POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)
Revista La Moraleja número 74
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Y al volver la vista atrás,
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Antonio Machado
Han sido numerosos los reportajes filmados y los artículos de prensa que nos han mostrado las carreteras y caminos repletos de todo tipo de personas, bajo el frío invernal de febrero, con dirección a Francia.
Pintoresca y, a su vez, conmovedora estampa de hombres vencidos, familias enteras, huyendo de una muerte segura, tras la guerra civil española, en busca de la libertad. Nuestro Antonio Machado, moriría en Colliure, pequeño pueblo francés, a los pocos días de pasar la frontera.
Ante la llegada masiva de españoles, el gobierno francés tuvo que poner en práctica la forma y manera de localizar lugares como campos de refugiados para ubicar a los casi medio millón de españoles que estaban saliendo de España. Se adaptaron amplias extensiones de terreno, algunos cercanos al mar y rodeados de alambradas. Uno de estos lugares se instaló en Angulema, en el lugar llamado “Les Alliers”. Pasado cierto tiempo, a los hombres les propusieron formar parte en las Compañías de Trabajadores Extranjeros o de la Legión Extranjera.
El inicio de la II Guerra Mundial en septiembre de 1939, la invasión, toma de Francia y a la firma del armisticio con Alemania el 22 de junio de 1940, son tomados como prisioneros numerosos españoles, bien que habían participado en compañías francesas o simplemente por ser españoles refugiados y que fueron destinados a los campos de concentración de Alemania.
Ni el Gobierno de Paris, ni el de Madrid quisieron saber nada de los republicanos españoles durante largos años. El Gobierno alemán nunca consideró a los españoles como prisioneros de guerra, sino como criminales peligrosos.
Numerosos fueron los españoles que terminaron por instalarse en Francia, rehicieron sus vidas formando familias y allí residieron. Algunos de ellos han vuelto de vez en cuando a nuestra ciudad para visitar a sus familiares con los que mantienen su afectividad. Otros no tuvieron esa suerte y murieron en los campos de concentración alemanes.
¿Cómo llegaron estos villanovenses a Mauthausen?
Fueron muchos los jóvenes que lucharon durante la Guerra Civil española en el bando republicano; nuestra ciudad perteneció fiel a la república en este periodo. Antes de acabar la contienda, cuando los soldados vieron perdida la misma, aquellos que estaban en las comarcas próximas a la frontera de Francia, marcharon huyendo a ella. Sería febrero del año 1939.
Los cuatro villanovenses fallecidos en el campo de concentración de Mauthausen-Gusen, fueron Plácido Carrillo Manjón, Juan Pedro Molina Muñoz, Juan José Román Aibar y Alfonso Valdés Muñoz.
Mauthausen-Gusen: Fue el campo de concentración llamado “de los españoles”. Clasificado de tercera categoría. Estaba destinado a “delincuentes habituales y elementos antisociales, incapaces de rehabilitación”. Comenzó a funcionar a partir del verano de 1940. Ante la llegada masiva de prisioneros y el hacinamiento correspondiente, se vieron obligados a ampliar en sus alrededores también como campo de concentración auxiliar el llamado Gusen, que distaba unos cinco kilómetros de
Mauthausen que es una pequeña ciudad de Austria, a unos 20 kilómetros de la localidad de Linz.
Han sido largas las jornadas buscando pistas que nos pudieran ayudar a encontrar algunos de sus familiares, y nos quedan algunos flecos de investigación. He leído varios textos sobre los campos de concentración, he sufrido al conocer como sobrevivieron a la muerte que se les presentaba diariamente. No quiero hurgar en antiguas y pasadas heridas, solamente deseo que a estas personas se les recuerde y se conozca el terrible castigo y fallecimiento que sufrieron, simplemente por ser republicanos.
Juan Pedro Molina Muñoz, es el primer villanovense fallecido en el campo de concentración de Mauthausen.
Nació en Villanueva del Arzobispo, el día 5 de Julio de 1906, en el sitio llamado de
La Servalea. Sus padres fueron Juan Molina Moreno, nacido en Beas de Segura, labrador, y Catalina Muñoz Angullo, nacida en Villanueva. Los abuelos paternos fueron José Molina Lara y María de la Paz Moreno. Los maternos, José Muñoz y María Dolores Lillo. Tuvo más hermanos, Cristóbal, José y Catalina. He encontrado datos de una hermana suya, María Dolores Molina Muñoz, nacida el 26 de junio de 1902
y fallecida el 28 de abril de 1979, en Tamarite de Litera (Huesca).
Juan Pedro fue llamado a quintas en el año 1927, con 21 años, de estatura 1.585, y su perímetro torácico era de 81 cm. A los 25 años Pedro contrae matrimonio con la joven Paula López López, de 18 años, el día 20 de septiembre de 1931. El presbítero que celebra la unión matrimonial es Don Joaquín Montoro Rodríguez. Viven en la calle Magdalena. Fruto de su matrimonio tienen a Catalina Molina López, que fallece a los pocos meses por gastroenteritis.
Nace un nuevo hijo en 1938, Juan, que murió ya cuando su padre estaba en el campo de concentración. Al marchar Juan Pedro a la guerra, Paula se quedó con tres hijos y el dolor, la soledad y la necesidad como compañeras. Le sobreviven dos hijos, Juan y Miguel Molina. No debió resultar fácil su vida y el gran sufrimiento al no conocer el destino de su marido, si vivía o murió en ese desasosiego, en un periodo difícil para la subsistencia. Su nieto, Javier Molina, desde tierras de Badajoz, nos cuenta:
“Mi abuelo vivía en el Camino Viejo, trabajaba en el campo. Toda la familia tenía ideas socialistas; de hecho, su hermano Cristóbal fue coronel en el ejército republicano, que fue llamado a quintas en el año 1929. Según contaba mi abuela, Juan Pedro un día salió con los amigos y tras varias copas decidieron alistarse voluntarios en la promoción que se llamó la quinta del saco; -esta quinta debió reunir a varias anteriores o posteriores, para participar en la etapa final de la guerra, a la vista de las pérdidas del ejército republicano-; resultó herido en una de las batallas, pasó al hospital de Gerona y desde allí lo trasladaron a Francia, cuando el ejército nacional ya se acercaba y la guerra estaba a punto de finalizar. Internado en Frontstalag 184, en Angulema, fue trasladado a Mauthausen el 24 de agosto de 1940, con el número de matrícula 4068.
Mi abuela –nos cuenta Javier- mantuvo correspondencia por última vez con él, cuando estaba en el hospital de Gerona. Ya no volvió a tener noticias suyas… Preguntaba entre los emigrantes de su pueblo y más tarde en Madrid, a todos los que volvían o residían en Francia. Mi abuela se trasladó a Madrid sobre el año 1952 0 1953. Se ganaba la vida sirviendo en casas particulares; más tarde empezó a trabajar en los lavabos del cine “Lope de Vega”.
En un cuestionario cumplimentado en el campo de concentración en 1941, escriben para comunicarse con los familiares de Pedro Molina Muñoz, como domicilio en la calle Magdalena, 52, de nuestra ciudad. En el censo de Empadronamiento Municipal, de diciembre de 1945, la ficha viene a nombre de Juan Pedro Molina Muñoz, como cabeza de familia, escriben Francia, y desconocido como el lugar donde vivía. En este censo figura su esposa Paula López y sus hijos en edad escolar Juan y Miguel Molina
López.
El domicilio que ocupaban es en la calle Tercia, número 21.Encarna, familiar de Paula nos contaba: que tuvo un pequeño estanco, también me indican que vendió carbonilla y cisco. Que estuvo como sirvienta en la casa de Doña Lutgarda, que interesada por esta familia, costeó los gastos de los estudios sacerdotales, a uno de los hijos, sin embargo a pocas fechas de cantar misa, abandonó la ordenación sacerdotal y finalizó la carrera de magisterio. Recuerda que Paula volvió varias veces a nuestra localidad para visitar a sus familiares. Que una vez que recibió la pensión de Alemania, su vida mejoró notablemente.
Por su parte Carmen Vizcaino, sobrina de Juan Pedro, recuerda el sufrimiento que tuvo por él su madre. Lo describía como una buena persona llena de humor. La última carta que recibió fue desde Almagro. En ella decía “tengo muchas ganas de veros, pero no sé si podré ir o antes veré a mi padre” (había muerto antes de la guerra) No sabía dónde, ni cómo estaba. Su madre en su desesperación fue varias veces a que” le echasen las cartas”,-, en una casa próxima a las antiguas Albercas- para conocer el destino de su hijo. Una de las veces le dijeron: Su hijo se ha casado y vive en Francia. Parece que esto alivió en parte su dolor. Ella murió sin conocer el destino de su hijo.