POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
En abril del año 1764 el rey Carlos III concedió el título del Marquesado de Villagodio al Regidor Perpetuo de Zamora don Andrés Mayoral y San Pedro, personaje de la nobleza castellano-leonesa con extensas propiedades en Coreses, municipio cercano a Toro y a Zamara capital.
Pasado el tiempo, el título pasó a la nobleza vasca y fue el VI Marqués de Villagodio, don José de Echevarría y Bengoa, gran aficionado taurino, quien, en los finales del siglo XIX, fundó en la finca Pelayo, antigua propiedad del Sr. Mayoral, una ganadería de reses bravas a la que incorporó ejemplares del duque de Veragua y de otras ganaderías de bravura reconocida.
Y sucedió que… en los inicios del siglo XX el pintor cántabro, de origen vasco, don Francisco Iturrioz (1864-1924) pidió permiso al Sr. Marqués para, en esa ganadería, pintar algunas escenas de toros; permiso que el marqués denegó.
Esto enojó al artista quien, para desacreditar la bravura y casta de los toros de Villagodio, cuando iba a comer a un restaurante vasco pedía en voz alta «un Villagodio a la parrilla».
.- ¿Y eso qué es?, preguntaba el camarero un tanto desconcertado por la solicitud.
.-Pues un chuletón de esos toros de la ganadería de Villagodio que solamente sirven para carne y no para la lida, respondía Iturrioz en voz alta para que se enterara toda la concurrencia.
Y así, de boca en boca, fue extendiéndose el chiste y a la vez afincando esta denominación culinaria en los restaurantes tanto vascos como de otras Comunidades.
Y, ¿qué es el Villagodio?
Tal como lo entendemos ahora se trata de un chuletón (carne y hueso) procedente del lomo alto de una res (vaca adulta, buey o toro), con un grosor de unos dos dedos y peso entre 1,5 y 2 kg, que se asa en plancha o en parrilla de brasas. Lo normal es que ese chuletón «a lo grande» se ofrezca para dos personas y se sirva a la mesa previamente troceado.
Con frecuencia se acompaña con patatas fritas y con ensalada de lechuga y tomate.
Perdonen mi herejía: A mi como más lo prefiero y me gusta es acompañarlo con un ligero toque de mostaza.
¡Qué se va a hacer!
Manías…
Dícese que en Francia todo vacuno, después de muerto, «unifica su sexo» para ser buey.
En España sucede al revés pues como afirma el refrán «El buey muerto, vaca es».
Un afamado asador de Logroño me decía que él buscaba chuleteros de vaca añeja y los sometía durante 21 días a una temperatura de 4º C. Así conseguía una suave textura en la carne y un extraordinario sabor en el asado de los chuletones.
Era y es verdad.
Ahora que en Asturias vemos cómo algunos restaurantes promocionan carnes de vacunos orientales, especialmente japoneses, «me se ocurre» sugerir que aquí tenemos «vaques casines, frisones, ratines, roxes…» que, ya adultas y bien tratadas, nada tienen que envidiar a las reses foráneas.
¡Ah! Y también hay «gües» y «xatos culones» de los de «quitase la gorra y decir ¡coño! «.
En fin, ustedes mismos.
NOTA.- Dedico este comentario a mi buen amigo el llastrín FERNANDO MENÉNDEZ BRAÑA. Él sabe la causa de este recuerdo.