POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
El Evangelio de San Lucas (2,1-7) nos cuenta muy resumida la historia de la llegada a Belén de María y José: «Aconteció, pues, en los días aquellos que salió un edicto de César Augusto para que se empadronase todo el mundo. Este empadronamiento tuvo lugar siendo Cirino gobernador de Siria. E iban todos a empadronarse, cada uno en su ciudad. José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, para empadronarse con María su esposa, que estaba encinta. Estando allí se cumplieron los días del parto y dio a luz a su hijo primogénito y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón».
Este testimonio de San Lucas es el origen de toda la tradición belenística surgida en Europa merced a la iniciativa de San Francisco de Asís en el siglo XIII.
Pero, ¡qué cosas!, son muy pocos los casos que de un modo u otro nos recuerdan el viaje, supongo que penoso viaje, de una niña embarazada, próxima al parto, desde su casa en Nazaret hasta Belén.
Algunos pintores presentan la escena con María, ya muy embarazada y sujetando su vientre, montada en un burro y José, a su lado, vigilante ante cualquier inesperado o prematuro suceso.
Llegan a Belén, ciudad saturada de gente para cumplir la orden imperial, y el mesón o los mesones están sin habitaciones disponibles.
¿Cómo afrontar la situación?
Les cuento. Yo pasé mi infancia, mi niñez y parte de mi adolescencia en el Asilo de Colunga, querido y cuidado por ancianos y ancianas que me adoraban y enseñaban muchas cosas. Una de esas ancianas, María ·»la de La Llera», me enseño este cantar-romance que narra la escena de San Lucas y que yo, con repetitiva frecuencia, tarareo en mi casa. Dice así:
«Para Belén camina / una Niña ·»ocupada»;
hermosa cuanto bella. / Un viejo la acompaña.
Al llegar a Belén / fueron a pedir posada;
contestaron de adentro /con voz muy alterada,
si traen dinero, entren/ y si no, no hay posada.
Dinero no traemos / si no es un real de plata.
Esa es poca moneda; /¡váyanse pa otra casa!
San José se afligía, /María le consolaba:
«¿Qué más posada quieres / que el que va en mis entrañas?»
Hubo en Colunga un sacerdote, coadjutor-organista, llamado don Francisco Suárez Bustillo. Un hombre humilde, bueno y santo. En uno de los muchos villancicos que compuso para cantar en la Navidad colunguesa decía así:
«En un pesebre de pajas está / la norma que ha de alcanzar la humanidad,
La norma donde se encuentra la paz; / la norma que es la virtud de la humildad.
Sin ella todo es mentira, todo desorden e iniquidad / sin ella el orden se derrumba / y con él el individuo y la sociedad.»
NAVIDAD 2019.-Una humilde virgen y su humilde esposo no encuentran cuna para su recién nacido. El mundo de hoy, con su prepotencia de naciones poderosas, ignora que hay muchos NIÑOS JESÚS que ni siquiera tienen un pesebre para recostarse. Faltan la humildad, el orden y la hermandad solidaria.
Me gustan las imágenes de María con sus mantos y coronas, pero coincido mucho más con esa rapacina preñada que, sentada en una burra, sujeta cariñosa su vientre para que el nenín vaya tranquilín y sin peligro.
¡FELIZ SORTEO DE NAVIDAD Y QUE «HAXA SALÚ»!