POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
De haber ganado el “Sí”, Varoufakis, el ministro de Finanzas griego, habría dimitido, según prometió; sin embargo dimite igualmente, no soporta que el pueblo le dé la razón porque en el fondo no es tan malo. En un artículo de los años 80, decía Cándido que el prestigio de Satán viene de su rebelión, pero que una criatura que se rebela contra su creador se está revolviendo contra el origen de sus propios poderes, es lo mismo que si el perfume de la flor tratara de aniquilar la flor; en consecuencia, la misma rebelión de la criatura indica la miseria de sus sentimientos y la corrupción de su voluntad. Satán no es mentiroso, es la propia mentira, la contradicción hecha cuerno, la demagogia con rabo y todo. Varoufakis llegó tan lejos que, como Bucéfalo, el caballo de Alejandro Magno, se asustó de su propia sombra. Lo dijo Iriarte: “Si el sabio no aprueba, malo; si el necio aplaude, peor”.
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