POR ANTONIO SÁNCHEZ MOLLEDO, CRONISTA OFICIAL DE MALANQUILLA (ZARAGOZA).
Nuevamente asistimos al espectáculo generalizado y esperado por otra parte, en torno a la triste desaparición de un personaje popular. Todos son parabienes, aparecen amigos del difunto por cualquier parte y hasta los que ayer no soportaban su cercanía hoy hablan de ella con lágrimas en los ojos… Participar en un programa televisivo de máxima audiencia puede elevarte al infinito o puede bajarte a los infiernos, máxime cuando se es una figura destacada, sometida, por ello, al juicio público.
La desaparición de Verónica Forqué ha llenado páginas y páginas y como suele suceder, han aparecido los inevitables “salvadores de la patria” que hasta casi nos echan la culpa de su triste muerte y no digamos a los responsables del último programa que la acogió en vida. Que si tenían que haberse dado cuenta de lo mal que estaba y remediarlo, que si todos los demás deberíamos haber hecho algo para evitar tan triste final en lugar de mofarnos y reírnos con sus continuas salidas de tono… que si …. Esta España nuestra está cada vez más saturada de profetas que no entienden de nada y quieren saberlo todo.
Habría que preguntarse quien fue el responsable último de su aparición en el concurso- televisivo, que todos sabemos que es puro espectáculo, donde prima el entretenimiento y las audiencias. Es televisión sin más. Sólo ella y quienes estaban a su alrededor, probablemente, sepan las razones que llevaron a la actriz a aceptar ese reto. Y naturalmente sólo ella y sus allegados son los responsables de la caída del mito. Fue por dinero?, fue por intentar salir de una larga depresión? No lo sabemos pero lo cierto es que flaco favor le hizo esta aparición durante semanas en las televisiones de nuestros hogares. Necesitaba una actriz como ella, de tan larga y reconocida trayectoria arriesgarlo todo? Lo desconocemos también. Por lo tanto, déjennos los salvadores, vivir en paz. No tenemos la culpa de nada. Las decisiones son responsabilidad de quien las toma, para bien o para mal. El juicio público es severo e implacable y la mayoría de las veces juzga sin saber, pero es lo que hay, va con la condición humana. Y lo peor es que no podemos hablar en abstracto cuando nos referimos a esta sociedad porque esta sociedad somos todos, usted y yo que casi seguro hace unos días nos reíamos de la actriz a quien hoy lloramos, asistiendo a la caída de un mito. Lo que pasa por la mente de cada uno para cada uno se queda. No culpemos ni tratemos de adivinar. Sólo podemos elevar una oración por su alma y que descanse en paz. Yo no soy culpable de su muerte y sí me exasperaban sus últimas apariciones en TV.