POR JOSÉ MANUEL JEREZ LINDE, CRONISTA OFICIAL DE LA E.L.M. DE GUADAJIRA (BADAJOZ)
Desgraciadamente el fantasma de la devastación nos vuelve a visitar esta vez en comunidades del este peninsular pero con el mismo efecto letal. Acontecimientos que desgraciadamente traen a la memoria aquella terrible noche, y sobre todo la madrugada del 5 al 6 de noviembre de 1997, en la que sufrimos los efectos del viento y la intensa lluvia. Recuerdo que en aquel año además conservábamos aún las tradicionales persianas enrollables, que llamamos “alicantinas”, y que esa noche golpeaban insistentemente contra las ventanas. Hubo un momento en el que se hizo necesario apoyar la pesada y vieja máquina de coser “Singer” contra uno de los balcones. En cierto momento la fuerza de las ráfagas de viento acabaría por abrir las hojas de uno de estos ventanales.
El corte en el suministro eléctrico hacía presagiar una noche larga a la tenue luz de las pocas velas que pudimos repartir en aquellos puntos más necesarios de la casa. De lo que ocurría en el exterior solamente percibíamos los golpes de enseres arrastrados por el viento: cubos, macetas, esterillas… En realidad éramos ajenos a cuanto sucedía a nuestro alrededor, incomunicados y prácticamente a merced de las condiciones meteorológicas que no remitieron hasta casi el amanecer. Aquella terrible noche, y especialmente en la madrugada del día 5 al 6 de noviembre, estábamos inmersos sin saberlo en lo que ahora llamamos gota fría o “DANA”. Las primeras noticias que llegaban en la mañana del día 7 hablaban de una importante riada en la que Badajoz era el foco principal de la devastación y la tragedia. Las imágenes, que desgraciadamente hemos vuelto a revivir, traían a nuestra memoria el lodo, los numerosos daños materiales, y lo más terrible, esa cifra provisional de fallecidos que en un corto intervalo de tiempo se vieron sorprendidos por la adversidad.
Fuente: J.M.J.L.