POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Es Rincón de Ballesteros (Cáceres) pueblo de colonización en tierras de secano. Aquí no hay aguas espumosas de compuertas, batidas y alteradas. Aguas domadas en canales, multiplicada en las acequias, arremolinadas en los sifones. No. Es territorio de la Sierra de San Pedro, donde habita el bosque, la dehesa y el matorral. Allí florecen los cantuesos, la jara muestra su apogeo y el brezo proclama que es el señor de estas sierras; que preside, en su cercanía, el Pico Estena, el más alto. Tierras surcadas por frondosos alcornoques (quercus suber), rojizos por el desangre de la saca, junto a hermosas encinas (quuercus ilex) donde faenan los animales. La Rivera de Lácara, en su descenso hacia los embalses del Boquerón y Horno Tejero, lo delimitan por el oeste; la Sierra de la Lombriz, por el este, y el arroyo Arrancajaras, por el sur.
Rincón de Ballesteros es barrio exterior de la capital, de Cáceres. En los años cicuenta se hizo el proyecto y la traza del pueblo. Porque tras la guerra incivil hubo necesidad de coser las heridas rotas en años de necesidades y apreturas, por los ahogos y asfixias que se produjeron. Así, un grupo de yunteros de Valdefuentes fueron asentados en la dehesa del Rincón de Ballesteros de dos mil novecientas tres hectáreas, la más grande de Extremadura en aquella época, por la aplicación de la Ley de Expropiación Forzosa. Instalándose también familias de colonos de Albalá y Alcuéscar. Naciendo así Rincón de Ballesteros, asentándose en él setenta y ocho aparceros. En un retablo cerámico, en el porche de la iglesia, junto a la imagen pétrea de San Isidro, los rinconeros imploran: “San Isidro Labrador, patrono del Rincón protege nuestros campos y danos tu bendición”.
Cuenta acertadamente mi amigo y compañero Cronista Oficial de Guadajira, José Manuel Jerez Linde, que la arquitectura de este pueblo no te deja indiferente. En los pueblos de colonización en su trazas y proyectos trabajaron los mejores. Así voy a la búsqueda de su blanco caserío. Unos letreros anuncian: Paseo de los Conquistadores, de la Virgen, Plaza de España, del Agua; calles de la Bola, Palancares, Ovando, Pizarro, Cuesta de Artesanos y Cordel de Ceres. Cierran las Rondas: del Aire, del Sol y Arrancajaras, donde viven no más de cien vecinos y reina el silencio.
Hay lujo de pórticos en su plaza. En la sierra, arriba, la ermita de la Virgen de la Perenguana. Abajo, la parroquia de Ntra. Señora de Guadalupe, patrona del pueblo. Su torre es una aguja que busca elevarse a Dios, abandonado las torpezas de este mundo. Los pueblos de colonización constituyen un importante campo de estudio dentro del panorama del arte español de la posguerra y éste es un ejemplo. Muchos de estos artistas renovaron las artes plásticas y sus aportaciones forman parte de la vanguardia artística española de la segunda mitad del siglo XX.
He dejado para el final la llamativa veleta formada por una ballesta que corona la torre de la iglesia. Vigía del viento, que hace honor a su nombre: Rincón de Ballesteros.