POR ANTONIO RAMIRO CHICO, CRONISTA OFICIAL DE LA PUEBLA Y VILLA DE GUADALUPE (CÁCERES)
Por el azar de la historia, un 16 de octubre, hace ya treinta y siete años, tuve la suerte de descubrir la obra de Vicente Barrantes Moreno, en el sancta sanctorum de la cultura guadalupense: la Biblioteca Mayor del Real Monasterio de Guadalupe, en cuya calle central se apilan varios miles de libros, debidamente clasificados y ordenados en sus respectivas estanterías. Un rótulo especifica BARRANTES, nombre familiar para la historia y vida del Santuario. Algo sacudió a mi joven y ansioso intelecto, mis pupilas se dilataban cada vez que extraía alguna de las joyas bibliográficas que contiene su rica biblioteca, formada por un corpus de 2.598 libros impresos, 1.485 folletos, 656 manuscritos y 22 legajos, verdadero relicario para la historia de Extremadura.
Dentro del fondo Barrantes, hay algunos sumamente raros, como las Crónicas de las Órdenes religiosas, vastísimo arsenal de noticias y hechos históricos. Las Historias locales, tan en moda en la actualidad, de Mérida, las Amenidades de la Vera de Plasencia, El Retrato político y las Antigüedades de Alcántara, de Medellín, Cáceres, Guadalupe, Plasencia, las Batuecas, Magacela, Zalamea, Coria, Berzocana, Trujillo, Badajoz, Olivenza, Jerez… Antiquísimas Genealogías y Memoriales de tanta importancia para Extremadura, refugio de la historiografía de los siglos XV y XVI, como la de los Monroy y el Maestrazgo de Alcántara, de la ilustre casa y linaje de los Vera, tan poderosa y fecunda en varones notables, los Becerras, Los Ulloas, los Tavares, los Alvarados, los Sotos, los Fonsecas, los Solis, los Chaves, los Godoys y otras casas ilustres que poblaron a Cáceres, Alcántara, Trujillo y Badajoz. Manuscristos de tanta reserva como valor histórico, como la Descripción general de Extremadura, Historia de la Orden de Alcántara, Las Hurdes o los Partidos Triunfantes de la Beturia Túrdula, ejemplar que publicó Ediciones Guadalupe con motivo del primer centenario de su muerte (16-X-1998).
El manuscrito es obra de fray Juan Mateo Reyes Ortiz de Tovar, escrito en el siglo XVII, supone una notable aportación al conocimiento de un sector considerable de poblaciones extremeñas, y de otras regiones limítrofes. Con estilo sencillo, pero agradable, Ortiz de Tovar, perfecto conocedor de las poblaciones de sus predicaciones apostólicas, supo confiar al escrito el fruto de sus observaciones personales, de sus investigaciones y consultas de abundante bibliografía, que refiere en su obra. El manuscrito ahora impreso, fue presentado por fray Sebastián García, el 17 de diciembre de 1998 en Badajoz, en el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo dentro de las V Jornadas Bibliográficas Bartolomé Gallardo organizada por la Unión de Bibliofilos Extremeños, que aquel año estuvieron dedicadas a Vicente Barrantes Moreno.
Además su biblioteca contiene interesantes obras impresas de autores extremeños, como Arias Montano, fray Alonso Fernández, García Hernández Cardenal o el famoso Diego López discípulo y paisano del Brocense, entre otros.
En aquel año conmemorativo de efemérides, nuestra región celebró varios centenarios de insignes y eruditos extremeños que, a través de su ciencia o arte, han contribuido de manera especial al desarrollo de la humanidad.
Por ello, es necesario una vez más recordar a Vicente Barrantes Moreno, insigne extremeño, cronista e historiador de Extremadura, que nació 24 de marzo de 1829 en Badajoz.
Barrantes desde su infancia mostró predilección por las humanidades, realizó sus primeros estudios en el Seminario Diocesano de San Antón de Badajoz, donde sus valores humanos e inquietudes culturales pronto comenzaron a desarrollarse.
A sus doce años, falleció su padre, por lo que vio truncada su formación y situación económica. Afronta su nueva realidad y se lanza a conquistar el mundo, para ello marchó a Madrid, donde en 1843 obtuvo una plaza de empleado en la Administración Militar. Por estas fechas comienza a publicar en el periódico de su ciudad natal “El Guadiana” sus primeras poesías de temas históricos: “Oda a la Paz”, “Soneto a la tumba de Daoiz y Velarde”, al mismo tiempo que se forma intelectualmente, se relaciona con periodistas, poetas, pintores y asiste a tertulias, estrenos teatrales y conferencias.
Esta inquietud literaria e histórica que siente Barrantes, como hombre de su época, vive el final del Antiguo Régimen, patriarcal y cerrado, y el comienzo del Moderno, marcado por la Revolución Industrial y una emergente y dominante burguesía con planteamientos democráticos y reivindicaciones sociales, le lleva a tomar parte en la política, afiliándose al partido Moderado-Conservador, donde entabla una estrecha relación con Ángel Fernández de los Ríos y Antonio Cánovas del Castillo. Consigue plaza de funcionario administrativo en el Ministerio de la Gobernación, como oficial de Primera del Consejo de Estado, llegando a ocupar los cargos de Consejero Real de Instrucciones Públicas y de Gobernador Civil del Archipiélago Filipino. Fue Diputado y Senador con la Unión Liberal de O’Donell.
Esta situación laboral le proporcionó a Barrantes desarrollar su verdadera vocación literaria e histórica, así en 1850 escribe en la revista “La Ilustración” críticas teatrales, artículos de sátira política publicados en el “Semanario Pintoresco”, poemas históricos en la “Novedades”. También por estos años publica su primera novela “Siempre tarde”, que contó con tres ediciones. En 1854 escribe “La Joven España”, folleto dedicado a la Asamblea Constituyente, donde hace una defensa de la unidad Ibérica, que le valió la concesión de la Cruz de Cristo por el rey de Portugal Pedro V. En 1862 la Biblioteca Nacional le concedió el premio de bibliografía por su Catálogo de los libros memoriales y papeles que tratan de Extremadura, que conjuntamente con su Aparato bibliográfico para la historia de Extremadura,publicado en 1875, convierten a Barrantes en uno de nuestros bibliófilos, biógrafos e historiadores más insignes de nuestra región, como asegura Bartolomé Romero Leal, en un artículo publicado en 1864 en el “Eco de Extremadura”: “su Catálogo y Aparato razonado no sólo pueden servir de infalible guía para los que en cualquier tiempo quieran escribir nuestra historia, sino que es la mitad de esa historia misma”.
Barrantes, como padre de la historiografía extremeña, no cesa en dar a conocer los manantiales ignorados o quizás ocultos de la historia de su querida Extremadura y para ello, conquista la más alta cumbre de las letras española, ingresando en 1872 en la Real Academia de la Historia, su discurso versó sobre la “Influencia de la raza extremeña en la grande Historia del siglo XVI” y en 1876 en la Academia de la Lengua. Ocupó también el cargo de Vicepresidente de la Sociedad de Bibliográficos Españoles.
Vicente Barrantes sabe que, a pesar de haber alcanzado la cima, su obra está inconclusa, como hombre de historia y de fuertes convicciones cristianas, siente al final de su vida, la necesidad de entregarse en cuerpo y alma a una causa más noble y ésta, la encuentra en su propia Extremadura, cuando en 1878 peregrina hasta Guadalupe y contempla el estado de ruina y desolación que vive el Real Monasterio. Desde entonces, hasta su muerte 1898, Barrantes no vive más que por y para Nuestra Señora de Guadalupe, cuyo Monasterio sufre sobre su piel granítica los desgarros de nuestra propia historia, y su devoción y opulencia adormecen al mismo tiempo que el imperio español. Tal ha sido su impresión en esta visita, que inicia toda una campaña de propaganda para la restauración del Monasterio. “Virgen y Mártir, Nuestra Señora de Guadalupe”, “La Virgen de Guadalupe y las mujeres extremeñas”, son algunas de las obras que escribió, además de numerosos artículos en revistas, periódicos y diarios de ámbito regional y nacional, que provocó en la sociedad extremeña un grito de regionalismo a favor de la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe.
El primer fruto de este movimiento regional fue la declaración de Monumento Nacional Histórico Artístico en 1879, después vendría la gran peregrinación del pueblo extremeño de 1906 y el nombramiento como Patrona de Extremadura en 1907, la llegada de la Comunidad Franciscana en 1908, preludio de tantos favores y fervores en torno a este Santuario de María, centro de cultura y encuentro de peregrinación del pueblo extremeño que, ha conseguido después de un siglo, sea reconocido por la Unesco Patrimonio de la humanidad.