tenía un grano en el pescuezo; dicho grano me ..mas malo y ayer me tuve que venir del trabajo, pero creo que no será cosa de importancia y mañana iré a otra vez a trabajar.
Tía la tengo que comunicar que no pudiendo vivir solo por las comidas y la asistencia de la ropa me he juntado con una muchacha de 20 años y hasta la presente estoy contento con ella. Con esta fecha he escrito a mi hermano el cual hace días no se nada de él.
Tía sabrá usted que ahora estoy trabajando en casa del Menebih y esta casa es un palacio grandioso con unos salones decorados con mucho gusto y arte; este Menbih ha sido ministro de la guerra del Sultán y ha ganado muchos miles de duros y para que el Sultán no le mate se ha acogido a la bandera inglesa y además tiene muchos moros armados dentro de su palacio y las puertas de su casa todas están blindadas para que las balas no le pasen.
Dentro del palacio tiene 70 mujeres jóvenes entre blancas y negras y esclavas, y para guardar estas mujeres moros enucos, o sea, moros capados que cogen cuando chicos y los capan y estos son los que las guardan y si hacen algo son las que las pegan cuando el Menebih lo ordena.
A estas moras no las pueden ver los hombres y si algunas veces las vemos en algunos descuidados: yo he visto 8 y que parecían 8 vírgenes y me indigné de que este palacio tan hermoso sirva de prisión a tanta criaturita, lo mismo mujeres que hombres; los enucos siempre están sentados detrás de las puertas por si llama alguien para abrir antes de abrir que pregunten las moras de enmedio y reencender no las da ni el sol ni el aire.
Tía estoy tratando de irme a Orán a ver si me meto en un taller de pintar coches y una vez que aprenda, irme a Cáceres o a Trujillo y con lo que se pintar edificios y los coches …poderme buscar la vida en esa manera holgadamente.
Sin otra cosa por hoy, recuerdos a toda la familia sin olvidar ninguno y usted la quiere su sobrino. Firmado Fernando Bravo Mateo. Tánger 15 octubre 1904
Señor Fernando Bravo Mateos. Calle de la Playa, Café de Barraneo. Tánger (Marruecos)