UNA HUMILDE VECINA, ÁNGELA ABENZA PAGÁN «LA PELONA»
Jun 20 2017

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

La historia, no siempre evoca los hechos grandiosos de la vida, ni el recuerdo de ilustres personajes, que realizaron actos que fueran reconocidos por los estudiosos, como relevantes.

Siempre han existido infinidad de personas anónimas qué, en los estratos sociales en los que les tocó vivir, hicieron cosas sencillas, que les distinguieron de las demás.

A finales del año 1879, nació en mi pueblo, Ángela Abenza Pagán, que heredó de su madre Isabel. el apodo de «La pelona». Esta sencilla vecina, que vivió en una época, en la que la higiene era un bien necesario pero escaso, tuvo que soportar varias epidemias de parásitos; tales como piojos y liendres, que afectaba a todas las personas pero, sobre todos, a los niños y niñas del pueblo.

Pues bien, Ángela, se dedicaba a bañar con vinagre las cabezas de todos los pequeños del pueblo y, a continuación, raparles las cabezas al cero.

Como las niñas suelen tener las cabelleras más largas que los niños, los nidos de estos parásitos estaban expandidos por sus cabezas y, también, por sus ropas; sobre todo: en sus costuras.

Cuando una madre, o las abuelas, tenían que llevar a su hija para que Ángela les cortara el pelo, siempre decían que las llevaban a «La pelona» y, por consiguiente, con el apodo de «pelona» se quedó.

Su marido, al que se conocía como el “tio López” cuando regresaba del campo con su mula cargada con haces de leña o de esparto, se quitaba la gorra y, con una sonrisa le decía a Ángela ¿te has bañado con vinagre? y, tras una mirada cómplice, se marchaba a la cuadra con su mula. El tío López, que casi siempre estaba de buen humor le cantaba a su mujer ¡donde está mi pelona!

Fue en 1929, cuando Ángela Abenza Pagán, tuvo que utilizar, de nuevo, las herramientas de pelar, o rapar, las cabezas de los niños ya qué, con «Las lendreras» no eran capaces de acabar con dicha epidemia.

Las madres y las abuelas sacaban de sus casas a los niños, les sentaban en unas sillas de lía o de anea y, de espaldas al sol, les realizaban sus expurgues. Casi siempre, con alguna excepción, tenían que recurrir a «La pelona».

Descendientes de Ángela Abenza Pagán, fueron la madre de «los López» e Isabel López, mujer de Antonio Marín «El ratones». Ambas, dos humildes vecinas del siglo XX, que no constan en las hemerotecas.

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