POR JOSÉ MANUEL ENCINAS PLAZA, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE VENTURADA (MADRID)
Segunda entrega del serial con el que José Manuel Encinas Plaza, cronista oficial de la villa de Venturada, narra la historia reciente de la localidad poniendo el foco en los cambios y mejoras que ha experimentado el municipio.
Venturada comienza a crecer. Al igual que otros muchos pueblos serranos, se experimenta un curioso fenómeno migratorio (vamos a llamarlo así) que responde al flujo ‘del campo a la ciudad’ tal como ocurría en la mayoría de los pueblos de España, pero también (y aquí está lo inusual) ‘de la ciudad al campo‘, pues la cercanía a Madrid, la mejora constante de las comunicaciones, el acceso al automóvil y el atractivo de la sierra, van a conformar radicalmente la fisonomía de muchos pueblos serranos.
En esta etapa intermedia, que comprende las décadas de 1960 a 2000, la evolución de Venturada no dista mucho de la del resto de poblaciones de su entorno, condicionada por la caída en picado de la actividad agropecuaria, sobre todo a partir de la década de los 70, pues muchos ventureños (as) deciden buscar otras oportunidades en la ciudad, al tiempo que los urbanitas, tengan o no vínculos con el pueblo, acuden buscando una segunda vivienda para para el tiempo libre.
La distancia a Madrid, medida en tiempo, comienza a descender ostensiblemente, quedando Venturada a unos 30 ó 40 minutos de la Villa y Corte (45-50 minutos en Seat 600).
Nuestra querida atalaya medieval debió observar impávida estos cambios, no todos positivos, pues hubo que lamentar la pérdida de muchos edificios singulares de arquitectura tradicional, sobre los que no se contemplaba (entonces) nivel de protección alguno, siendo sustituidos por modernas edificaciones de una o dos plantas que, si bien mejoraron el nivel de vida, por otro lado restaron personalidad al pueblo. Entonces, estas cosas no se tenían muy en cuenta.
CHICOS MALOS
Más fortuna tuvo la red viaria de cañadas, caminos vecinales y vías pecuarias, pues el descenso de la actividad tradicional hubiese hecho desaparecer este valioso y útil legado histórico por falta de uso. Sin embargo, una nueva especie vino a sustituir al tractor y la carreta: la moto de campo.
Es necesario desmitificar esa ‘leyenda negra’ que hoy día pesa como una losa sobre este magnífico deporte, pues como decía Antonio Machado, se hace camino al andar, aunque sea en moto.
Muchos pueblos serranos pudieron mantener sus caminos en uso durante algunas décadas más, gracias a esta ‘nueva especie’ hasta la funesta llegada de la actual Ley de Montes, con prohibiciones muy radicales que han echado a perder la mayoría de los caminos, mientras se recalificaba sin muchos escrúpulos en lugares sensibles.
En el caso de Venturada no ha sido para tanto, quedando en una situación privilegiada respecto a otros términos. El paraje de la Dehesa del Palancar (o de Los Palancares) con unas vistas incomparables, es una buena muestra de ello. La actual protección que gozan las dehesas (espacios creados por el hombre para su aprovechamiento agropecuario desde la Reconquista) nos permite disfrutar de estos bellos parajes.
VENTURADA, DE CINE
Otra singularidad de estas décadas es el descubrimiento de la sierra por las grandes productoras cinematográficas, en la época dorada de Hollywood, nada menos. Venturada puede presumir con orgullo el hecho de que por su término estuvieron estrellas de cine como Charlton Heston, Sofía Loren (El Cid) Alain Delon (el Zorro) o el grupo musical Los Bravos (Los chicos con las chicas).
La anteriormente mencionada dehesa de Los Palancares ha sido testigo del rodaje de algunas escenas de estas películas.
LA CARRETERA SE VA
La Nacional-1, popularmente conocida como carretera de Burgos, también experimenta variaciones a su paso por Venturada, ensanchándose ostensiblemente, contando incluso con carril para vehículos lentos en la cuesta que atraviesa el casco urbano, facilitando bastante las cosas.
Tiempo después, en 1989, se decidió liberar a la población de las molestias de la carretera, que pasaría a ser autovía, lo que hacía necesario desviarla a cierta distancia, hacia los barrancos por los que discurre el arroyo del Sacedón, o su prolongación (hacia Redueña) como arroyo de Santa Lucía.
Y llegó la sorpresa: Durante las obras aparecieron una serie de tumbas de muchos siglos atrás, lo que hizo necesario una breve interrupción para hacer una intervención arqueológica de urgencia.
Se corrió la voz como la pólvora y fueron expoliadas, impidiendo así su estudio y datación completa, que hubiese arrojado luz sobre un pasado visigodo en Venturada. Este tema, por sí mismo, daría para algunos artículos más, si el público lo desea.
UN CRECIMIENTO RAZONABLE
En cuanto a las urbanizaciones, se fue liberando terreno para dotar a Venturada de nuevas áreas donde instalarse y que contasen con los servicios adecuados, aportando una buena imagen en términos generales.
Nacen así Tolle Lege, Los Rosales y Cotos de Monterrey, la cual ha dado una especial personalidad a la población, como veremos en el próximo capítulo, ‘Venturada se desmarca’.
FUENTE: https://elresurgirdemadrid.com/venturada-100-anos-capitulo-ii/