POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)

SEIS O SIETE PREGUNTAS. Hay unas cuantas preguntas que todo periodista que se precie de profesional debe hacerse antes de redactar una noticia redonda, completa. Los ingleses las inventaron y definieron en sus famosos Who”s. Voy a ellas/ellos.

QUÉ O QUIÉN. Esta es la primera/o y principal del desarrollo consiguiente. Qué sais-je?, se interrogaban los servidores intelectuales de la sociedad, y de ahí partía y seguimos partiendo los plumíferos ad pedem líterae. Todo escrito es una o varias cuestiones con muy pocas respuestas, desgraciadamente. Deberá responderlas el lector, no el inductor o prospector del caso, que ya ofrece sus cauces si no sus causas en muchas ocasiones. Sería más regenerador si lo hiciera en todas.

DÓNDE. Ahí está el quid, porque no somos ubícuos. En uno o en otro sitio ¿Vale? Vale. Bien especificado. Con los datos concretos y certificados por la vista y el oído y, a ser posible, el tacto también. No basta sólo con el olfato perdiguero del perro de la prensa, que tantas veces huele el mal donde sólo existe el bien. ¿De acuerdo? Y que se atengan, entonces, a las consecuencias.

CUÁNDO. Es la interrogación más larga, aunque solo contenga dos sílabas, porque el tiempo es infinito, inconmensurable, y hay que recortarlo, acotarlo y definirlo con precisión, pues siempre se produce de improviso la mala noticia y cuesta un ojo de la cara transmitirla, yo lo sé. Ojo al dato, Butanito, no hay detalle pequeñito.

CÓMO. No es fácil de explicar, pero hay que hacerlo, sin descripciones morbosas, absurdas y fuera de lugar, que son las que más se expresan sin necesidad alguna. Lo justo siempre, muchachos, no pasarse. El exceso de información pervierte la información en sí misma.

POR QUÉ. Esto debe explicarse con naturalidad, si los sentimientos se logran averiguar, pues son muy suyos y complicados. Pero implicarán más en la aclaración del hecho o sucedido noticioso. Y que lo que tal ocurra se resuelva según el juez decida, que en la justicia hay que creer, aunque nos defraude tan a menudo. Tampoco todos los hechos son delictivos de por sí, señor Garzón, señor Pedraz, señor Bermúdez, señor tal y cuál que caigan encima del presunto o la presunta defraudación, caso o cosa.

PARA QUÉ. ¿Para qué, para qué, para qué tanto paripé? La vida es como es y hay que contarla tal cual es, sin más ni menos. Y con asunción de responsabilidades. ¿O qué se han creído los periodistas? Son poder, pero cuarto poder. Un poder que asesora, advierte, estimula, compone, recompone y adora la verdad por encima de cualquier indignidad, con las que nos encontramos a diario. Aunque no publicarlas sería peor que todo lo antedicho. Luz y taquígrafos.