POR VALENTÍN CASCO FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE VALDETORRES (BADAJOZ)
El campamento romano de Valdetorres en los conflictos militares de los siglos II y I a.n.e. en el sur hispano
Autor: Francisco Javier Heras Mora Podríamos sospechar que esta gran construcción debió contar al menos con un zócalo o pequeño alzado de piedra. Si bien, ningún indicio parece avalar tal posibilidad, pues no se conservan bloques directamente sobre los cantos de río. Mas al contrario, hemos de suponer el empleo de madera y tierra compactada en el relleno.
La escasa disposición de roca en el entorno geológico inmediato debió ser determinante en la técnica edilicia escogida para la muralla y las construcciones del interior, donde se recurre al desmonte y reutilización de la piedra.
La otra cuestión importante es la relación entre la muralla y la secuencia constructiva que apreciamos en la estratigrafía, y que no es más – ni menos – que la correspondencia entre las fases establecidas en el interior y la construcción del recinto militar. Dicho de otro modo, en esa relación se encuentra el dato clave de la fundación del campamento. La limpieza a tramos de la cimentación de la muralla apenas sí propició la localización de algunos restos cerámicos, aunque no resultaron definitorios para determinar una fecha de construcción o amortización:
fragmentos informes de ánfora y tipos genéricos de cerámica común romana. A pesar de esta dificultad inicial, es posible relacionar el aspecto estratigráfico – y, por tanto, cronológico – con el trazado de la muralla. Suponiendo un diseño regular por parte del gromático, hemos de esperar un trazado a eje de las líneas que organizan el interior del campamento y del propio cierre rectilíneo del recinto. En este sentido, la proyección de los muros que describen las dependencias sólo coincide con la orientación de la muralla aquéllos de la fase más antigua de las tres individualizadas para la etapa republicana del sitio . Esto es, la primera ocupación romana de Valdetorres fue militar y trajo consigo la construcción de la muralla; el resto de las fases se superponen entre sí variando sensiblemente el esquema original, donde la referencia del trazado de aquélla se mantiene, pues el muro defensivo seguiría en pie, pero las construcciones del interior ya no responden escrupulosamente a la geometría fundacional del campamento.
No deseo finalizar este apartado descriptivo sin antes detenernos brevemente en un aspecto relacionado con el esquema poliorcético del campamento. Y es que, a pesar de las consabidas limitaciones de la intervención sobre la muralla a que he aludido, tal vez podamos contar con la prueba de la xistencia de fosos en el perímetro amurallado. Revisando la fotografía aérea correspondiente al “vuelo americano” de 1956 y superponiendo el plano con los restos de la cimentación de la muralla sobre aquélla, se aprecia con notable nitidez la perfecta correspondencia del doble muro defensivo con sendas líneas blanquecinas que atraviesan toda esa área. Así mismo, se advierte con claridad una segunda línea, más oscura, paralela a las anteriores e igualmente recta, con la misma proyección longitudinal de la muralla y a unos metros de ella.
En un esquema “ideal” de castra republicano como puede ser el del campamento cacereño, la muralla del recinto rectangular va precedida de sendos fosos en “V”, sucesivos y paralelos, excavados en la roca, rodeando toda su extensión y con la sola interrupción de los accesos al interior. No podemos confirmar su existencia ni la verdadera entidad de las alineaciones en la fotografía aérea previa a la urbanización de la zona, aunque la identificación de éstas con un foso va en consonancia con este tipo de recursos poliorcéticos de la castrametación romana.