POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Un accidente de trabajo es el que le sucede al trabajador durante su jornada laboral o bien en el trayecto al trabajo o desde el trabajo a su casa. En este último caso el accidente recibe el nombre de in itinere. Las enfermedades profesionales, junto con los accidentes de trabajo, se conocen como contingencias profesionales. Además, también se producen accidentes casuales o sucesos imprevistos que alteran la marcha normal o prevista de las vidas, especialmente con una desgracia. Como tal consideramos el accidente, “por un fallo de una cadena de protección”, tal es el caso del contagio de ébola producido recientemente en España. De unos y de otros, todos ocurridos en Torrevieja, trataremos hoy.
En la mañana del 23 de agosto de 1858, al varar en la playa el laúd ‘Virgen del Carmen’, se rompió uno de los palos o aspas del arque con que se estaba haciendo la operación, resultando heridos gravemente Isidro París, Lorenzo Sanz y Juan Antonio Albadalejo, falleciendo horas después este último. La desgracia fue muy sentida en Torrevieja.
Otra desgracia accidental ocurrió en mayo de 1859 al caerle un rayo un rayo a un labrador que estaba sacando agua de un pozo. Y en noviembre de 1877, un herrero murió al cargar un petardo con dinamita.
Los hombres de la mar siempre han sido víctimas frecuentes en el desempeño de su trabajo. Un periódico de Cádiz da cuenta da cuenta en septiembre de 1878 de haber ingresado en la cárcel de aquella ciudad los tripulantes de un barco español, que en su último viaje viajaba de desde Torrevieja a Cádiz, sufriendo la pérdida de su capitán, arrebatado por las olas. Se trataba del bergantín ‘Pois’ de Avilés. ¿No pudo hacer nada la tripulación? El desgraciado marino era natural de Luarco, donde vivían su esposa e hijos.
Las obras de la línea del ferrocarril de Albatera-Catral a Torrevieja ocasionó, en noviembre de 1883, la muerte al señor Segura, contratista del asiento de railes, al descarrilar tres zorrillas que habían salido de Torrevieja y que estaban siendo empleadas para la conducción de materiales. Dejó en la orfandad a cuatro hijos y viuda a su mujer.
Las diversiones también ocasionaban luctuosos contratiempos. En las fiestas de la Purísima celebradas en el año 1883, se corrió, como era costumbre, una vaca. El caso es que el animal encontró a su paso a una anciana que pasaba por la calle, la volteó varias veces y la pisoteó hasta dejarla muerta. Las consecuencias no se hicieron esperar: la autoridad no había solicitado permiso para aquella fiesta, comprometiendo a una comisión del Ayuntamiento para comprar al animal, cuya carne más tarde tenía que ser repartida entre las familias de los jornaleros pobres de las salinas.
También grave, pero sin pérdida de vidas humanas fue, en enero de 1885, el incendio de una farmacia en Torrevieja, salvándose sus dueños, que se vieron en la necesidad de atravesar por entre las llamas para salvarse.
En octubre de 1886, cayó un cargador de sal vecino, de la población, por la escotilla de un vapor, quedando muy mal parado.
Otro incendio se declaró, en la noche del 2 de febrero de 1887, en la calle chacón número 25 -actual calle maestro Vallejos-, sin que ocurrieran desgracias personales. De mayor importancia fue el incendio declarado, el 31 de marzo de ese mismo año, en el establecimiento de ultramarinos situado en la calle de Riego, número 38.
No terminó ahí los incendios en casa de Torrevieja, en la tarde del 11 de mayo, también del año 1887, el toque alarmante de la campana anunció siniestro en el sitio donde se encontraba la cochera de la viuda de Rafael Sánchez, situada en la calle del Progreso –actual calle Canónigo Torres-, frente al café del mismo nombre, ‘Progreso’, lugar donde se inició el incendio. Gracias a los vecinos que se lanzaron con precipitación a sofocarlo, pudiéndose conseguir a los pocos momentos de haberse propagado, sin pérdidas materiales de consideración y sin la más leve desgracia personal.
El 1 de junio de ese mismo año de 1887, por la noche, se declaró un incendio en el establecimiento de licores de Antonio Lorquí, ocasionando algunos desperfectos en el local y pérdidas de aproximadamente unas 2.000 pesetas. El edificio donde ocurrió el siniestro era propiedad del teniente alcalde del Ayuntamiento de Orihuela, señor Román, que se desplazó al día siguiente a Torrevieja para comprobar los desperfectos ocasionados por las llamas. No se sufrieron desgracias personales. En ese mismo mes, también en Torrevieja, un violento incendio destruyó un almacén de frutos de frutos coloniales.
En 1887 se retomaron las obras para la construcción del nuevo templo de la Inmaculada Concepción, paralizadas desde hacía mucho tiempo, y también las desgracias vieron con ellas debidos al mal andamiaje levantados por los albañiles.
El 4 de octubre, día de san Francisco de Asís, un madero desprendido de un andamio interior puso en peligro la vida del señor cura de algunas otras personas. Un operario sufrió una caída que le obligó a retirarse del trabajo con una fuerte contusión en el brazo.
En la madrugada de día siguiente, 5 de octubre, un violento incendio, causal, según se asegura, redujo a cenizas parte de la casa de Gregorio Morales, apodado ‘el Cura’. El pajar y la cuadra quedaron destruidos, muriendo carbonizada una caballería y una tartana, no habiendo que lamentar desgracias personales. Al llamar la campana de la iglesia al vecindario para que prestara su auxilio, casi nadie acudió, dándose el tristísimo caso de que perdiera todo lo que constituía su fortuna.
Un accidente estrepitoso accidente ocurrió el 10 de diciembre de 1887. Voló el carro de José Serrano, que conducía la familia de Ginés Pérez a Fortuna. Al pasar el primer paso a nivel del ferrocarril que hay para el saladar, a la altura de Montesinos, a consecuencia de haber silbado la locomotora, muy cerca del sitio donde se hallaban los viajeros. Los niños sufrieron contusiones y el susto consiguiente, resultando en mal estado Ginés, que tuvo que volver a Torrevieja.
El 10 de junio de 1888, a las dos y media de la madrugada, se declaró un violento incendio en la casa de Pedro Cánovas. El fuego se inició en una de las habitaciones interiores, donde, según parece, había gran cantidad de paja, propagándose en pocos momentos al piso superior. Gracias a los auxilios prestados, el fuego quedó localizado y extinguido totalmente a las cuatro de la mañana.
Un accidente de muy distinta índole fue la fatídica y fastidiosa mordedura de perro sufrida, el 18 de junio de 1888, por el hijo de Pedro Ballester, de 5 años.
El 4 de noviembre de 1888, le fue amputado un dedo de la mano derecha al carabinero que tuvo la desgracia de herirse con el causal disparo de su misma arma.
De índole muy distinta fue lo ocurrido, en junio de 1889m en una pelea entre dos niños de corta edad, resultando uno con media oreja menos, la que se encontró entre los dientes de su contrincante. ¡Cosas de niños!
Muy triste fue lo acontecido a primeros de julio de 1889. A las 9 de la mañana, se vio en Torrevieja multitud de gente que corría y se aglomeraba en la puerta de una barraca en el barrio de pescadores, lugar donde se encontró el cadáver de Manuel García, que había sido víctima de un terrible golpe producido por la caída de una cabria de un barco de su propiedad que estaba recomponiendo. La muerte debió ser inmediata, según la sangre que le brotaba por boca, ojos y oídos.
Un fatal accidente como otros que seguiremos contándoles en próximas semanas.
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 18 de octubre de 2014