VIGO NO TIENE PATRÓN NI PATRONA • LA ROMERÍA DE SAN ROQUE TRANSPORTA A LAS FIESTAS MÁS TRADICIONALES
Ago 16 2017

EL MÉDICO NICOLÁS TABOADA Y LEAL, PRIMER CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE VIGO, YA DESTACABA EN 1840 QUE LA ROMERÍA DE SAN ROQUE ERA UNA DE «LAS MÁS FAMOSAS Y DE MÁS NOMBRANDÍA»

Llega San Roque y es momento de desmontar dos errores clásicos. El primero: San Roque no es el patrón de Vigo. Como tampoco lo es el Cristo de la Victoria. Se señala como patrona de la ciudad a Santa María, que la Iglesia celebra un día antes, el 15 de agosto, con la festividad de la Asunción. El segundo error es más grave, pero no tan fácil de comprender. Porque la ciudad de Vigo no tiene ningún patrón. Como señala la Constitución de 1978, vivimos en un Estado aconfesional. Por lo tanto, Santa María es patrona solo para los vigueses católicos. Nada más (y nada menos). No lo es para quienes profesan otra confesión religiosa; o simplemente, ninguna. Y tampoco lo es oficialmente de la ciudad. Vigo tiene escudo, tiene bandera y tiene lema. Pero no tiene ni patrón ni patrona. Es un error común dar carácter oficial a un patronazgo que existe. Porque si mañana un musulmán decidiese que estamos bajo la protección del arcángel Gabriel o un hindú proclamase que nos amparan Shiva o Visnú, el resultado tendría el mismo carácter oficial que el católico: ninguno.

Aclarado el lío, entramos en la festividad más popular de la ciudad. Porque la romería de San Roque nos transporta al Vigo rural, en una ciudad que todavía cuenta con una cabaña ganadera cifrada, según el último censo, en 309 vacas, 409 cerdos y 526 caballos. El número de ovejas puede calcularse observando las que ocasionalmente pastan en algunas fincas de Navia o de la avenida de Madrid.

Este Vigo rural, que aún pervive, conserva en la finca de San Roque su romería de verano, al igual que lo hace en invierno en Bembrive con la fiesta de San Blas. Desde tiempos remotos, el evento se celebra los días 15, 16 y 17 de agosto. La primera fecha se llamaba ‘vísperas’, la segunda ‘San Roque’ y la tercera ‘O Can’. Esta última, de despedida, rendía homenaje al perro llamado Rouna que, en la imaginería religiosa, acompaña al santo de Montpellier lamiendo sus heridas. Según las crónicas antiguas, O Can, el día de cierre, la fiesta era bastante más ‘rachada’ que en las dos jornadas precedentes.

El día 15 comenzaba con un gran repique de campanas en la parroquia al caer la tarde. En ese momento salía la procesión de la Virgen del Rosario, que era recibida en la capilla por la imagen de San Roque. Ambas se reunían luego bajo un templete y se exponían durante los tres días que duraba la romería.

El día de San Roque se celebraba una misa, a cuyo término se iniciaba la procesión, que recorría las calles de San Roque, Couto Piñeiro, Rola y Santa Rita. Al concluir la marcha, se lanzaban cohetes. Describe la estampa de la jornada de hace un siglo Amador Montenegro: «El número de casetas instaladas con atracciones de todas clases, y con gran número, en que constantemente se servían refrescos y comidas, animaba y atraían gentes en cantidad hasta altas horas de la madrugada, puestos que con el abono del canon fijado, pagaban con creces los gastos de la fiesta».

El 17 de agosto, popularmente se conocía como O Can. En esta jornada, una nueva procesión devolvía a la Virgen del Rosario con la misma ceremonia y lanzamiento de bombas de palenque.

El médico Nicolás Taboada y Leal, primer cronista oficial de la ciudad de Vigo, ya destacaba en 1840, en su «Descripción topográfico-histórica de la ciudad de Vigo, su ría y alrededores», que la romería de San Roque era una de «las más famosas y de más nombrandía». En su crónica, aludía a la «abundancia de frutas, sandías, melones, ostras, tamboriles, gaitas, danzas y la algarada y el bullicio».

«A la distancia de un corto paseo de esta ciudad se halla una extensa y bien poblada dehesa de robustos robles, en cuyo sitio se solemniza su festividad», añade Taboada, que considera grato «observar los regocijos públicos, los varios corros con danzas del país, y por la noche asisten a los fuegos artificiales». Se conservan grabados con estas tradiciones, como una estampa en la que se ve el baile de la hogaza, que era un clásico en San Roque hasta el siglo XIX.

Ahora, las tómbolas, el tiro al blanco y cierta obsesión por el pasodoble, frente a la música tradicional gallega, tal vez nos hagan olvidar el pasado tradicional de San Roque. Pero no cuesta mucho encontrar las huellas de una fiesta ancestral, que todavía conecta la ciudad con su antigua identidad rural. Así que habrá que ir a festejar, aunque no a honrar a patrona ni patrón alguno. Porque Vigo, ya queda dicho, no tiene patrón. Pero tiene fiestas, eso sí.

Fuente: https://www.lavozdegalicia.es/ – Eduardo Rolland

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