POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Muy misteriosa fue la desaparición de un pasajero del vapor Rafael M. Pinillos, en abril de 1894. Había salido el barco de Barcelona y a bordo iba Manuel Landó Estevez, de sesenta y cuatro años, natural de Valencia y vecino de Barcelona, que había embarcado en dicho puerto.
Hasta llegar a Torrevieja fue el referido señor Estevez como los demás pasajeros, asistiendo a sus horas al comedor y en constante comunicación con los tripulantes.
A la mañana siguiente de haber salido el buque de Torrevieja, a la hora del desayuno, se notó la ausencia del señor Estevez en el comedor. Aunque llamó la atención de algunas personas, no se le dio importancia, creyéndose que estaría en su camarote de segunda, en que viajaba, y que tal vez el no haber ido a tomar el desayuno obedecía a estar algo indispuesto. Pero llegó la hora de comer, y tampoco asistió el referido el referido viajero, y entonces se buscó inútilmente por todos los departamentos del vapor.
Al llegar el buque a Málaga, su capitán lo notificó a la Comandancia de Marina y se dispuso que fuese al vapor el fiscal de la Comandancia y demás funcionarios, constituyéndose un tribunal que empezó a instruir el correspondiente sumario para el esclarecimiento de los hechos. Nada más se supo del dicho señor Estevez.
En una noche a primeros de octubre de 1899, fue hallado ahogado en el puerto un marinero tripulante de una barca de pesca, apellidado Vidal. Al día siguiente le fue practicada la autopsia, reconociéndose que había sido una desgracia casual.
En la mañana del 12 de agosto de 1902, ocurrió otra sensible desgracia. Estando trabajando tres jornaleros en las salinas, en la vía dedicada a la conducción de sal, por medio de vagonetas tiradas por una máquina de vapor, desde las salinas al muelle, fueron arrollados por una de estas, resultando uno de ellos ileso, otro con una leve lesión en el cuello, y el otro, llamado José Gómez Baró, de 26 años de edad, natural y vecino de Torrevieja, con varias heridas de gravedad en ambas piernas y resto del cuerpo, siendo conducido al Santo Hospital de Caridad, donde recibió los últimos auxilios de la religión, dejando de existir a los pocos momentos. Enterada la familia de la desgracia, acudió al Hospital, produciéndose una escena desgarradora.
A comienzo del mes de marzo de 1903, el vecino de Torrevieja, José Vegara, tuvo la desgracia de que se le disparase una pistola que llevaba en la faja, resultando gravemente herido.
El 28 de julio de ese mismo año, ocurrió otro desgraciado accidente cerca del paseo de Vista Alegre. Antonio Mora Miguel, vecino de Formentera de Segura, que se hallaba junto a un carro, tuvo la desgracia de que al caerse casualmente el pértigo de dicho vehículo le ocasionó fuertes contusiones en todo el cuerpo y la rotura de la tibia. Acto seguido fue conducido al Santo Hospital de Caridad donde fue asistido por el Médico D. Manuel García Sala, ayudado por el practicante en medicina y cirugía D. Juan Pérez. El estado del herido fue calificado de pronóstico reservado.
A finales de agosto, al volcar el carruaje de su propiedad que él mismo guiaba, se produjo graves heridas Jacob Gómez Lagier, propietario de la finca de Ferrís. Pese a serle amputada en la villa de su propiedad una pierna, falleció a las pocas horas. El rico y distinguido caballero gozaba en Torrevieja de muchas simpatías.
El 2 de septiembre, a las diez de la mañana, se verificó en Orihuela el acto del entierro, concurriendo a la fúnebre ceremonia un numeroso y brillante acompañamiento.
Llevaron las cintas del féretro Antonio Campillo, Adolfo Clavarana, Francisco Germán, José Ferrer, Armando Meseguer y Luis Maceres.
En la presidencia fueron Manuel Bañón, secretario de Cámara del Obispo de Orihuela, rector del Colegio de Santo Domingo y padre guardián de los Capuchinos; Federico Linares y Faustino Sáez.
Otro “accidente de circulación” se produjo el 27 de octubre. El coche ordinario que iba de Torrevieja a Orihuela, volcó cerca de Bigastro. El carruaje estaba lleno de viajeros, resultando heridas de consideración Trinidad Sarget, Josefa Balaguer y una sirvienta de ésta última; y con algunas contusiones Guillermo Pastor y su esposa, así como algunos otros viajeros.
Los accidentes en el trabajo eran muy frecuentes, en marzo de 1907, ingresó en el Hospital de Caridad, donde se le practicaron las primeras curas, el calafate Eduardo Mercader, natural de Torrevieja, por haberse herido en un pie al pisar un clavo de grandes dimensiones.
También una desgracia sufrió, a comienzos del mes de septiembre de 1908, el joven oriolano Manuel López Gálvez al caer del caballo que montaba, cuando se dirigía desde Torrevieja a su ciudad, causándole algunas heridas, por fortuna, sin importancia.
Más desafortunado fue el accidente ocurrido, el día 8 de marzo de 1909, en la carretera de Orihuela a Torrevieja, cuando al volcar un carro mató al conductor.
En mayo de 1909, se incendió en Torrevieja la tahona propiedad de Eusebio Gilabert.
Un accidente de muy graves consecuencias fue el producido el domingo 17 de abril de 1910 por la noche, cuando se oyó un disparo en el domicilio de Domingo Leal, oficial de Telégrafos de Torrevieja, penetrando la bala por un pulmón. Su grave estado le produjo a los pocos días la muerte. Se barajó la posibilidad de que fuera un suicidio, mientras que otros, por el contrario, aseguraron que se trató de una desgracia ocurrida al señor Leal, al despojarse del revolver que llevaba en el cinturón. Una sensible desgracia que sorprendió a los habitantes de Torrevieja por tratarse de un joven muy estimado y de una distinguida familia.
El 8 de mayo de 1911, un carro cargado de guano, con mula y todo, cayó del muelle de Antonio Mínguez al mar, causando gran alarma y yendo a parar sobre una de las barcas que en el muelle estaba atracada. Algunos de los obreros de los marineros que se encontraban en la embarcación tuvieron que arrojarse al agua para no ser aplastados y, a pesar de esto, resultaron tres heridos, aunque afortunadamente no de gravedad.
En enero de 1912, el niño de dos años, Joaquín Ros, se produjo diversas quemaduras a consecuencia de haber prendido sus ropas en las llamas de la chimenea. La criatura falleció en medio de horribles sufrimientos.
A los pocos meses, a comienzos del mes de abril, ocurrió un gran incendio en el establecimiento de sombrerería que poseía Enrique Cánovas. El fuego destruyó por completo el edificio y todos los géneros, siendo las pérdidas de mucha consideración, hallándose asegurado de incendio en las compañías “La Aurora” y “La Hispania”.
El 5 de agosto, una tartana que guiaba José Aniorte atropelló a la joven Marcelina Andreu García cuando marchaba por la calle Quiroga (Ramón Gallud) a la calle Concepción. Resultó con la fractura del brazo derecho.
En septiembre un desgraciado retuvo enfermo en su casa al niño Antonio Torres; y César Cánovas Torregrosa, por entonces destinado como juez de instrucción en Onteniente, se recuperaba de un leve accidente.
A finales de julio de 1913, se espantaron las mulas de un carro que guiaba Vicente Torres Carrera, con tan mala fortuna que cayó el conductor pasándole una de las ruedas por encima, quedando moribundo.
El 11 de enero de 1914, el Juzgado de instrucción levantó el cadáver de una niña que pereció ahogada, según parecía, de forma casual. A finales del mes de marzo, la casa del alcalde de Torrevieja y diputado provincial Rafael Sala García sufrió una tentativa de incendio provocado por un desconocido.
En la noche del 9 de mayo de 1915, a consecuencia de las persistentes lluvias, se hundió el tejado de una casa del barrio Molinos, sepultando a una pobre mujer que se hallaba durmiendo.
Los gritos de los vecinos llevaron pronto al lugar del suceso a algunos hombres, que pudieron con sus rápidos trabajos sacar con vida a la infortunada mujer, que milagrosamente se libró de una horrible muerte. Reconocida por los facultativos apreciaba general magullamiento, sin la gravedad que todos los que allí se encontraban supusieron.
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 1 de noviembre de 2014