POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
Fue en la tarde del viernes 24 cuando mi buen amigo Alberto Torga me llamó para comunicarme que don Diego acababa de fallecer. Y entonces, con sentido pesar y el ánimo encogido, recordé que el 11.02.2014 La Nueva España me había publicado una Estampa titulada “Don Diego, el cura de Ceceda, El cariño de un pueblo por su párroco”, cuyo texto comenzaba como sigue:
“El pasado 28 de septiembre, víspera de San Miguel, patrono de la parroquia, el pueblo de Ceceda honró a don Diego Riesco Riesco, su párroco desde hace 35 años, con un sentido homenaje. Después, el l6 de noviembre, volvió a recibir don Diego el cariñó de sus anteriores feligreses en Llanuces, Quirós, con cuyo motivo fue editado un libro que lleva su firma y titula, muy meditadamente, ”Un viejo cura de pueblo”.
Pues bien, en la mentada publicación, y con la firma de don Javier Gómez Cuesta, párroco de San Pedro, de Gijón, aparece una resumida biografía de don Diego, de la que tomamos lo siguiente:
“Cuando corría el año 1931 ya en los albores de la primavera, en un pequeño pueblecito de Somiedo llamado Clavillas y en el seno de una humilde familia numerosa veía la luz un niño al que le pusieron por nombre Diego. Acudió a la escuela en el mismo pueblo. Un buen día el sacerdote del pueblo le preguntó al maestro si había algún niño con capacidad para ingresar en el Seminario. Y el maestro lo señalo a él”.
Comenta después don Javier las dificultades que debió superar don Diego, primero en su niñez y luego en su vida de seminarista, en la que le fueron de gran ayuda su firmeza y determinación, y sigue contando:
“En marzo de 1958 recibió la ordenación sacerdotal. Y su primer destino fue la parroquia de Cienfuegos que, además de tener vestigios en la iglesia y otros edificios de un histórico pasado, tiene la gloria de haber sido la parroquia en la que San Melchor de Quirós fue bautizado. Se le encarga también la atención pastoral de Lindes y Llanuces y, tres años más tarde, Nimbra, la de la iglesia monumental, y Villamarcel. Han sido veinte años con esta actitud de cercanía, de estar con las personas, de compartir sus luchas y trabajos…Pone en práctica aquello de San Agustín, “Para vosotros soy sacerdote, con vosotros soy cristiano”. La segunda etapa de su ministerio la vive en Ceceda y parroquias limítrofes del concejo de Nava, compartiendo el trabajo con otros compañeros con quienes se siente verdaderamente hermano. Van treinta y cinco años en este destino y a su ochenta y dos goza de una salud de roble y conserva todo su entusiasmo. En sus tiempos libres Diego hace labores de carpintería y labrado de piedra”.
A las que añado yo sus habilidades como cocinero y sus condiciones para las letras y la poesía. Naturalmente, esto se escribió en 2013, y podemos decir que don Diego mantuvo su actividad normalmente hasta que, en agosto de 2018, problemas de salud le obligaron a dejar su ministerio, después de 65 años de ejercicio.
Tiempo largo, por cierto, en el que ha sabido dejar a los que le conocimos y tratamos su impronta de cura de pueblo cercano, de espíritu franciscano y raíz de recio roble somedano, y de hombre consecuente, austero, y excelente y ameno conversador, como ya dejé escrito.
Guardo para siempre en mi memoria el recuerdo de su amistad y confianza, así como del placer que supusieron para mí los tiempos que compartimos en nuestras charlas, en las que quedaban siempre patentes tanto su sencillez como su profunda sabiduría.
Que el Señor Todopoderoso te acoja en su seno, querido don Diego, porque tú, antes, habías escrito “Me llamaste…/ y mi nombre, carcomido, viejo / resonó entre los robles / con un temblor sereno”. Amén.
FUENTE: EL CRONISTA