POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
El lunes conté cómo Judas se olió los fregados de Marta y María, hermanas de Lázaro, tras la visita de Jesús para vigilar la convalecencia de su paciente, resucitado días antes; el martes también hablé de Judas, tesorero de los apóstoles, que se apropiaba de los beneficios del rastrillo, y hoy toca, según la liturgia cristiana, recordar el pasaje de Mateo, cuando el Iscariote cierra con los pontífices la venta del Mesías por treinta siclos de plata (al cambio unos 250 euros). Cada Miércoles Santo, Judas señala a su Maestro, ante los sacerdotes y escribas, dándole un beso; “Salve, rabí, ¡muac!”, y Jesús le contesta: “Amigote, ¿a qué has venido?, menudo papelón, qué cara tan dura, de labios de madera, fementido, tránsfuga, cuerda te sobrará para la horca y dinero para la tumba porque serás devorado por el Mal”. El mismo miércoles se ahorcó el villano, pero menuda semanita le espera a nuestro héroe. (Continuará.)
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