POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Un día de verano de 1756, Catalina acudió invitada a la boda de Juan Antonio López Pandiello, en el Palacio de Llames, de la parroquia de Santa María de Viabaño.
Juan Antonio se había casado en San Juan de Parres -en primeras nupcias- con Beatriz Flórez, el día 23 de abril de 1727, quedándose viudo el día 27 de julio de 1751.
Juan Antonio López Pandiello había heredado el Palacio de Llames de sus padres Gonzalo y Mariana, dueños y señores del mismo.
Seguir la vida de esta primera esposa de Juan Antonio, no dejaría de ser también apasionante, baste señalar su nombre y apellidos completos, que eran: Beatriz Flórez de Valdés Abarca Maldonado García de Mendoza y Gómez de Asiego, y con su fallecimiento sin herederos se extinguió una línea sucesoria principal que tenía más de dos siglos.
Pues en aquel verano de 1756 encontramos a Catalina (ya con 35 años) en la boda de Juan Antonio López Pandiello (viudo, de 63 años), el cual se desposaba en segundas nupcias con Juana Jacinta de Jovellanos y Jove Ramírez (de 23 años), en su citada residencia del Palacio de Llames de Parres.
Allí estaban las amigas de Catalina, Leonor Abarca Fabián y Elena de la Fuente Cabal, a las que no les alcanzaba el tiempo para contarse los mil y un asuntos pendientes, con su camaradería de siempre.
Esta hermana de Jovellanos quedaría viuda ocho años después, sin descendencia, y se casaría de nuevo al año siguiente con Sebastián de Posada y Soto, con quien tendría tres hijos: María de Posada y Jovellanos que -con los años- se casaría con el heredero de la Casa de Nava, Álvarez de las Asturias; Lorenza, que se casaría con Pedro de Soto y Posada y, el tercero, Joaquín, cuyo nacimiento se complicaría provocando la muerte de su madre Juana con tan solo treinta y ocho años de edad.
Entre los hermanos de la novia que estaban en esa boda se encontraba una niña de 11 años, Josefa de Jovellanos y Jove Ramírez quien -con el tiempo- se casaría con Domingo Antonio González de Argandona y Valle, regidor perpetuo y alférez mayor de nuestro concejo de Parres, juez de caballeros hijosdalgo, procurador de Cangas de Onís -su concejo-, así como procurador general en Cortes por el Principado, sus destinos quedaron para siempre en estrecha relación con nuestra comarca desde el Palacio de Coviella, donde habitaron un tiempo antes de trasladarse a Madrid.
Pues esta niña se pasó el día -entre charlas y juegos- con Remedios, que acababa de cumplir 8 años, mientras su hermano Cosme -con sus 10 años recién cumplidos- sería uno de los monaguillos en el enlace.
Pasados treinta y siete años de aquella jornada, Josefa de Jovellanos y Remedios Catalina de Asiego acabaron compartiendo su vida hasta el final de sus días, algo que ni el más alucinante de los destinos podía imaginar, como veremos en el XVI y último capítulo.
Cosme Julián, extrovertido y muy buen estudiante -como su madre Catalina- cursó estudios de Humanidades en la Universidad de Oviedo y fue uno de los miembros más destacados entre los que trabajaron para establecer una gran biblioteca en dicha Universidad, unas obras que duraron cinco años (1765-1770), contribuyendo de manera decisiva a incrementar unos fondos bibliográficos de incalculable valor, muchos de los cuales llegaron hasta la Revolución de Asturias, en octubre de 1934, cuando la Universidad de Oviedo fue incendiada, lo mismo que el Teatro Campoamor, dinamitada la Cámara Santa de la Catedral, y otros edificios.
Los planos y el proyecto los dirigió Manuel Reguera, el gran arquitecto de la Ilustración asturiana y -a través de él- Cosme Julián conoció a Ventura Rodríguez Tizón, el principal arquitecto español de su época
Su afición al dibujo y la delineación le llevó a estudiar arquitectura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid.
Con solo 23 años, Cosme Julián estaba en el taller de Ventura Rodríguez diseñando la nueva biblioteca y la Real Fábrica de Cristales de La Granja (Segovia), así como la reforma interior de la Colegiata de San Isidro (Madrid) con un nuevo presbiterio y retablo del altar mayor y, al año siguiente -desde el gabinete de Ventura Rodríguez- colaboró en la construcción de la capilla del ovetense «Hospicio y Hospital de Huérfanos, Expósitos y Desamparados», concluida en 1770, edificio que hoy conocemos como Hotel de la Reconquista.
Juan Martínez estaba proyectando una profunda reforma de la iglesia del Monasterio de Villanueva y se puso en contacto con Cosme para que revisase sus planos, los cuales se conservan en la actualidad.
En 1780 colaboró también con el mismo equipo de Arquitectura de Cámara de Carlos III, en el proyecto para levantar un suntuoso templo en Covadonga, tras el incendio del año 1777 que había dejado el santuario en una ruina total.
El Conde de Campomanes -como Ministro de Hacienda- puso en marcha la maquinaria para que se iniciasen las obras. Cinco meses después, don Ventura llegó a Covadonga a proyectar la obra. En 1780 estaban todos los planos, reglas, trazas e instrucciones a punto.
El total de gastos ascendía a 2.320.000 reales. Pero las obras no acababan de comenzar.
Como escribió Jovellanos -y tantas veces contamos- “Varios estorbos retardaron el principio de la obra, por culpa de los más obligados a promover su ejecución”. Se refería a los canónigos del Real Sitio, a los que no les gustaba la idea propuesta. Ellos tenían otra no menos polémica, que consistía en levantar un nuevo estribo frente al que sostiene la escalera exterior de acceso a la Cueva, y apoyar en ambos un gran arco sobre el que se edificase la iglesia, en la misma Cueva y sitio que ocupó la desaparecida en el incendio.
Porque ¿dónde se iba a levantar el enorme templo de Ventura Rodríguez? Nada menos que ante la histórica Cueva, tapándola por completo de arriba abajo
Comenzaron los grandes movimientos de tierras, enormes cimentaciones, canalización del río, etc. y así transcurrieron once años. Se gastaron 1.951.998 reales y las obras se suspendieron y el gran templo de estilo clasicista nunca se llevó a materializar
Durante las lentas obras fueron falleciendo los principales promotores. Primero el arquitecto Ventura Rodríguez, en 1785; fallecieron, asimismo y sucesivamente, el arquitecto Manuel Reguera, y luego Campomanes.
Ya muy metido en la estética del neoclasicismo, el hijo de Catalina y Julián se trasladó a Madrid definitivamente como un cotizado arquitecto, no siendo ajeno a proyectos como las fuentes de Cibeles, Neptuno y Apolo, incluso a la construcción de la Puerta de Alcalá, con otros edificios y construcciones de notable interés.
Como veremos en el próximo y penúltimo capítulo, Cosme Julián se casó en Madrid en 1774 con Astrid Müller Wagner, sobrina de la esposa del embajador Federico II de Prusia ante la Corte del rey Carlos III de España.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez