POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
Son Maeve, Virio, Tamal, Nicer, Silo, Sen, Odegino y tantos otros, personajes de la ciudad sagrada de Castro cuyos espíritus errantes han acudido a la vieja Cánicas para rememorar aquel tan lejano último tercio del siglo I antes de Cristo, cuando César Augusto -el primer emperador romano- había emprendido campañas contra los pueblos nórdicos de la Península Ibérica: Cántabros, Astures y Galaicos.
De la mano de su creador, Juan Noriega Álvarez, nacido en Villacondide (Coaña) en el año 1932, “La Noche Celta” fue una novela escrita por el mismo y publicada hace ahora treinta años.
Una novela plena de fantasía donde se mezclan el pasado y el presente.
Maestro, inspector de Educación durante no pocos años, doctor en Ciencias de la Educación, Noriega pergeñó y publicó diversos libros de texto -junto con otras personas, como su esposa Milagros Arbesú- que se utilizaron en los colegios durante el tiempo que estuvo vigente la Educación General Básica (EGB), ocho cursos de escolarización obligatoria divididos en dos etapas, cuya estructura pasó a estar compuesta por tres ciclos a partir del año 1981: Inicial (1.º y 2.º), Medio (3.º, 4.º y 5.º) y Superior (6.º y 7.º de EGB).
Aunque natural de Coaña, Noriega estaba muy vinculado al Oriente asturiano y concretamente a Cangas de Onís, donde residía; contaba en su haber más de medio centenar de publicaciones cuando falleció en el año 2013, con 81 años de edad.
Cuando este cronista ejercía su profesión educativa en el Colegio Público “Río Sella” de Arriondas, coincidí durante algún tiempo con Juan Noriega como inspector y -a petición suya- colaboré con él en temas relacionados con la Lengua Inglesa que yo mismo impartí en dicho colegio durante casi tres décadas, materia en la que él estaba muy implicado en aquel momento, incluso -al final del trabajo- me concedió lo que antes se conocía como un “voto de gracias”, una pública expresión de cortesía y reconocimiento por la colaboración prestada.
Juan Noriega Álvarez recibió en 2003 la Medalla de Plata del Principado como testimonio y homenaje por su vida dedicada a la educación y a la cultura en general.
Por otra parte, el compositor cangués Ramón Prada Blanco, se inspiró en la citada obra de Noriega “La Noche Celta” para escribir una composición musical en el año 1992 a la manera de un poema sinfónico, estructurado en diecisiete movimientos que se van sumando a modo de momentos instrumentales breves, con un intencionado carácter dancístico.
En el año 1998, el muy elogiado director de orquesta chileno Maximiano Valdés -durante dieciséis temporadas al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias- estrenó con notable éxito en el francés XXVII Festival Intercéltico de Lorient este poema sinfónico, ayer escuchado en Cangas de Onís.
Parece que fue intención expresa del compositor Prada al escribir esta obra el reivindicar la música celta de una forma más o menos explícita, arropando la novela de Noriega y asociando los momentos melódicos con evocaciones a los moradores de las aproximadamente ochenta cabañas del antiquísimo Castro de Coaña.
Como es sabido, la actual llamada música celta describe un amplio grupo de géneros musicales apoyados en la tradición musical popular, dentro de la tradición celta de nuestra Europa Occidental.
Escocia e Irlanda a la cabeza, y sumándose a ellas Gales, Bretaña, Galicia, Asturias y hasta zonas de Cantabria, León y norte de Portugal, etiquetan como celta algunas de las músicas que les son tradicionalmente propias.
Pero el sonido real de la música de los más antiguos celtas puede asegurarse que sigue siendo un auténtico misterio.
Si los instrumentos tradicionales de toda música celta que se precie van encabezados por la gaita, el violín, la bombarda, la flauta travesera, el arpa celta y el bodhrán o tambor de marco irlandés, era por ello imprescindible la presencia de la Banda de Gaitas «Ciudad de Cangas de Onís» para dar vida al poema sinfónico escrito por Ramón Prada, junto con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA).
Habrá que precisar que la bella factura del concierto que comentamos nos parece como una forma de repensar la posible música de aquellas tribus enemigas del Imperio Romano, en una especie de exotismo acunado por el discurso romántico de lo desconocido, pero bien idealizado.
A los casi setenta profesores que componen la orquesta -situados en el estrado instalado sobre el puente que hace de pórtico a la ciudad canguesa- se les veía sonrientes y relajados, algo no frecuente en los conciertos que se podrían considerar más “académicos”, propios de las serias salas de audiciones.
Pasajes de lirismo a lo largo de los 50 minutos de interpretación hubo varios. Amoldar la esencia de las tradicionales músicas asociadas con el mundo celta, desarrolladas con el estilo personal de Prada, abre las puertas a fusiones de sonidos en los que es experto desde hace años.
La frescura del ensamble y los procedimientos compositivos facilitan la renovación de este tipo concreto de música, abriendo la puerta a nuevos y prometedores horizontes.
Para el gusto personal de este cronista, los poco más de dos minutos del brillante segundo movimiento deberían formar parte de una repetición musemática con la misma figura musical, de forma que su impactante figura rítmica fuese acogida en más momentos dentro del poema sinfónico, sin necesidad de repetir exactamente las mismas notas.
Si el hecho de programar “La Noche Celta” al pie del puente medieval y en la ciudad que vio nacer al compositor de la obra -después de casi treinta años de ser escrita- tenía una finalidad lúdica, didáctica y emotiva, lo ha conseguido con creces.
Poco importa que los celtas no conociesen la gaita -instrumento que no existió en los siglos anteriores a nuestra era- lo que importa es que el arco céltico atlántico tuvo esta pasada tarde-noche en Cangas de Onís una muestra donde la homogeneidad surgida de diferentes instrumentos, supo complementarse sin perder sus raíces, dando lugar a tonalidades, ritmos, timbres y tempos que facilitaron una hechura musical bien estructurada e interpretada, con el inesperado acompañamiento de fondo de la aguas del Padre Sella, no acostumbrado a discurrir bajo el puente medieval con la melodiosa compañía de partituras musicales cargadas de sentimientos, metáforas, ensoñaciones mitológicas y reglas -tácitamente aceptadas- de naturaleza simbólica.
Daniel Sánchez Velasco -ayer al frente de la OSPA en Cangas de Onís- goza de una merecidísima reputación y acumula un currículo en su vida musical muy destacado.
Muy prolongados aplausos recibieron al final, tanto la orquesta como la banda de gaitas.
El director dio dos propinas musicales, la primera un arreglo hecho por él mismo de la composición “Ayer vite en la fonte” y -como cierre definitivo, de nuevo con la banda de gaitas- un bis del emotivo segundo movimiento de “La Noche Celta”.
Por todo ello, imaginamos a Juan Noriega Álvarez (desde otra dimensión desconocida) y Ramón Prada Blanco, compartiendo una torca de plata de fino sogueado en cuya diadema aparece grabada a buril no el nombre de “Maeve”, sino la de “ofrenda”, a modo de regalo que las deidades celtas de la escritura y de la música les habrían entregado al pie del viejo puente de piedra, en este recién iniciado otoño de 2021.
Finalmente, debo dar las gracias al Excelentísimo Ayuntamiento de Cangas de Onís por esta nueva invitación que me ha remitido, en este caso para asistir al concierto que acabo de comentar, así como a todos los agentes relacionados con el mismo comprometidos en la gestación de este más que interesante producto cultural.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez
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