POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Fue en el año 2008 cuando, sentados en el poyo de los «Árboles Grandes», Maceo y yo, hablamos largo y tendido- como siempre nos ocurría- de los rincones históricos de nuestro pueblo: Ulea.
Nos fijábamos en todo cuanto alcanzaba nuestra vista y, de pronto, en la joven historia de «La Casa de la Cultura». Sí, en ese edificio majestuoso, inaugurado en el año 1998, siendo Alcalde Ernesto Carrillo Yepes, se albergó, en la 2ª planta, el Ayuntamiento de Ulea, durante el tiempo que duró la reparación de la Casa Consistorial de la Plaza Mayor de nuestro pueblo.
También, en dicha planta, se instaló la Biblioteca Municipal y el Archivo Histórico de nuestro pueblo. En la 1ª planta, el majestuoso Salón de Actos, que tantos eventos culturales ha albergado, desde su inauguración. ¡Ah!, en la planta baja se encontraba- y sigue estando- «El Hogar de los Pensionistas y Jubilados de Ulea», con sus espacios para la estancia, ocio y cultura.
De pronto, Maceo, saca una carpeta llena de papeles y, deteniéndose en uno concreto, me mira con los ojos brillantes y me dice: Joaquín, tenía un proyecto muy ilusionante y estoy comprobando que no lo voy a poder llevar a cabo. Escudriña en su carpeta y me enseña un papel en el que lleva escritos 19 nombres, de personas delpueblo. Durante unos breves momentos nos quedamos mirándonos y de pronto le pregunto: Maceo; ¿De qué se trata?; Joaquín, he programado un viaje cultural y recreativo por tierras de Extremadura, norte de Portugal y Galicia; y solamente se me han apuntado 19 personas de Ulea y, como el autocar es de 55 asientos, no tenemos dinero para financiarlo.
Un poco más sereno y, con la carpeta en la mano, me dice: es cierto que Ulea es un pueblo de pocos habitantes pero esperaba que por lo menos, se ocuparan 40 o 45 asientos; pero no, Joaquín: me he equivocado.
Con sus papeles asidos con fuerza, le miro de frente y le digo: Como pertenecemos al Valle de Ricote, ¿quieres que nos acerquemos a la sede de los Pensionistas de Villanueva, Ojós, Ricote y Blanca? Les invitamos al viaje que has organizado y, al mismo precio que los de Ulea? Maceo sonrió y me dijo: no tengo quién me ayude. Te acompaño, le respondo. Como me acabo de jubilar, me voy contigo y te ayudo. ¡Ah!; me iré con vosotros a dicho viaje y, así, ya somos 20. Pasamos a la pequeña oficina ubicada en la planta baja de la Casa Cultural e hicimos cinco carteles y, con ellos, nos iremos a hablar con los presidentes de los pueblos citados y les invitaremos. Verás, Maceo, como nos sale bien.
El precio sería el mismo que el de los viajeros del pueblo y nos comprometemos a salir desde Ulea, recogerlos a todos y, al regreso, hacerlo al revés. En efecto, salida y llegada.
Al momento, llamamos a la empresa de autocares y le contamos como lo habíamos organizado. Nos dieron el Vº. Bº y nos pusimos a trabajar. Faltaban tres días para la salida cuando les visitamos de nuevo y la sorpresa fue mayúscula: «Se había vendido todo el aforo». A Maceo se le cayeron todos los papeles que llevaba en la carpeta y no se detuvo en recogerlos: se fue directo a darme un abrazo.
Como es lógico, se fijó el itinerario a seguir y los centros y Lugares Emblemáticos a visitar. Al preguntarle por los Monumentos en donde nos detendríamos,
comprobé que no figuraba la emblemática Librería de Oporto, considerada la mejor de Europa y, quizá, la mejor del mundo: «La Librería Lello e Irmao».
Los ojos de Maceo parecían dos luminarias y, esbozando una sonrisa, me dijo: En lo sucesivo, Joaquín, como ya estás jubilado, me acompañarás en los viajes y harás las funciones de «Guía Turístico» y, además, serás el animador Cultural de los Pensionistas de Ulea y de los del Valle de Ricote que nos acompañen. No lo dudé mucho; esbocé una leve sonrisa confidente, y le dije que sí. Apenas tardó unos segundos y tras una mirada que lo decía todo, me hizo entrega del micrófono.
Llegó el día señalado y nos pusimos en marcha. En el autobús, aparcado en «los Árboles Grandes», se sentaron los pensionistas y jubilados y, como si se hubieran apuntado, en una cuartilla de papel, los deberes del colegio, me enteré de que, la noche anterior Maceo les había comunicado que les iba a hacer compañía en este viaje Cultural y Recreativo y que, en ese papel, se habían apuntado las preguntas que, sobre la Historia de la localidad, me harían durante el viaje. Les miraba con fijeza y, con una leve sonrisa de complicidad, les agradecí la confianza- como en tantas otras ocasiones- que habían depositado en mi persona.
Maceo, como jefe de expedición, se aposentó cerca del asiento del conductor. Se puso de pie y me dijo que me sentara a su lado y que cogiera el micrófono, alegando que estaba resfriado y afónico y, como consecuencia, no se le oiría bien; sobre todo, por los viajeros que ocuparan los asientos traseros. No le contesté; le miré y asentí.
El autobús se puso en marcha y dio comienzo el periplo que se había trazado. La próxima parada sería en Villanueva, siguiendo por Ojós, Ricote y Blanca; en donde recogeríamos a los últimos viajeros. Desde allí, con todo el aforo ocupado, iniciamos el itinerario hacia Extremadura.
No habíamos llegado al puente sobre el río Segura, que separa a Ulea de Villanueva, cuando varios pensionistas uleanos sacaron los papeles, en donde llevaban escritas las preguntas sobre la historia de Ulea que me iban a hacer.
Como ya íbamos a la altura de la «Asomá» de Villanueva, les dije que esperaran a que subieran todas las personas que iban a realizar el viaje con nosotros y, así, «matábamos dos pájaros de un solo tiro». De esa forma los de Blanca, Ricote, Ojós y Villanueva, se enterarían de la riqueza histórica; y todo cuanto atesora el Valle de Ricote. Así, quedaréis todos satisfechos. ¡Ah!, al regreso, haremos una pequeña tertulia en la que hablaremos de todo cuanto hayamos visto. ¿De acuerdo? Todos asintieron.
En la Plaza de cada uno de los pueblos recogimos a quienes iban a ser nuestros compañeros de viaje. A pesar de que todos éramos mayores, en el ambiente se respiraba ilusión y complicidad. Allí, en la plaza de cada pueblo subían todos los pensionistas con sus atuendos y yo, micrófono en mano, les iba dando la bienvenida.
Al saludar a mis ilustres viajeros, leí cuáles eran los lugares en donde haríamos escala y las visitas guiadas que teníamos programadas; así como en los hoteles en los que nos alojaríamos. Cuando salgamos de Blanca, rumbo a Extremadura, os daré la palabra para que me hagáis las preguntas que creáis oportunas. Un ricoteño, que se sentó detrás de mi, porque se mareaba si iba en los últimos asientos, me toca en el hombro y me dice en voz baja: ¿Nosotros también podemos preguntar cosas de nuestros pueblos?.
Claro que sí. Soy Cronista Oficial de Ulea, pero comparto inquietudes con los cronistas de vuestros pueblos. Espero poderos dar la respuesta adecuada y, las que no sepa, las estudiaré cuando regresemos y, en el próximo viaje, os la respondo con todo detalle.
Como todos los excursionistas habíamos madrugado, estábamos un tanto soñolientos y aturdidos. Nos reclinamos sobre el respaldo del asiento y nos despertamos a la hora de desayunar y estirar las piernas; ya que todos éramos maduritos de edad y necesitábamos desentumecer los músculos.
En esa primera parada, todos se arremolinaron junto a Maceo y «su ayudante», para hacernos preguntas, ya que los invitados de Villanueva, Ojós, Ricote y Blanca no sabían el programa de dicho viaje. Maceo, como experto y jefe de la expedición, les dio cumplidas respuestas y, a continuación, les dije que era médico jubilado y, como todos íbamos cargados de años, les pregunté si llevaban los medicamentos precisos para estos diez días. Todos echaron mano a sus bolsos y revisaron la medicación, por si se les había olvidado alguna. A la vez, les dije que me escribieran en una cuartilla, los achaques que tenían y los medicamentos que tomaban para cada patología.
Sin lugar a dudas, se sintieron aliviados al saber que iba un médico con ellos y comenzaba a preocuparse por ellos. Es natural. Yo lo hubiera sentido igual. Maceo, sentado a mi lado, sonreía.
Reanudamos el viaje, rumbo a Extremadura y, como todos- casi todos- volvieron a relajarse, Maceo lo aprovechó para preguntarme por mis trabajos como Medico; como Humanista, como Conferenciante y como Cronista Oficial.
Como siempre, lo hacía sonriente; interesándose por los proyectos editoriales de la Historia de Ulea; desde lo más antiguo que hubiera indagado. Cómo había vivido muchos años en Madrid, cada vez que venía a mi pueblo y nos veíamos, me preguntaba por historias nuevas. A la vez, él me enseñaba folletos que tenía guardados en su casa de los años 1940 a 1960, ya que él, era ocho años mayor y había bebido en las mismas fuentes culturales que yo; esos voceros de la cultura de nuestro pueblo, en los años de la post guerra civil española. Sin lugar a dudas, «siempre mostraba una gran avidez por saber de su historia»
Nada más levantarse Maceo de su asiento, hizo sonar su silbato y, absolutamente todos, despertaron de su modorra, se atusaron- más las mujeres- para estar presentables y me comenzaron a preguntar por la historia de todos los rincones de Ulea y sus yacimientos históricos
Yo estaba en mi salsa y Maceo apenas parpadeaba; se sentía tan feliz como yo. Procuré darles respuesta a todo cuanto sabía y, también, anoté todo lo que desconocía, con la finalidad de indagar en los medios culturales en que me adentraba y, en una reunión posterior darles cumplida respuesta, en una sesión cultural, en el Salón de Actos de la Casa de la Cultura.
El viaje de ida fue todo un recital, sobre la historia de la localidad, pero, como viajaban con nosotros pensionistas y jubilados de Blanca, Ricote, Ojós y Villanueva del Río Segura, me adentré en la historia conjunta del Valle de Ricote y todo lo más importante de cada pueblo; no en vano hacemos trabajos conjuntos todos los cronistas del Valle; siendo partícipes en muchos de los hallazgos históricos de cada municipio.
Maceo, a mi lado, disfrutaba de lo lindo, ya que los pensionistas que nos acompañaban se comportaron como si fueran del mismo pueblo. La armonía flotaba en el ambiente y se notaba en nuestros rostros.
Dos horas estuve de pie respondiendo a cuantas preguntas me hicieron y, cuando regresé al asiento, Maceo me recibió con una sonrisa y un abrazo. Estaba tan contento que no fue capaz de decirme nada. Tras el aplauso de todos los viajeros, dimos la palabra al silencio. Sí, «un silencio elocuente; un silencio que dice mas que mil palabras».
A Portugal entraremos por Extremadura, tras hacer una parada cultural en Mérida, para visitar el Teatro Romano y la sede del Parlamento de Extremadura. Allí, comeremos y, tras hacer una visita guiada, dentro del autobús, tomaremos rumbo a Lisboa, cruzando por el puente del Río Tajo, construido durante el mandato en Portugal de Oliveira Salazar. Pernoctaremos en Lisboa, capital del Fado y, al día siguiente haríamos el trayecto entre Lisboa y Oporto, por la costa del Océano Atlántico.
Como hicimos varias paradas en dicho trayecto, a Porto como dicen los portugueses, arribamos anocheciendo. Llegamos al hotel, descansamos un poco, nos aseamos y, antes de la cena nos dimos un paseo por las calles principales de Oporto, que nos vino de maravilla. La brisa del mar y la agradable temperatura, hacían mitigar el cansancio de nuestras piernas y de todo el cuerpo en general. Cuando era la hora pertinente, la guía portuguesa nos hizo regresar al hotel, para cenar y, tras un espectáculo de Fado, en el pequeño anfiteatro del hotel, nos marchamos a las habitaciones que teníamos reservadas y adjudicadas. Algunos permanecimos en el hall del Hotel; los unos para charlar un rato y, los otros, para fumarse unos cigarrillos. Maceo, que parecía haber rejuvenecido, iba de grupo en grupo preguntando como estábamos y si nos gustaba cuanto estábamos viendo. Con su carpeta en la mano, nos saludó a todos antes de marcharse a descansar; no sin antes recomendarnos que no tardáramos en acostarnos, ya que, al día siguiente teníamos que madrugar. Alzó su mano, con la carpeta asida, y nos dio las buenas noches.
A la mañana siguiente, tras un opíparo desayuno, hicimos una visita panorámica, subidos en el autocar, con la guía turística que nos habían asignado.
A media mañana, nos detuvimos en el aparcamiento de un edificio egregio; parecido a un Palacete antiguo y bien cuidado. La guía, con la que hablé a las puertas del hotel, sobre una célebre librería, ubicada en Oporto, nos anuncia que se trata de la librería más bella de Europa y, quizá, del mundo. Toda risueña nos dice que junto al estadio de fútbol de la Luz del Oporto, son las dos joyas de la segunda población de Portugal; tras la capital, Lisboa.
La Guía Turística, un tanto emocionada, por el gran interés que habíamos mostrado todos los excursionistas, nos dice que se trata de la «Librería Lello e Irmao»; «donde habita el Placer del Conocimiento».
El edificio emblemático de Oporto también llamado «Librería Chardrón, en honor al apellido de su fundador» y ahora llamado Lello e Irmao, se encuentra ubicado en la Rúa de las Carmelitas, de la ciudad de Oporto.
Al entrar, en la misma antesala, la guía nos reunió en el Hall y nos explicó una historia interesante de dicha Librería; que se remonta al año 1869. Fue fundada en la llamada Avenida de los Clérigos bajo el nombre de «Librería Internacional de Ernesto Chardrón». Sin embargo, a la muerte de su fundador, los herederos la vendieron a «los Libreros Lello e Irmao»; nombre que permanece en la actualidad.
Con este nuevo nombre fue reinaugurada el día 13 de enero de 1906, encomendando, sus nuevos propietarios, este maravilloso proyecto al gran Ingeniero portugués Xabier Esteve; el mas renombrado de los ingenieros lusitanos.
La espléndida Librería Lello e Irmao, de estilo neo-gótico y modernista, sigue siendo famosa en toda Europa y, también, en el mundo entero.
Cada vez más, la guía elevaba su voz, con el fin de que todos- aún los más distraídos- escucharan la gran importancia que tiene dicha Librería, para Oporto y Portugal, ya que se trata de un verdadero Icono de los lusitanos; debido a su gran tradición literaria e intelectual. «Los avezados en el mundo de la cultura la alaban diciendo que se trata de una Librería en donde habita la sabiduría y el placer». Por tal motivo, nos dice la guía, esta librería Lello e Irmao, es lugar de peregrinación de literatos y amantes de la cultura. Se trata de una verdadera joya, de una belleza sin parangón.
Todos embobados, escuchábamos de la erudita guía turística, lo que para algunos pudo suponer una perorata pero qué, a la mayoría nos deleitó.
Se trata de una verdadera joya arquitectónica; en la que todo es suntuoso y funcional, destacando su escalera central, labrada con madera y adornada con filigranas y multitud de detalles, de encanto antiguo, que le dan tal aspecto que cuantos la visitamos- amantes de la lectura o aficionados- quedamos enamorados de ella.
Por supuesto no se pueden sustraer los amantes de la historia de los pueblos, del arte o de la arquitectura. A todos nos deleita.
Situados en la parte central, contemplamos una cúpula en el techo; completamente de cristal; que dota de magia a tan insigne Librería. Todo ello permite la suficiente entrada de luz natural para la lectura.
El parquet del suelo, de madera, se encuentra atravesado por una estrecha vía, por la que circula un vagón; con sus visitantes
Las estanterías, repletas de libros, hay que mirarlas con calma. En todos ellos se reflejan los colores irisados de las vidrieras, paredes y techos. En dicha Librería Lello e Irmao, de hecho, se han rodado escenas del tan conocido «Harry Potter».
Sin lugar a dudas, mirando para cualquier lado, te sientes transportado a épocas pasadas de feliz evocación. Todo ello acompañado por una música suave y melodiosa de los duendes del fado Amalia Rodríguez y Carlos Cano.
A la salida, apenas nos hablábamos; sencillamente nos mirábamos de soslayo y con la cabeza semi agachada en plan de meditación. Les prometí darles cumplida información hasta donde alcanzaran mis entendederas, en la siguiente etapa de nuestro fascinante itinerario. Todos rompieron filas al estar de acuerdo con la propuesta. CONTINUARÁ…