POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)

Ciertamente, es preciso que desde Trujillo suba a Navalmoral de la Mata. Tengo esta otra carretera: la que toca en Zorita, se hace calle en Logrosán, ronda en Madrigalejo y, por Cañamero, se encarama a la sierra que da nombre a Guadalupe. En Cañamero, las mujeres en los umbrales ciñen la rueca y menean el huso hilando lino como antaño, y en las bodegas frente a la luz agria de una ventana, en telares de madera con peines de caña, las madres tejen lienzos morenos para las hijas casaderas. Hay en los huertos, en escalones, naranjos y palmeras, y en el monte más bravío, bajo robledales y castañares de la sierra, entre helechos, jaras y madroñeras, se barruntan jabalíes y venados. Al Norte, rio Tajo; al Sur, Guadiana. Entre espesura de castaños, penetra la cinta, amaga con perderse, retrocede, se enrosca, se lía y da solemnidad a la escalada.

Ya estoy aquí. Guadalupe es nombre de sierra, nombre de río, nombre de virgen, nombre de monasterio; y es, asimismo, nombre de parroquia; la puebla que, desde el siglo XVI, viene agrupándose alrededor del santuario. Suben las casas, y bajan, por la solana del cerro de Altamira, en las Villuercas. Hay calzadas y soportales con pilastras; tanta madera como piedra. Los balcones son amplios y el mirador voladizo, cubierto de tejadillo. En la plaza se centra una fuente, con su alrededor de cantaras de cobre, de cara al monasterio. Se alza altiva la chimenea mudéjar. El arca de oro gótica, de esmaltes y relieves donde reposa el libro de la historia de España, está en Extremadura, en el camarín del monasterio de Guadalupe.

Hemos de ir en peregrinación como el cautivo Miguel de Cervantes, a soñar unas horas dentro de los muros guadalupenses, al cobijo de las Villuercas, y allí en el silencio de los claustros, veremos surgir asombrados el viejo mundo de la tradición. Y después de empaparnos en nosotros mismos, a la hora del alba saldremos por la puerta del mesón cabalgando en nuestro rocinante, con la mirada fija en América, Portugal y España, tres hermanas de sangre, en la universal ambición guiadas por el mismo ideal.

PEDRO DE LORENZO MORALES (1917-2000). Se licenció en Derecho en la Universidad de Salamanca y abrió incluso bufete propio como abogado en su tierra de origen. Abandonó su primera vocación profesional para entregarse al periodismo. Acabada la Guerra Civil, fue director de El Diario Vasco. Director también de la revista literaria Garcilaso. Su novela La quinta soledad fue retirada por la censura a poco de su publicación. Su libro Los descontentos, de 1952, obtuvo el Premio Álvarez Quintero de la Real Academia Española. Fue comentarista en Radio Nacional de España, y creador en dicha emisora radiofónica de un programa sobre los ríos españoles que después, en 1975, pasó a ser televisivo. Fue también profesor de Estilo en la Escuela Oficial de Periodismo. Su biografía de Fray Luis de León recibió el Premio Fastenrath de la Real Academia Española en 1964, y su Viaje de los ríos de España el Nacional de Literatura en 1968. Su obra completa consta de cuatro grandes ciclos: Libros de la vocación, Novelas del descontento, Memoria de la tierra y Los Adioses. Fue miembro de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, elegido para la medalla séptima el 2 de septiembre de 1980, tomó posesión el 29 de noviembre de 1981.

ENRIQUE SEGURA OTAÑO (1882-1975). Militar, llegó a Badajoz en los primeros años del siglo XX, destinado al Regimiento de Infantería Castilla, tras haber tomado parte en la campaña africana de 1909, donde fue ascendido por méritos de guerra. Ensayista y escritor fecundo. Colaboró con varios periódicos de España y Portugal, entre ellos Noticiero Extremeño y Correo de la Mañana. Escribía en ambos idiomas, traductor de obras lusas y cronista de los avatares de la ciudad de Badajoz. Firmaba en ocasiones con el seudónimo Fabián Conde Comprometido con todos los movimientos culturales de la misma, fue Presidente de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y Director, fundador, de la Revista de Estudios Extremeños, la ciudad le nombró “Hijo Adoptivo” de la misma, merecidísimo título que se completaba con el nombre que se le puso a una céntrica calle.

Entre sus principales biografías están las de Eugenio Hermoso, López Prudencio, Francisco Valverde, Un montero genial y la Vida de Eça de Queirós. Entre sus ensayos: Extremadura y Cervantes, Un maestro de la novela galante: Felipe Trigo. Para un estudio crítico-bibliográfico del novelista Antonio Reyes Huertas.