EL CRONISTA OFICIAL DE PARRES, FRAN ROZADA, ACTUÓ EN CALIDAD DE PRESIDENTE
Vallobil, pueblo ejemplar de Parres 2019
Dicen que a la tercera va la vencida, o al menos eso comentan estos días como cierto los 52 vecinos de Vallobil, a quienes el jurado de este año les comunicaba el pasado viernes que son los ganadores del premio Pueblo Ejemplar de Parres 2019, un galardón que se estrenó hace ya 7 años dentro de los actos del Certamen de la Castaña y al que Vallobil optaba por tercera vez esta edición.
Aballe, Arobes, La Roza Parres, Bode, Sinariega y Llames de Parres han sido los pueblos que hasta ahora se han llevado este honor, en reconocimiento a la labor incansable que sus vecinos realizan poniendo en valor, cuidando y dando vida a pequeños y hermosos núcleos rurales del concejo que en los últimos 40 años han sufrido enormes éxodos poblacionales y donde los habitantes del lugar “pelean” de distintas formas para conservar y cuidar los lugares y su(s) historia(s).
Tal es el caso de Vallobil que en asturiano significa «Valle de Llobos» y que a poco más de 300 metros de altura, se asoma al Sueve y al Cuera, observando Arriondas desde un altar privilegiado. Allí, su medio centenar de vecinos se organizan para realizar sextaferias, organizan las fiestas del pueblu, colaboran de manera activa para cuidar los principales lugares de la aldea y propician encuentros vecinales, aderezados con comida y sidra, para que la unión haga la fuerza. Cuentan que su local social y su “Casa de Cultura” están en el mismo edificio, “en el del chigre”, que es el sitio en el que se encuentran cada día. “Los martes, cuando cierran por descansu, andamos por aquí que no sabemos lo que nos pasa”, confiesan entre risas a la comitiva del jurado que les visita, formada por el Cronista oficial de Parres, Fran Rozada, en calidad de Presidente; Titu Manzano (en representación de Amigos de Parres), José Salgado (en representación del club deportivo To-De) y Olena Shaparenko (en representación del club de natación Indaes).
De la visita guiada por Vallobil se encargan José Enrique Suarez, alcalde del lugar, Fidel de la Vega Sanmartin, “el que mueve el cotarro”, y Manuel Enrique del Dago, “vecinu ilustre”. El día no está para paseos debido a la intensa lluvia, pero en una tregua del cielo el recorrido permite hacer paradas en sus rincones y lugares más emblemáticos. La primera visita es a la capilla, ubicada en la parte alta del pueblo, una de las más antiguas del concejo y muy cuidada y querida por sus vecinos. “La empezó a arreglar y levantar un canteru que era de Sobrepiedra, Manolón, en los años 40. Pero la obra aquella quedó parada y la terminó, más de treinta años después, otru canteru, Alberto el de Tornin, en el añu 1983”, narra José Enrique. “En sus tres ventanas se asientan tres modernas vidrieras, donadas por varias familias, en las cuales se representan las mismas imágenes que acoge la capilla: San Diego, San Fernando y la Virgen María”, añade Fran Rozada a la historia. Mientras nos alejamos, paraguas en mano, Fidel cuenta que celebran San Fernando, cada 30 de mayo, y San Diego, cada primer sábado de julio, dos fiestas con mucha afluencia de gente y donde, tras la misa y procesión, la romería se celebra en la bolera, otro punto importante del pueblo y muy cuidado por los vecinos, donde siempre se quedó para los amagüestos, para las charlas nocturnas veraniegas, para meriendas y fiestas o para arrancar las sextaferias.
“Antiguamente había un bar y hasta una sala de baile que se llenaba tantu como el Toype en su mejor época. Intentamos que siga siendo el centro de la vida del pueblu, y hace pocu que plantamos árboles e hicimos una parrilla, que usamos un montón para las cenas de vecinos”, cuenta Fidel con cierta nostalgia de tiempos pasados. Las casas más antiguas del pueblo, el barrio Parama –el más habitado actualmente-, un camino perdido que llevaba a una fuente (y que proyectan recuperar), las últimas casas restauradas, los hórreos y alguna galería con fabes y moritos secando son otras de las paradas en la visita antes de volver al chigre. De camino, los vecinos cuentan que las principales dedicaciones del pueblo fueron los oficios tradicionales: cesteros, maconeros, madreñeros…»llegó a haber hasta tres fraguas, dos al lau de la bolera». Hoy, la mayoría de los jovenes nacidos en Vallobil tienen que salir del núcleo rural para buscarse la vida, y el pueblo se está quedando sin gente y sin oficios. Aunque el más de medio centenar de habitantes actuales mantienen en buen estado los elementos de su patrimonio tradicional histórico, civil y religioso, y cuidan la vida del lugar mediante trabajos que realizan unidos. «Destaca también la esencia rural asturiana que se conserva en sus barrios y quintanas, muy cuidados por los vecinos para que no se vea alterada por elementos externos al contexto«, agrega el cronista de Parres.
La tregua sin lluvia ya ha terminado, pero eso no impide que se haga la tradicional llamada a la fiesta a ritmo de voladores. Dentro del bar se descorcha vino y se degusta tortilla de patata, chorizu y jamón y el jurado del premio se despide dejando a los vecinos en plena celebración, contentos, porque el domingo subirán al escenario del Certamen de la Castaña para recoger un merecido premio a la ejemplaridad.
Fuente: https://elfielato.es/