POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Solo habían transcurrido cinco años desde que los huertos cercanos al río, quedaron totalmente arrasados; a pesar de que solamente la riada inundó y devastó los bancales más cercanos al río Segura.
Cuando aun no se habían repuesto los árboles y los terrenos del azote de aquellas aguas furiosas, el día 23 de septiembre del año 1736, todos los vecinos quedaron despavoridos, abatidos e impotentes al contemplar una nueva y enorme riada de aguas, de mayores proporciones que la anterior.
Estas aguas embravecidas hicieron que el nivel de las mismas llegara hasta la acequia, arrasando toda la huerta, destrozando toda la arboleda, las barracas, los caseríos y propiciando la muerte de miles de animales domésticos que fueron atrapados y se ahogaron en sus propios corrales y, muchos de ellos, desaparecieron entre las aguas abajo.
A pesar de que el nivel de las aguas llegó hasta las primeras viviendas, afortunadamente no hubo que lamentar desgracias personales.
Ante la desoladora situación, el alcalde Sebastián de Rueda y Benavides y Almeida y el párroco Juan Pay Pérez, se comportaron como dignos mandatarios del pueblo, auxiliando a los damnificados; en especial, ancianos, niños y enfermos, marchando a la capital murciana para entrevistarse con el Corregidor de la Región para que intercediera ante el Cabildo, con el fin de hacer una valoración de los daños ocasionados por la riada en el pueblo y recibir la perentoria ayuda, mientras no se efectuara una valoración aproximada de los estragos sufridos en toda la vega alta y media del Segura y que afectó, en distinta magnitud, a todos los pueblos ribereños.
Como era de suponer, desapareció riada abajo, la barca que unía a Ulea con Villanueva, dejando incomunicado a nuestro pueblo. Al haber arrasado árboles y todo el camino del barco viejo llamado camino Imperial del Barco Viejo, los vecinos solamente, podían salir por caminos de herradura y de ganado; bien por Las Lomas o por el camino interior que nos une con la localidad de Ojós, cruzando el paraje del Salto de la Novia.
Tanto el Alcalde Sebastián de Rueda, como el párroco Juan Pay, siguieron realizando ímprobos esfuerzos con tal de mitigar la gran desolación producida par la riada.
En una reunión con la dirección del Cabildo de la Región murciana, su Señoría les comunicó el constante celo de los Caballeros Capitulares, con la finalidad de proveer de los primeros auxilios a todos los habitantes de los pueblos ribereños; tales como pan, agua, vino, carnes y mantas: así como las medidas de protección del pueblo, ante la posibilidad de nuevos envites de las aguas embravecidas.
El Corregidor emplazó a los Caballeros Capitulares para que en el tiempo más breve posible, justifique y haga balance de los daños causados a los municipios ribereños afectados, en toda la Vega del Segura, con el fin de que se haga saber a Su Majestad, para poder solicitar La Real Piedad y que se hagan efectivas, a la mayor brevedad, las medidas oportunas para que estas riadas no tengan la categoría de catastróficas.