POR ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA.
En el año que acabamos de cerrar, hemos sacado un libro que mi amigo Javier Sanz Serrulla y yo llevábamos décadas preparando y escribiendo. No ha podido ser presentado debido a la restricción de movimientos y actos que los gobiernos (central y autonómico) han ido decretando y manteniendo debido por causa de la epidemia de coronavirus. Se trata de un libro sobre personajes, sobre personalidades, sobre personas, que tuvieron que ver (todas están ya fallecidas) con la Ciencia, y con Guadalajara. Una demostración de que esta tierra ha dado mucho más de lo que se piensa al avance de la Humanidad.
Hoy traigo un recuerdo breve de uno de los científicos más relevantes que ha tenido España en el siglo XX. Luis Gutiérrez Jodra había nacido, en 1922, en Madrid (donde murió, a los 95 años, plenamente lúcido), pero él se consideraba, y todos le seguimos considerando, un hombre de aquí, de la tierra seguntina más concretamente, porque su padre había nacido en Moratilla de Henares, y su madre en La Cabrera. Él, además, casó con una Gamboa de la Ciudad Mitrada.
Puedo decir, con orgullo, que tuve amistad con él, muy buena relación de paisano, de científico, y sobre todo de comunes intereses culturales, pues algunos años (hacia 1970/80) anduvimos en el común camino de la Institución Provincial de Cultura “Marqués de Santillana”, él como presidente de la Sección de Ciencias cuando yo lo fui de la de Historia. Esa relación nos vino, además, acrecentada porque él había sido muy amigo de mi madre, habiendo acudido juntos (aunque mi madre le sacaba un par de años) al viejo Instituto de la Calle Museo, a estudiar su bachillerato, que en el caso de Gutiérrez, complementó con los estudios de Magisterio, en el viejo caserón de la calle San Juan de Dios. Entre uno y otro de esos centros, recibió clases (entre otros) de los profesores Marcelino Martín y Modesto Bargalló, a quienes siempre reconoció su dirección en la futura pasión por la Química, la Física y la Ciencia.
El padre de nuestro personaje fue “guardia de asalto” (el equivalente a un actual “policía nacional”) y dada la humildad de sus economías, solicitó una beca de las que concedía la Diputación Provincial para cursar estudios, y gracias a ella (eran 1.500 pesetas anuales) pudo cursar la carrera y licenciarse en Ciencias Químicas.
–Pecaría de ingrato si no expusiera que pude estudiar la Enseñanza Superior Universitaria gracias a la beca que me concedió la Diputación de Guadalajara–, declaró siempre que pudo. Y muy en especial en el libro “Alcarreños de la Transición” que montó Monje Ciruelo con las vidas y avatares de un centenar de alcarreños y alcarreñas que protagonizamos aquella etapa.
Su padre murió en 1938, en un campo de concentración de la República, y él tuvo que sacar adelante a la familia trabajando como repartidor de leche, rellenando recibos de la Contribución, cambiando tabaco por comida en los pueblos y, después de la Guerra Civil, trabajando en el Servicio Nacional del Trigo. Y ya en la posguerra, tras años de intenso estudio, alcanzó el grado académico de Doctor en Química Industrial y en Ciencias Químicas, por la Universidad de Madrid. Marchó a Estados Unidos, donde alcanzó en Chicago la diplomatura de School of Nuclear Science and Engineering, y tras ganar las correspondientes oposiciones, accedió al puesto de Catedrático de Físico-Química de los Procesos Industriales en la Universidad de Madrid, desde 1958.
De los muchos cargos, siempre con responsabilidad capital, que tuvo, él destacaba el de Jefe de la Sección de Química Industrial en la Junta de Energía Nuclear, (1951-55), Jefe de la División de Materiales (1955-58), Director de Plantas Piloto e Industriales (1958-69), Director de Reactores y Combustibles Nucleares (1969-73) y Director de Combustibles (1973-76). Fue vocal de la Comisión sobre Investigación Metalúrgica del Patronato Juan de la Cierva (1954). Miembro del Consejo de Seguridad Nuclear (1981), y miembro del Comité Científico Asesor del Organismo Internacional de Energía Atómica (1979). Toda su vida la dedicó al estudio, la investigación y la enseñanza, habiendo dirigido numerosas tesis doctorales, cursillos monográficos y presentado comunicaciones a distintos congresos nacionales y extranjeros.
En España fue el hombre clave para la introducción de la Energía Nuclear, siendo reconocido unánimemente como el más adelantado experto en ese tema, en el que llegó a ser presidente del Foro Nuclear de España, y durante mucho tiempo destacado miembro de la Junta de Energía Nuclear, participando en organismos similares de toda Europa.
Elegido en 1983 académico de número de la Real de Ciencias, ocupó el puesto de Vicepresidente en la docta academia de 2003 a 2013. Participó muy activamente en la campaña que esta Real Academia de Ciencias inició en 1984 para la promoción de la cultura científica y tecnológica en veinticinco ciudades.
En Guadalajara, no hace falta repetirlo, fue muy apreciado. Individuo de la Institución Provincial de Cultura “Marqués de Santillana”, fue presidente de su sección de Ciencias. También alcanzó a ser nombrado director de la Escuela Normal de Magisterio de Sigüenza, recibiendo finalmente el título de Hijo Adoptivo de la Ciudad de Guadalajara y Medalla de Oro de la Provincia.
De los muchos galardones obtenidos, él destacaba especialmente el Premio Otero Navascués, en 2005 y el Premio de Invención e Investigación en Química Aplicada de la Universidad de Sevilla, en 2008. En su etapa universitaria, llegó a dirigir más de 40 tesis doctorales, siendo autor de más de 200 trabajos científicos publicados, y habiendo dado más de un millar de conferencias, pronunciadas en los cinco continentes, más la coautoría de libros y patentes.
Podría acabar aquí esta brevísima referencia a don Luis Gutiérrez Jodra con los títulos de sus intervenciones en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (hoy denominada simplemente Academia de Ciencias), tanto la del día de su toma de posesión, “Modelos y cinética de las reacciones químicas sólido-gas”, en 1984, como la de la jornada del discurso inaugural del año académico 1997-98, “En torno a la energía”, de 1997. Y aún sería conveniente destacar algunas de sus múltiples aportaciones, como “La técnica española de la metalurgia del uranio” (1960), “El uranio combustible nuclear” (1974), “La investigación en el ciclo del combustible nuclear” (1978), o sus “Informes sobre centrales y reactores nucleares en la Península Ibérica”, de 1979.
Una breve pincelada de un paisano al que deberíamos admirar, y recordar de vez en cuando.