POR GABRIEL SEGURA HERRERO, CRONISTA OFICIAL DE ELDA (ALICANTE)
El mes de agosto de 1933 enfilaba su recta final. La vida política nacional se dirigía paulatinamente hacia la radicalización, rompiéndose alianzas y fraguándose poco a poco una política de frentismo político que nada bueno podía deparar a la República.
El panorama político y sindical eldense no le iba a la zaga al panorama nacional. Atentados, actos violentos y huelgas comenzaban a proliferar en nuestra ciudad en un ambiente cada vez más crispado en lo laboral.
Será en esta panorama de tensiones sociales, políticas y laborales en el quepa enmarcar un suceso que pudo haber desencadenado una verdadera tragedia en Elda.
Hace 90 años, un lunes, 21 de agosto de 1933. Tres niños de cuatro, siete y once años jugaban plácidamente en la calle, mientras su madre trabajaba. Eran los hijos de doña Teresa Albert, encargada de la limpieza del Teatro Castelar. Mientras realizaba su trabajo diario, sus pequeños se entretenían en una de las calles colindantes (Cervantes o Lope de Vega) jugando con una bola metálica que les había dado su madre. En uno de los pases de unos a otros, aquella bola impactó contra una de las fachadas de las casas allí existentes, haciendo explosión proyectado gran cantidad de metralla a base de balines y tornillos contenidos en su interior.
Por el interrogatorio posterior sabemos que Teresa Albert encontró, días atrás (jueves, 17), aquella “diabólica pelota de hierro” envuelta en un periódico, en la entrada principal al teatro, tras la celebración de un mitin anarcosindicalista de partidarios de Ángel Pestaña (miércoles, 16 de agosto).
Afortunadamente, a pesar de la explosión no hubo que lamentar víctimas mortales, quedando todo en un inmenso susto para los pequeños y para su madre, así como algunas heridas por los proyectiles y la fachada de la casa con los impactos de la metralla incrustrada.
Elda, en aquella época, no era ajena a este tipo de hechos violentos. Valga como ejemplo el incidente ocurrido durante el mes de mayo de ese mismo año de 1933, cuando al paso del cortejo fúnebre de un conocido comerciante de la ciudad fueron arrojadas varias bombas contra el destacamento de la Guardia Civil, enviada por el Gobierno Civil en prevención de incidentes, suponemos que por el marcado significado político del fenecido. Afortunadamente, tampoco en este caso las bombas alcanzaron su objetivo, haciendo impacto y explotando en medio de la calle, sin llegar a producir víctimas mortales. A los escaso días fueron detenidos cuatro individuos, conocidos por su filiación anarquista, entre ellos ….. Pero esta es otra historia que, con permiso del lector, dejamos para una próxima “Crónica Eldense”.