POR ÁNGEL RÍOS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE BLANCA (MURCIA)
El esparto, esa planta de la familia de las gramíneas, con hojas muy largas en forma de filamento y que sirve, entre otras cosas, para el trenzado y posterior elaboración de alfombras, cuyo ejemplo lo encontramos en Industrias Magineroso, hoy Dª. Antonia Molina Pérez, una de las pocas que quedan en nuestro país que se dedique a este tipo de manufactura.
Los orígenes de esta industria se remontan a finales del siglo XIX en que D. Rafael Molina Cano fundó un grupo de empresas, con el nombre de “Fábrica San Rafael”, formado por fábrica de hielo, telares de hilo y algodón, puntas metálicas (púas) y una pequeña central eléctrica (la primera de la Región; suministraba la energía necesaria para mover los telares y otras maquinarias y, con la energía sobrante, se realizó el alumbrado público del pueblo de Blanca, en 1892), fábricas de picar esparto e hilado y fabricación de alfombras.
Al morir éste, el 28 de febrero de 1896, con tan solo 36 años, la empresa pasó a su viuda, Dª. Purificación Fernández, que se vio obligada a deshacerse de ella transmitiéndola a D. Joaquín Payá López.
Es en 1919 cuando su hijo, D. Generoso Molina Fernández, funda “Industria Magineroso”, a partir de los vestigios de las fábricas de su padre del machacado de esparto y de la confección de alfombras con este material. Por estas fechas el esparto gozaba de uno de sus mejores momentos pero es después de la posguerra, entre 1940 y 1960, cuando las alfombras tienen su mayor demanda, exportándose a toda Europa, especialmente a los Países Bajos, dando trabajo a uso 300 obreros/as (en la actualidad tiene una decena).