POR ALBERTO GONZALEZ RODRÍGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ.
El miércoles, en el intervalo soleado de una mañana nublada, mientras por las calles resonaban las voces de los niños cantando el sorteo de la Lotería de Navidad, una enorme grúa, que realizó la operación con precisión de relojería, instaló en la torre de Espantaperros la campana que antaño la coronaba, desmontada de allí a mediados del siglo XIX. Se remataba así la iniciativa de Amigos de Badajoz y otros colectivos para recuperarla por suscripción popular.
Muy conocida como referente histórico pese a hallarse fuera de su lugar hace más de siglo y medio, sobre ella circulan numerosas leyendas alusivas a su función de espantar infieles de los ritos católicos, estridencia de su tañido, y otras también fabulosas.
Sobre su instalación se ha barajado la fecha errada de 1517, en lugar de 1567, basada en una equivocada interpretación de la cifra MDIXVII que la data, al tomar la confusa L por una I, con el resultado de leer una que en el sistema numeral latino no encaja. Y también se ha dicho ignorar quién fue el corregidor don Antonio Beltrán de Guevara, su promotor, que está identificado, junto con Pedro de Espinosa, Gonzalo de Mafra o Nuño de la Cueva, impulsores del puente de Cantillana, fuentes, puerta del Capitel, reforma de puerta de Palmas y otras obras de equipamiento que se realizaron en el floreciente siglo XVI de Badajoz.
La función de la campana era transmitir a la población avisos, noticias, sucesos, solemnidades, alarmas, incendios, riadas, ataques, bombardeos, llamar a concejo o tocar a rebato.
Así se mantuvo hasta mediados del siglo XIX, en que el estado ruinoso de la torre, agravado con la vibración que ocasionaban sus repiques, aconsejó al alcalde Rafael Trujillo desmontarla para evitar una catástrofe. Despedazada después, ahora sin razón, tras numerosas peripecias, la pieza, reducida a 167 fragmentos, fue reconstruida por el armero mayor de la plaza, Antonio Gutiérrez Mora, quien tras rehacer con ladrillo lo que faltaba, la pintó en bronce de manera que quedó como nueva. En 1896 el cronista Romero de Castilla la consigna como entera todavía, aunque posteriormente volvió a romperse, y medio montada en una estructura de madera, se depositó en el Museo Arqueológico.
Rehecha ahora reproduciendo fielmente el original en el taller de los hermanos Rivera en Montehermoso, aunque no en el color y la textura propia del bronce antiguo, sino con apariencia bruñida y plateada, en gesto de gran valor histórico, simbólico y patrimonial, la pieza ha sido montada de nuevo en la torre.
Con ello Badajoz recobra no solo su tañido y su tradición, sino también un luminoso faro. Porque cuando el sol incida en su refulgente superficie mostrándola a toda la población, la historia de nuestra ciudad, además de escucharse, se verá brillar.
FUENTE: https://www.hoy.es/opinion/campana-reluciente-20211224000152-ntvo.html