POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Sé que hoy las prestaciones y condiciones de atención sanitarias, médicas y farmacéuticas, por desgracia no son igual que hace unos años. No es que los médicos, farmacéuticos, enfermeros y auxiliares no nos atiendan bien. Muy al contrario, en muchas ocasiones hacen gala de su profesionalidad superando con creces su cometido, a pesar de estar forzados por la Administración a no atender al paciente el tiempo necesario. Incluso, como los farmacéuticos son obligados a suministrar los productos, acumulándoseles las deudas que con ellos tiene la Conselleria correspondiente. Pero miremos atrás en el tiempo para fijarnos en la medicina ambulante, que no ambulatoria. Antes y en la actualidad, los beneficiarios de la Seguridad Social podían y pueden hacer uso de la atención médica en lo que se ha dado en llamar ‘desplazados’, incluso se puede hacer uso de la tarjeta sanitaria europea con las estrellas de los estados miembros, con validez por dos años y que nos sirve en caso de necesidad para los viajes por los países comunitarios. Dios no lo quiera, pero si se precisa nos servirá, aunque deberemos de pagar ‘in situ’ y luego supongo que nos lo reintegrarán.
Todo lo anterior es lo que atañe al paciente. Por el contrario, antes, en el último tercio del siglo XIX y primero del XX se daba el caso de médicos ambulantes que pasaban consulta de población en población, como en el caso de Orihuela, que algunos días de la semana lo hacían utilizando como despacho las habitaciones de posadas, fondas y hoteles. En alguna ocasión me referí que, en 1886, el dentista ilicitano Ramón Gonzálvez, semanalmente atendía a los pacientes en la Posada del Sol. Así como, ya en los años veinte, el Hotel Palace era el lugar donde atendían a los enfermos el médico del Manicomio Provincial de Murcia Raimundo Muñoz y el especialista en garganta, nariz y oídos Ángel Martín Fernández. Pero de todos los facultativos que en este último establecimiento hotelero pasaron consulta, tal vez, el más afamado fue el médico Marciano A. Salgado, que vino rodeado de un envidiable curriculum, allá por los años 1925 y 1926.
Marciano Andrés Salgado Sánchez era exinterno de primera clase del Hospital General, San Juan de Dios y Maternidad de Madrid, así como del Hotel Dieu, Broca, San Luis y Necker de París. Participó en los congresos internacionales de Medicina y Cirugía de Lisboa y Budapest. Estuvo en Cáceres los años 1914 y 1915, destinado en ‘Cirugía cavitaria (cráneo, pecho y vientre)’ de su Hospital Provincial. Así mismo, ocupó una plaza en Mora (Toledo) y en 1916, era director del Sanatorio Salgado para Ciudad Real y su provincia. Sin embargo, sus mayores éxitos los cosechó tras ser delegado por el Gobierno, en 1918, para algunas localidades como Villena y Elche durante la epidemia de ‘grippe’. Fue inventor de una vacuna contra este virus, llegando a efectuar más de veinte mil vacunaciones. El 7 de noviembre de dicho año se desplazó de Elche a Murcia, y se anunciaba en ‘El Liberal’ de esta última su deseo de acercarse a Orihuela, donde el brote epidémico persistía. De hecho, en nuestra ciudad el punto álgido de la epidemia se alcanzó durante todo el mes de octubre hasta el 17 de noviembre, contabilizándose 294 fallecimientos.
Marciano A. Salgado un año después fue candidato por el PSOE a las elecciones generales por Alcira, no saliendo elegido. Asimismo fue representante en los Congresos extraordinarios de dicho partido en representación de Mora (Toledo) en 1919 y 1920, de Sueca en 1921 y de Elda en 1928. En 1931, fue candidato republicano en Elda para las elecciones municipales de 1931. Hemos de destacar que mantuvo amplia correspondencia epistolar con Pablo Iglesias.
Mas volviendo a su estancia en los años veinte en Orihuela, en la que permaneció varias semanas «por motivos especiales», abriendo consulta como decíamos en el Hotel Palace. Para estar al alcance de los más humildes sus honorarios oscilaban entre 5 y 10 pesetas, efectuándose en este último caso el reconocimiento mediante Rayos X. Si por cualquier razón la visita la realizaba a domicilio, por la primera visita cobraba 10 pesetas y las restantes a 5. De precisarse llevar los Rayos X al domicilio de los enfermos los honorarios ascendían a 25 pesetas. Hacía valer su experiencia como cirujano general y de vientre y matriz con más de mil intervenciones, así como las aplicaciones intravenosas de 606, 914, contra la blenorragia y la tuberculosis.
Poseía reconocida experiencia en corrientes y baños eléctricos, diatermia y otras aplicaciones de electricidad. Avisaba que se convenían «los honorarios de antemano con los clientes o sus familias para que nadie pague más de lo que desee o pueda o quiera gastarse». Presumía de curar la tos-ferina o coqueluche en menos de ocho días, no cobrando nada a los pacientes hasta que estuvieran curados. Ofrecía sus servicios gratuitamente a los niños pobres o de la Beneficencia Municipal, siempre que lo acreditase una nota de su médico o un volante del alcalde, quedando a cargo de su peculio las medicinas que necesitaran dichos niños. Por último, establecía el horario de consulta de diez de la mañana a una, y de cinco a ocho de la tarde. Y añadía: «No nos dedicamos a enfermedades de la vista (ojos) ni de la piel y en las enfermedades nerviosas y mentales solo cuando esté indicada la sugestión o la hipnosis como medio terapéutico».
Aunque ahora las prestaciones y condiciones sanitarias son mejores que hace casi un siglo, hoy se han perdido muchas en detrimento del servicio y de la economía de los pacientes, que se deberían recuperar.
Fuente: http://www.laverdad.es/