SEMPRONIO FUE EL ÚLTIMO EN OSTENTAR ESTE CARGO HONORÍFICO Y SIN REMUNERACIÓN, QUE ESTRENÓ VÍCTOR BALAGUER EN 1853 • PERMANYER Y HUERTAS CLAVERÍA RECHAZARON SUCEDERLE Y LA PLAZA SIGUE AÚN VACANTE
El apelativo de “cronista de Barcelona” no es sólo una expresión. Es un cargo oficial, en desuso desde hace 10 años pero que ha pervivido discretamente en el organigrama del Ayuntamiento de Barcelona desde 1853 hasta la actualidad. Es honorífico y vitalicio y según las últimas disposiciones municipales sobre su ejercicio, no conlleva retribución alguna ni obligaciones para quien lo ostente. El último, nombrado en 1972, fue el periodista y escritor Andreu Avel·lí Artís i Tomàs, más conocido por su seudónimo ‘Sempronio’, de cuyo fallecimiento se cumplen este sábado 10 años exactos.
‘Sempronio’ fue el último cronista oficial de Barcelona y, de hecho, el único que ha tenido la ciudad en democracia. El cargo lo había estrenado en 1853 el historiador, político y articulista Víctor Balagué, padre de gran parte del nomenclátor del Eixample y autor del minucioso estudio Las calles de Barcelona (1860), que justifica los nombres que eligió y rescata el origen de los que ya existían. También fueron cronistas oficiales de la capital catalana, entre otros, el escritor, abogado y político Joaquim Maria de Nadal i Ferrer (1883-1972), el periodista Ricard Suñé i Álvarez (1913-1952), el articulista de sucesos y abogado Tomàs Caballé Clos (1870-1961), el periodista y escritor Josep Tarín Iglesias (1915-1996) y el cineasta Joan Olivé Vagué (1906-1980).
Durante el cambio de siglo XIX-XX, la figura honorífica tuvo una época de notable reconocimiento y “otorgaba el privilegio de ocupar un asiento a la izquierda del secretario en todos los actos en los que participara el Ayuntamiento”, además de obligar al cronista “a escribir cada cinco años los acontecimientos más notables de la ciudad”, como relata la biografía Víctor Balaguer. Renaixença, Revolució i Progrés de Joan Palomas. Sin embargo, las vicisitudes políticas del primer tercio de siglo XX dejaron en barbecho el título de cronista, que no se recuperó hasta 1950, en unos años en los que la crónica urbana y social volvió a ganar popularidad. Aunque hoy resulte paradójico que fueran precisamente el controvertido alcalde Porcioles y el ayuntamiento franquista quienes recuperaran el cargo, eran años de abundante presencia de la información local en la prensa generalista y en la producción literaria. Como resume la periodista Maria Favà en palabras de Josep Maria Huertas Clavería, “como no se podía hacer catalanismo, se hacía barcelonismo”.
Tras el de Sempronio no habido ningún otro nombramiento. El consistorio barcelonés propuso el cargo a Permanyer y a Huertas, por su extensa obra publicada –en libros y prensa– y su prestigio como articulistas y defensores del patrimonio local. Primero lo rechazó Permanyer y cuando se enteró Huertas declinó también el ofrecimiento. “Rehusé porque compromete a mi independencia, la gente podría pensar que pasas a tener un sueldo del ayuntamiento aunque no sea verdad y no quiero confundir a la opinión pública”, argumenta Lluís Permanyer. Quita hierro al asunto y señala que ha rechazado también otros premios y cargos escogidos “a dedo” por “gente de las esferas del poder, no por un jurado independiente”, como la medalla de la Guàrdia Urbana, la distinción de Ramblista d’Honor o la llave de Barcelona. “Yo ya soy cronista, serlo oficialmente de la ciudad no me interesa”, presume pícaro. De cronistas extraoficiales, eso sí, Barcelona tiene un extenso y heterogéneo listado, del que podrían citarse por ejemplo a los mismos Permanyer y Huertas y a otros referentes como Jaume Fabre, Josep Martí Gómez, Maria Favà, Alexandre Cirici, Josep Maria Carandell, Nèstor Luján, Paco Candel o Manuel Vázquez Montalbán.
El pleno barcelonés aprobó en 1977 un nuevo reglamento, que prevé diferentes modalidades para abrir el cargo a artistas, cineastas y fotógrafos. Sin embargo, no ha llegado a utilizarse. Fuentes municipales reconocen que no está en la agenda política recuperar ni eliminar el cargo y señalan que los premios anuales Ciutat de Barcelona –que sí elige un jurado independiente– han tomado el relevo a este tipo de reconocimientos. “Son un reconocimiento público de méritos, con garantías de objetividad y rigor y con una perspectiva de modernidad”, aducen.
Olvidado o en uso, numerosos ayuntamientos mantienen formalmente este cargo, aunque la elección de los cronistas y sus obligaciones varían enormemente según el municipio. “En Madrid sí que implica hacer una serie de crónicas, pero en Barcelona es totalmente honorífico”, detalla Permanyer. En el País Valencià sigue viva la tradición con cronistas activos y nombramientos recientes y en Murcia tiene la sede oficial la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales, una entidad que los agrupa y divulga su labor.
Fuente: http://www.lavanguardia.com/ – Meritxell M. Pauné, Silvia Colomé