POR JOSÉ LUIS LINDO MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE ARANJUEZ
«Sesenta años suma nuestra vida, ochenta tal vez si somos fuertes; pero es su mayor parte fatiga y quietud, pues pasan pronto y nosotros nos vaciamos».
Libro de los Salmos, XC-10
Cuando se me solicitó por dos mayores de mi Residencia, Dª. Petra de Pedraza y Dª. Visitación Tristán, que escribiera algo de la Casa desde sus inicios con el fin de incluirlo en el Boletín Interno de los mayores, les dije que un día, hace ya años, me prometí no escribir nunca de mi centro, de mi Casa. No obstante, con el fin de agradarlas, hoy rompo esa promesa. Y lo hago quizás por nostalgia a otros tiempos que tuve la gran fortuna de vivir. Cuando determinados valores del ser humano eran incuestionables. Cuando el servicio en la Casa era por y para el mayor. Cuando el respeto del trabajador hacia el residente o mayor, era un valor incontestable. Cuando el concepto de la Casa estaba por encima de cualquier otra cuestión. Cuando el respeto entre trabajadores, en los que me incluyo, era norma común. En fin, por estas y otras muchas razones que no me hubiera gustado recordar. Esta es una brevísima síntesis de cuarenta y un años de mi vida al servicio del mayor.
Con el inicio de la década de los años setenta del siglo XX, la Diputación Provincial inicia una política de atención preferente a la creación y mantenimiento de los centros en distintas localidades de la provincia de Madrid a los que después se les daría el nombre genérico de Ciudad Social de Ancianos «Francisco Franco». Unos centros donde las personas de la tercera edad pudieran culminar en un ambiente de seguridad, felicidad y alegría la etapa final de su vida.
A finales de la década de los años sesenta del siglo pasado, la Ley de Régimen Local, en su artículo 245, establecía que entre las obligaciones mínimas de la provincia se encuentra, la instalación y sostenimiento de centros de ancianos.
La Residencia de Ancianos más antigua a cargo de la Diputación Provincial de Madrid era hasta entonces la Residencia de Ancianos de «San Isidro Labrador» que estaba instalada en Aranjuez. Fue inaugurada en 1927 por S.M. el Rey D. Alfonso XIII, con el tiempo fue conocido este centro como el Asilo San Isidro de Aranjuez. En la década de los años setenta la capacidad de este centro alcanza doscientos diecinueve ancianos. No existían habitaciones individuales, contaba con tres habitaciones dobles y treinta triples para una población de setenta y cuatro hombres y ciento treinta una mujeres, y estaba atendido por religiosas con un presupuesto de 46.447.459 pesetas
Casi cincuenta años después, el día 19 de octubre de 1970 el entonces Jefe del Estado Francisco Franco inaugura la primera Ciudad Social de Ancianos «Francisco Franco» de la Diputación Provincial en el Km. 13 de la Carretera de Colmenar Viejo. Según las crónicas periodísticas de la época, la construcción de esta primera Ciudad Social de Ancianos, supuso salvar reparos por parte de determinados sectores de la sociedad española ante lo que constituía un ejemplo excesivo de comodidad. Después algunos serían los que tratarían de arrogarse la idea del proyecto a favor del anciano que acababa de iniciarse, cuando habían denostado y puesto todas las trabas posibles al proyecto.
Una de las personas que puso todo su oficio y empeño en que Aranjuez fuese la siguiente población de la Provincia de Madrid donde se construyese la siguiente Ciudad Social de Ancianos, fue el entonces Alcalde de Aranjuez Antonio Clavet Fernández-Victorio. Clavet, era de profesión Abogado, Diputado Provincial por el Partido Judicial de Chinchón, Secretario de la Delegación Local de la Cámara de Comercio e Industria de Aranjuez, Letrado colaborador de la Delegación Comarcal de Sindicatos, y estaba en posesión de numerosas condecoraciones. Era una persona muy valorada por el entonces Presidente de la Diputación Provincial Carlos González Bueno.
Un año después se iniciaban las obras para la construcción de la segunda Ciudad en Aranjuez. Seguidamente vendrían las Ciudades de Ancianos de Alcalá de Henares en 1973, Colmenar Viejo en 1974, Arganda del Rey en 1975, San Martín de Valdeiglesias y Torrelaguna en 1976, Villaviciosa en 1977, y finalmente en 1978 se inauguraba la última Ciudad Social de Ancianos en Las Rozas. Fueron en sus inicios modélicas en su género por su concepción, siendo el factor común la preocupación por la dignidad de los residentes en el establecimiento, superando el concepto o figura de los antiguos asilos y su sentido peyorativo.
Respecto a la Ciudad Social de Ancianos en Aranjuez las obras se inician en 1971 bajo la dirección técnica del arquitecto Manuel Ambros Escarellas y los aparejadores Serrano y Más de la constructora LAING IBERICA S.A. en una superficie de 180 hectáreas, creando un complejo arquitectónico construido de 35.000 m2. La estructura del edificio está formada por cuatro bloques separados, de cuatro plantas sobre la planta noble o baja. El coste total de la obra a su conclusión había ascendido a doscientos un millones de pesetas, y el equipamiento ciento nueve, siendo el total de trescientos diez millones de pesetas. En su inicio el edificio tenía una capacidad para cuatrocientos ochenta y nueve residentes, con treinta y tres habitaciones individuales y doscientas veintiocho dobles.
La Ciudad Social de Ancianos tenía las siguientes dependencias en su origen: hall de entrada y galerías de distribución, conserjería, dirección y cartería, administración, salas de visitas de adultos e infantiles, biblioteca, salón de actos para ofrecer teatro y cine con los más modernos aparatos de proyección, capilla, viviendas de dirección, gobierno, interventor, etcétera, enfermería capaz de ingresar para atención médica a veinticinco personas, cafetería, cocina y sus dependencias, cuatro comedores y uno más de invitados, salones de estar y recreo, tres solanas, dormitorios para personal interno, almacenes, lavandería, peluquerías de caballero y señora, tienda, central térmica y de transformación de electricidad, y así un largo elenco de departamentos al servicio del residente. Fue en sus inicios una ciudad modelo, ejemplar, considerándola a nivel europeo como una de las mejores, ya que respondía a las necesidades de la población de la tercera edad. Como ejemplo de los servicios ya citados que se prestaban en sus inicios, hay que destacar la proyección de películas todos los jueves. Se realizaban funciones de teatro o zarzuela con actores que eran figuras de aquellos días. En la tienda se vendía al residente: dulces, perfumería, material de escritorio, mercería, estanco e incluso se podía echar boletos de Apuestas Mutuas Deportivas. En el aspecto del decoro e higiene del cabello, los residentes que pasaban por la peluquería, en el caso de los caballeros para afeitarse, debían pagar ocho pesetas, y por un corte de pelo, veinte. A las señoras, por lavar y marcar, les costaba veinticinco pesetas. Unos precios que estaban unificados para todas las Ciudades de Ancianos por medio de los respectivos Consejos de Administración.
Cuando se inicia la andadura de la Ciudad Social de Aranjuez, lo hace con una plantilla de 186 empleados, siendo porcentualmente de 0,38 empleados por residente, con una cifra de 93.845.333 pesetas en devengos salariales. En comparación con la Ciudad Social de Alcalá de Henares que se inauguraba un año después, siendo gemela en su morfología arquitectónica con la de Aranjuez, la alcalaína contaba con 222 trabajadores con un gasto de 101.831.638 pesetas. En la actualidad, la plantilla de empleados fijos de la Residencia de Mayores «Santiago Rusiñol» (entonces Ciudad Social de Ancianos), asciende a 274, más los contratos eventuales y suplencias ascienden en total a 371 trabajadores. La población de residentes alcanza un total de 437 personas.
El día 16 de mayo de 1972 Su Alteza Real el Príncipe de España D. Juan Carlos de Borbón inauguraba la Ciudad Social de Ancianos «Francisco Franco», acompañado del Ministro de la Gobernación Tomás Garicano Goñi, el Presidente de la Diputación Provincial de Madrid, Dr. D. Carlos González Bueno; el Cardenal Arzobispo de Madrid, Vicente Enrique Tarancón; el Alcalde de Aranjuez, Antonio Clavet Fernández-Victorio, Corporación Municipal y otras personalidades. D. Juan Carlos llegó pilotando el helicóptero y fue recibido por numerosos ciudadanos ribereños con muestras de calor, cariño y envuelto en enormes ovaciones. A la entrada descubrió una placa con la leyenda:
«SS.AA.RR. Los Príncipes de España Inauguraron esta Ciudad Social de Ancianos “Francisco Franco” el día 16 de mayo de 1972».
Una vez dentro del edificio, en la gran mesa, que aun hoy existe, S.A.R. D. Juan Carlos firmaba en el «Libro de Oro de la Ciudad», para seguidamente realizar un recorrido por toda la Ciudad acompañado de las autoridades provinciales y locales.
De esta leyenda situada en el porche de la Ciudad Social, llegada la democracia, desaparecía el nombre del anterior Jefe de Estado: Francisco Franco. De igual forma desaparecían, en la azotea del edificio, en el frontal, las grandes letras que por la noche se iluminaban. Asimismo existía otra leyenda en el porche frente a la anterior alusiva a los artífices de la obra bajo sus mandatos en aquellas épocas: Francisco Franco y el Presidente de la Diputación Provincial de Madrid Carlos González Bueno, que también fue quitada.
El día 13 de septiembre de 1972 comenzaba la andadura de esta Casa bajo el nombre de Ciudad Social de Ancianos ribereña. La Dirección estaba a cargo de Antonio Díez Cid, como Gobernanta Belén González de Castejón Careaga, y como Interventor Ramón Sunico Gener, siendo el Capellán Vicente Lorenzo Sandoval, quien pertenecía al Cuerpo de Capellanes de la Diputación Provincial de Madrid, era la segunda residencia que inauguraba esa Institución madrileña.
Dos días después, se iniciaba el ingreso de los primeros residentes con sus esposas o solos, por ejemplo, los señores José Coroas Franco, Juan Ruiz Flores, Antonio Núñez Camba, Julio García Condoy, José Ferrero Velasco, Serafín Tristán García, y así una larga lista que poco a poco tomó posesión de su Casa. De las diez grandes Ciudades Sociales de Ancianos que se inauguraron por la Diputación, la de Aranjuez fue considerada el modelo, el escaparate de todas ellas en instalaciones, limpieza, servicio, atenciones, comidas, vestuario…
Seis años después de iniciar la andadura el centro, la distribución de la población por sexos era de ciento sesenta hombres y trescientas dos mujeres, siendo la ocupación en ese año del 96,2 por ciento. El presupuesto general para el mantenimiento del centro era de 158.949.264 pesetas. El presupuesto mensual por residente estaba en 27.087 pesetas, ascendiendo el gasto total al año a 325.049 pesetas. Según datos oficiales de la entonces Diputación Provincial, ningún residente pagaba igual. Los matrimonios que no alcanzaban las tres mil pesetas de jubilación no pagaban nada. Los residentes que ingresaban individualmente y tenían unos ingresos de mil quinientas pesetas, tampoco contribuían. Todos los que sobrepasasen estas cantidades, ingresaban el setenta y cinco por ciento de lo que percibían de pensión.
Hoy, cuando se cumple el cuadragésimo primer aniversario de su inauguración, ahora bajo el nombre de Residencia de Personas Mayores «Santiago Rusiñol», la Dirección del centro la ostenta, tras nueve Directores, Manuel Jiménez Liaño, siendo la Gobernanta Mariví Corral Moreno, y como Sacerdote Jesús Díaz Ronquillo, quien el día 5 de junio celebró sus bodas de plata en la propia Residencia.
Desde hace años, la filosofía de la población de residentes y del centro ha variado en algunos aspectos. De aquellos inicios los trabajadores de la Casa tuvimos siempre presente un valor indiscutible: el respeto, y se sigue manteniendo. Lo bien que trataba y se trata el trabajador al residente y viceversa, huelga decir que la respetabilidad en la Casa era y es un concepto incuestionable y presente en la larga vida del Centro. Muchas cosas han cambiado sustancialmente en esta larga andadura: además del respeto, las formas, el vestuario y decoro, la educación, la dignidad, y así una larga lista. El residente tuvo, desde el inicio de la Casa, su reglamento escrito y no escrito, pero el empleado era por supuesto quien debía hacer patente ese reglamento siempre en pro de ambos. Se puede y se debe llegar a mayor, pero con dignidad. Pero por desgracia no sucede así entre algunas personas que no se han detenido a reflexionar al respecto, residentes y empleados, pues algunas cosas hemos dejado en el camino o se han quedado en el alféizar de la ventana, y sería deseable que se volviesen a recuperar por el bien del residente, de la Residencia y del propio empleado.