POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
La antigua Prisión Provincial de Murcia, como si por sus remotas galerías circulara mercurio, es el más preciso termómetro de la crisis económica. Primero, porque fue proyectada en 1922, en plena depresión de las arcas de la Diputación, que hasta tuvo que aceptar una donación para adquirir los terrenos. Y segundo, porque a lo largo de sus años de existencia, cualquier intento de recuperar el edificio ha fracasado por el mismo motivo.
Pero ahora, cuando se anuncia su inmediata rehabilitación, es el momento de advertir de que no hace tantos años se derrumbó, ante los ojos de todos, quizás la parte histórica más valiosa que atesoraba el complejo: su panóptico. Era un enorme lucernario, de los pocos que se conservaban en el mundo, con cuatro brazos en forma de cruz griega, construido de modo que su parte interior se podía ver desde un solo punto para garantizar la seguridad. Espectacular.
Desde antiguo, Murcia tuvo sus cárceles, más o menos salubres. O imponentes, como la que se alzaba en el actual edificio que alberga el Colegio de Arquitectos, antes sede del diario ‘El Liberal’ y, aún antes, del temido Tribunal de la Inquisición. Para el nuevo edificio, la antigua Diputación adquirió unos terrenos a la Marquesa de Salinas. Y no fue fácil debido a la desesperante crisis económica que atravesaba por aquellos años la institución pública, que se desenvolvía fatigosamente, como se admitía en los periódicos.
Por suerte, el senador Ángel Guirao donó la cantidad necesaria para satisfacer a la marquesa, quien entregó su torre. Pero parecía insuficiente. Por ello, se decidió acometer la construcción de un nuevo edificio, que sería inaugurado en 1929. Se trataba de un panóptico, esto es, una cárcel construida de modo que toda su parte interior se pudiera ver desde un solo punto.
Desde 1923, los terrenos y después el inmueble fueron entregados por la Diputación al extinto Ministerio de Gracia y Justicia, que lo mantendría en uso hasta 1980. Luego se entregaría al Ministerio de Cultura, y al de Economía y Hacienda, hasta convertirse en una propiedad de la Agenda Tributaria, que aún lo mantiene.
La Prisión Provincial, como aún se la conoce, que conserva el escudo de Murcia sobre su puerta principal, es un edificio de estilo neomudéjar en el que se alternan los patios y los enormes arcos de ladrillo de sus accesos y cuyas galerías antaño atesoraban espléndidas barandillas que desaparecieron en interminables pillajes.
El proyecto para convertir la cárcel en Museo Provincial recibió un varapalo administrativo en 1991, cuando el Ministerio de Cultura, sin contar con la Comunidad Autónoma, decidió abandonar el proyecto. Faltaban fondos para financiarlo. No contentos con olvidarse de la idea, el mismo ministerio impidió tres años después que la prisión se convirtiera en monumento histórico-artístico, según declararon los técnicos y publicó el diario ‘La Verdad’, «por el escaso interés arquitectónico del edificio».
Edificio protegido
El debate sobre el valor de la cárcel provocaría incontables galeradas en los años siguientes, apoyos y encontronazos políticos. Incluso se propuso derribarla y levantar un museo de nueva planta, pero una vez más se abandonó el proyecto. La razón fue la de siempre: crisis y falta de cuartos. Más tarde, Hacienda intentó mantener una parte del edificio y construir su nueva sede en la parte trasera, lugar que ocupaban las celdas de aislamiento. Nuevo fracaso.
Desde 1923, los terrenos y después el inmueble fueron entregados por la Diputación al extinto Ministerio de Gracia y Justicia, que lo mantendría en uso hasta 1980.
Hasta hace unos años, la Agencia Tributaria mantuvo vivo su proyecto. Entretanto, un amplio sector de la ciudadanía apoyó la declaración de la cárcel como Bien de Interés Cultural y se abrió un expediente. El Ayuntamiento de Murcia optó por proteger en el Plan Urbano del año 2000 la fachada y el panóptico, cuya cúpula central, quizá lo más valioso de todo el complejo según los expertos, se derrumbó por la desidia municipal. Por último, a buenas horas, el Consistorio cerró un acuerdo para conseguir la propiedad a cambio de otros solares.
Antes de eso, como bien explicó en su día Francisco J. Medina-Albadalejo en su artículo ‘La Prisión Provincial de Murcia: Una aproximación arquitectónica, histórica y cultural’, el Consistorio aprobó en su ‘Catálogo de Edificios y Elementos Protegidos del Plan General de Ordenación Urbana de Murcia’ que la Cárcel Vieja debía conservarse, «tanto el primer edificio de carácter representativo, como del panóptico de la prisión propiamente dicha. Ello, sin menoscabo de la rehabilitación que el edificio exija para los nuevos usos que se consideren oportunos. Deberá preservarse y conservarse toda la estructura espacial y sustentante del interior».
Otro cantar, tan triste que mejor olvidarlo, fue la función represora que la prisión cumplió durante la II República, la Guerra Civil y la dictadura franquista. Ejecuciones en uno y otro bando, masificación y adoctrinamiento en la postguerra, inconfesables atentados a los derechos humanos, desnutrición y torturas, hasta completar un terrible régimen penitenciario cuyos ecos aún retumban entre aquellas paredes carcomidas.
Ahora, tras el anuncio de su inminente restauración, quizás lo más interesante sería recuperar en el proyecto el histórico panóptico que era orgullo de la arquitectura española. Al menos, hasta que dejamos que se derrumbara sin que a algunos les temblara el pulso. Ahora es el momento, vista la cuantía de la inversión anunciada, de recuperarla tal cual estaba. Ahí lo dejo.
Fuente: http://www.laverdad.es/