POR ALBERTO GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ
De los asuntos que gestionan ayuntamientos y autonomías el más delicado es el urbanismo; no ya por los aspectos económicos que comporta, sino porque sus efectos negativos, si se gestiona mal, son irreversibles durante generaciones.
Una mala política hacendística o cualquier otra, puede ser reconducida. Pero una mala política urbanística, no. Porque lo construido, situado o derribado equivocadamente queda para décadas, incluso para siempre, sin posibilidad de rectificación.
Tras la decisión del TSJEx, estos días se está hablando mucho de uno de esos casos de mala decisión y difícil solución: Valdecañas.
Uno más en la serie de los muchos acaecidos en Badajoz y Extremadura desde el derribo del baluarte de San Juan en 1960, fuerte de Pardaleras 1962 y plaza de toros de la Ronda del Pilar 1999; destrozo del puente del Palmas, fuerte de San Cristóbal, baluarte de Trinidad y otros monumentos. En cierto momento incluso se pensó derribar la torre de Espantaperros y hasta la propia catedral. Barbaridades que afortunadamente no se ejecutaron. Pero pudieron serlo.
O los de realizar o localizar, pese a su negativa incidencia sobre la población, contra la opinión de amplios sectores sociales y advertencias de ilegalidad, el encementado de la orilla izquierda del Guadiana, recalificación del parque de la Asunción para colmatarlo con bloques edificados agobiando la carretera de Portugal, palacio de Justicia, biblioteca pública, el tan polémico cubo de la Alcazaba o la barriada del Cerro Gordo.
La mayoría realizados contra la opinión de asociaciones y técnicos independientes, sin justificaciones sólidas, vulnerando la norma, o lo que es peor, retorciéndola para hacer encajar en ellas la demasía.
¡A ver quién tira o rectifica eso ahora, y a qué coste¡
Ese es el contexto en que se encuadra el caso Valdecañas. Valdecoñas más bien, podría decirse en término castizo, en el doble sentido que el DRAE otorga a la expresión, de guasa, burla disimulada, o cosa molesta, que le son de exacta aplicación.
Respecto a Valdecañas, sin compartir la postura de los ecologistas radicales, ni la de los defensores del proyecto, no entramos en si es bueno para la zona, dinamiza la economía, mejora el medio ambiente, y demás razones que se esgrimen para oponerse al derribo, pero sí en recordar que se hizo vulnerando la ley por decisión política. Lo que es grave. Porque cuando la política tuerce la ley, malo. Y mal ejemplo para el pobre Juan Español triturado por todos los legalismos.
Y lo que quizá es peor. Que teniendo lo hecho responsables con nombre y cargo conocido nadie asume culpa de nada, afronta responsabilidad alguna, ni paga, al menos, un precio político por la mala gestión que llevó a la situación actual. Muchos incluso pasaron a ocupar cargos superiores. De modo que las consecuencias y el coste de sus errores, como siempre, que los afronte el ciudadano, que para eso está.
Lo dicho: Valdecoñas.
Fuente: https://www.hoy.es/