POR MARTÍN TURRADO VIDAL, CRONISTA OFICIAL DE VALDETORRES DE JARAMA (MADRID)
Ardua es la cuestión, aunque no llegue a tener la transcendencia del ser o no ser que se planteaba Hamlet. Nada mejor para resolverla que acudir a la prensa de ese año. Alguien por ahí ha encontrado la clave que da una solución definitiva y pontificada a este espinoso asunto. Se encuentra en un periódico, “El pueblo soberano” que publicó el día 22 de enero de 1841 un comunicado del brigadier José Grases, jefe político de Madrid, remitido el día 21 de enero de 1841, en el número 31[1].
Como hay por ahí alguien que no se acaba de enterar de la supresión de la policía se le transcribe el comunicado íntegro en cuestión, para ver si así se da por aludido. Pero, con la intención sana de obligarle a leer demasiado, cosa que es de agradecer, se omiten las consultas a los números anteriores del periódico, a los que hace referencia explícita y la transcripción de una breve entradilla que los redactores del periódico pusieron al comunicado. Tampoco es que el autor, un celebérrimo autor, que nada deja que desear, se esfuerce mucho en poner ese texto en su contexto histórico ni se haya molestado tampoco demasiado en buscar los antecedentes ni porqué les mandó el jefe político este comunicado como vamos a ver a continuación.
Las conclusiones, tal vez pequen, de ser algo escuetas. Pero el autor sigue los sabios consejos de Gracián, de que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. A lo que cabría añadir que la sabiduría se debe suministrar en pequeñas dosis para no empalagar. Son las líneas siguientes: “Por tanto, Martín Turrado Vidal, le queda claro una vez más que en 1841, no existía la Policía, y que el nombre de Protección y Seguridad pública, lo dio la Reina Regente en su decreto de 26 de agosto de 1836 a los alcaldes constitucionales”.
Según este comentarista, no existía más policía que, citando literalmente el comunicado, “la que existe a cargo de los alcaldes constitucionales con arreglo a la ley, y que esta no ha sido infringida desde que se me confió el cargo que desempeño”. Esta es la cita fundamental para negar la existencia a la policía ese año de 1841. Se convierte así en la piedra angular de su argumentación.
Decía Cervantes que nunca segundas partes fueron buenas. Tampoco lo son en este caso las primeras, porque este texto no está enmarcado en su contexto histórico ni responde a lo que se está discutiendo de fondo entre el periódico y el jefe político. La cuestión de la existencia de la policía en esa fecha de 1841 queda zanjada en varias ocasiones de una forma contundente en el mismo periódico “El Pueblo Soberano”. La primera, el día 18 de ese mes, en un artículo titulado “Polisones”, deja muy claro a qué tipo de policía se está refiriendo: “En el número 4 de nuestro diario, correspondiente al 4 de diciembre dimos conocimiento a nuestros lectores de los rumores que, sin haber llegado a nuestros oídos con otro carácter, nos alarmamos hasta el punto de no poder resistir al deseo de referirlos: tratábase de la policía secreta”.
La segunda se produce el 21 de enero en que se queja de que miembros de la policía pública protestaran por sentirse aludidos en el periódico. El periódico sale al paso de estas protestas en la forma siguiente: “Para evitar, pues, ulteriores desagradables contestaciones con las personas que la componen, declaramos que todo cuanto hemos dicho respecto de la Policía debe entenderse, y va dirigido a la infame institución de la Policía secreta y en ello nos ratificamos; pero que ni, directa, ni indirectamente ha sido nuestro ánimo repeler por concepto alguno la institución de la Policía pública, ni ofender remotamente las personas de los que la componen; y que lejos de ello creíamos haber dado a entender nuestro pensamiento con bastante claridad, cuanto en el citado número 27 decíamos”. (21-1-1841)
La tercera va colocada delante del comunicado del jefe político, que ratifica y confirma las anteriores. Dice lo siguiente: “Sin embargo, los rumores a que nos referimos siempre que de policía secreta hablamos, ni pueden perjudicar en nada los buenos servicios del señor Grases, ni quedan desvanecidos con el respetable testimonio que nos proporciona de que a sus órdenes se halla solamente esa policía pública única compatible con la libertad de los ciudadanos. Contra esa institución nada hemos dicho: su fomento y buena organización deseamos; y los escrúpulos que algunos de sus individuos habían mostrado, creyendo lastimada por nosotros su reputación, han recibido por nuestra parte la debida explicación que hicimos en, el número de ayer”.
El comunicado del jefe político de Madrid confirma, a su vez, lo dicho por el periódico. ¿Qué dice, pues, este fantástico hallazgo documental?[2] Que existían celadores de protección y seguridad pública en Madrid, que pertenecían a la policía pública, porque la secreta era cosa del pasado -era realmente a la que se negaba la existencia-. Entre sus funciones estaban la de ser auxilio para los alcaldes, sin depender de ellos, y cuidar de la seguridad de los vecinos. ¿De quién recibían órdenes directamente estos probos funcionarios? Lo dice muy claro: “cualquiera que desee conocerles les bastará acercarse a los corredores de la jefatura política a la hora de dar el parte y de tomar la orden, y en ella verá a todos reunidos”. La jefatura política era equivalente a la actual delegación del gobierno en Madrid. Por eso, en el texto se matizaba que “para auxilio de”, no dependiendo, de los alcaldes.
¿Cómo podría ser todo esto posible, si no existía policía en 1841 y menos el 21 de enero de ese año, cuando fue redactado este documento? ¿Cómo podía ser que el jefe político –equivalente al delegado del gobierno actual- diera órdenes diariamente a los celadores de Protección y Seguridad Pública de Madrid. ¿Irían a la jefatura política los alcaldes constitucionales y de barrio, disfrazados de celadores, a recibir esas órdenes? Este nudo gordiano quedaría resuelto de forma satisfactoria. Había una dificultad no menor: eso era imposible, al no depender estos personajes del jefe político.
La verdad es que hay algún otro problema, pero no tiene importancia. Hay alguna afirmación más como, por ejemplo, esta: “el nombre de Protección y Seguridad pública, lo dio la reina regente en su decreto de 26 de agosto de 1836 a los alcaldes constitucionales y de barrio”. Ese decreto de 26 de agosto no existe. Supuesto que existiera hubiera llegado tarde, porque el nombre de Protección y Seguridad Pública se le dio a la Subdelegación especial de Policía de Madrid el 18 de agosto de ese año, pocos días después del motín de la Granja. El primer documento oficial, en que se reconoce ese nombre para todo el reino, data del 18 de diciembre de ese año. Se hizo por una resolución de la jefatura política. La prensa dice expresamente a sus lectores para que se aclarasen con el nuevo nombre, que “ahora es como se llama a la policía” (El Eco del Comercio), no interviniendo para nada la Reina regente en ese cambio. Tenía bastantes cosas más importantes de qué ocuparse estando tan reciente el golpe de Estado, dado por los sargentos de La Granja. Los celadores de barrio, de quienes habla el comunicado, eran los celadores de policía, que venían ejerciendo sus funciones desde el año 1824.
Otro refrán nos advierte de que ninguna desgracia viene sola. Cosa que en este caso también se cumple. Son dos párrafos que nuestro maestro se ha pasado, tan ricamente, por alto: “Existe además un cuerpo de veinte hombres con la denominación de ronda de capa, su encargo es exclusivamente prestar auxilio a los alcaldes y perseguir a los malhechores, ladrones y desertores. Posteriormente a los sucesos de 1º de septiembre ha recibido una nueva organización; el jefe político, mi antecesor, que se la dio, no será, ciertamente, para ustedes, de una opinión dudosa”.
¿Existía una ronda de capa, destinada a perseguir a los malhechores, ladrones y desertores? ¿A qué organismo pertenecían sus componentes? Esas funciones ¿eran ajenas completamente a la policía, perdón, al ramo de Protección y Seguridad Pública, como en ese momento se llamaba a la policía? ¡Ah! Se me olvidaba que, por esas fechas, estaba suprimida. ¿Quién o quiénes formarían parte de esa ronda de capa? A la fuerza tenían que ser gentes o que no habían nacido o que ya estaban en la otra vida. En todo caso, se trataba de entes fantasmales, no personas de carne y hueso, que entraban y salían todos los días, porque allí tenían su sede, de la jefatura política de Madrid. Eso no era obstáculo para que esas rondas de capa detuvieran a algún que otro desertor de algún presidio o de alguna cárcel, ni por supuesto, que su jefe, en aquellos momentos, Francisco García Chico, cobrara un sueldo un poco decente hasta 1852 en que fue sustituido por Anselmo Cruz. La nueva organización que se le dio a partir del 1 de septiembre de 1840 debió de ser muy fácil de llevar a cabo al tratarse de reformar algo inexistente. El jefe político la daba por realizada, luego algo falla en ese comentario.
Hay más y peor. Haya dos hechos que son inexplicables, si se admite que la inexistencia de la policía ese año. El primero es la petición del general Facundo Infante, Ministro de la Gobernación, de una partida presupuestaria los días 13 y 14 de julio de 1841 para atender a las necesidades del ramo de Protección y Seguridad Pública que estaba presente en todas las provincias, según dijo un diputado en el Congreso, y por eso se aprobó. El segundo hecho fue que el mismísimo brigadier Grases, el 3 septiembre de 1841, el día antes de ser cesado como jefe político de Madrid, procedió a una reducción drástica de 20 a 12 en los componentes de la ronda de capa y otra muy importante en los celadores de barrio. ¿Cómo podría haber hecho estas reducciones de personal si hubieran dependido de los alcaldes constitucionales, por lo que hubiera carecido de competencias para hacerlo? Averígüelo Vargas…
Ha quedado demostrada la existencia de la Policía tanto en números anteriores del periódico como en el documento, convertido en piedra angular para su negativa, como en el contexto histórico en que hay que situar esta cuestión. Pero, también hay daños colaterales. Queda claro que el respeto a la Historia que tienen algunos es bastante mejorable. Tampoco queda muy bien paradas invocaciones a una información veraz, cuando el mismo documento utilizado para negar la existencia de la policía, confirma su existencia en tres ocasiones. El mismo periódico dice en sus números con toda claridad a qué policía se refiere. No hablemos ya de la honradez intelectual ni de la credibilidad de ciertos autores, que no hay forma de encontrarla por ningún sitio, como tampoco un elemental sentido del ridículo. Y su argumento de que la policía estaba a cargo de los alcaldes constitucionales y los alcaldes de barrio es absurda: el jefe político tenía a su cargo a la policía gubernativa, pero no era el único componente de la misma en su provincia, estaba al cargo de una plantilla prevista en los presupuestos.
Notas:
[1] https://benemeritaaldia.es/la-veracidad-es-como-el-honor-una-vez-que-lo-pierdes-es-complicado-volverlo-a-recuperar-jose-luis-borrero-gonzalez/
[2] Conozco toda esta documentación, porque, ¡oh casualidades de la vida!, estoy haciendo un trabajo por encargo para una revista sobre las rondas de capa, antecedentes de las Brigadas de Investigación Criminal. Lo había encontrado y manejado, porque tengo hasta el expediente del brigadier José Grases, el jefe político de Madrid. Trabajo mucho la documentación -soy documentalista-, porque carezco de la ciencia infusa que otros poseen y, sobre todo, antes de escribir procuro hacerlo el máximo posible. Nuestro buen amigo y compañero el Inspector Jefe Martín Turrado Vidal, nos remite este interesante artículo con el que se da respuesta a esas opiniones interesadas y absurdas que pretenden poner en duda, por intereses de grupo, la antigüedad de la Policía Española.
FUENTE: https://cnpjefb.blogspot.com/2024/04/existia-la-policia-en-1841.html