POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Cuenta la historia, un tanto enmarcada por la fantasía y la leyenda, que hacia el año l630, cuando ya Europa sufría las terribles desgracias de la «peste negra», un barco de procedencia veneciana naufragó en la costa colunguesa cerca de la localidad de Huerres, parroquia de Duz.
Uno de los tripulantes náufragos, Joseph de Misso, devoto de la Virgen de Loreto, prometió que si salvaba su vida promovería la devoción lauretana allí donde se encontrare.
Ya en Colunga, y prestando servicio y ayuda en el hospital-albergue de peregrinos jacobeos, fundó en 1663 con la ayuda de varios sacerdotes del concejo y personas influyentes en la vida local y asturiana la COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LORETO, siendo Obispo de Oviedo don Diego Riquelme de Quirós y Papa S.S. Alejandro VII.
Los Estatutos de esta Cofradía fueron probados por un Breve, dictado por el propio Alejandro VII y en ellos, entre otros puntos, se concede «Indulgencia Plenaria» a todos los fieles devotos para los días de «la Presentación de Nuestra Señora, Santa Catalina Virgen y Mártir, Santos CIPRIANO y Cornelio, Santos Emeterio y Celedonio, de cada año».
¿Por qué SAN CIPRIANO en Colunga?
Les cuento.
San Tascio Cecilio Cipriano -más conocido como San Cipriano o San Ciprián – fue un Obispo de Cartago, en el siglo III, mártir durante el imperio de Diocleciano, y uno de los clérigos católicos más intelectuales de su época, comparable a San Agustín o a San Jerónimo. Prueba de su magisterio y de su sabiduría son las numerosas obras, cartas y trabajos que escribió tratando diversos temas teológicos, morales, costumbristas, etc. Sobre su vida e influencia cristiana se han escrito muchos libros, destacando la «Vita Caecilii Cypriani «, del diácono Poncio de Cartago y todos los estudios publicados en las Acta Sanctorum.
Bueno, muy bien… ¿y qué?
Pues que un siglo antes de nacer san Cipriano Roma y sus territorios fueron víctimas de una terrible pandemia conocida como «peste Antonina», causante de miles y miles de víctimas y muy bien descrita por el famoso Galeno. Otra pandemia similar a la «antonina», también terriblemente mortal, tuvo lugar entre los años 250 y 270 d.C., tiempos en los que era obispo San Cipriano y que él describió perfectamente en su trabajo «De mortalitate».
Se la conoce como «peste cipriana» o «peste de Cipriano» y, de acuerdo con muchos estudios realizados al respecto, la mayoría de los médicos optan porque se trataba de una GRIPE acompañada de VIRUELA o de SARAMPIÓN. En cierto modo un «algo parecida» a la terrible «peste negra».
Por su dedicación a los apestados y por su intervención, supuestamente milagrosa, en la curación de enfermos, se considera a SAN CIPRIANO COMO ABOGADO PROTECTOR contra todo tipo de epidemias y pandemias.
A principios de marzo les hable de las «ROGATIVAS» que celebraba y rezaba la Iglesia en momentos de desgracia para implorar la intervención de los santos. Por supuesto, nadie me hizo caso… salvo el Papa Francisco a quien vimos, hace unos días, anciano y triste, implorando la ayuda del «Santo Cristo de la Peste» y de la Virgen María «Salus populi romani». Con dolor de alma y con súplica de clemencia impartió la bendición universal («Urbi et Orbi») a toda la humanidad, creyente o no (que eso no importa).
COLUNGA, desde el siglo XVII, venera a SAN CIPRIANO y, ¡quién lo diría!, casi nadie lo sabe. Y hoy, en estos días de pandemia vírica, ¿piensa alguien en recurrir a su ayuda?
Los cofrades lauretanos colungueses ¿se mantendrán callados?
Cuando termine esta «clausura doméstica» a que nos condena el virus maligno, ¿por qué no «visitar» a SAN CIPRIANO en su -nuestra- Capilla de Loreto y decirle simplemente, con corazón agradecido, ¡GRACIES, HOM!, ESTI AÑU VAMOS SACATE EN PROCESIÓN ACOMPAÑANDO A LA VIRGEN. MERÉCESLO BIEN!