POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
La Nochebuena y la Navidad nos motivan a la alegría, a los deseos de felicidad (en presente y en futuro) y como no nos tocó la lotería pues… ¡Que haxa salú!, que así dicen por el occidente astur.
Ahora bien, sea el oriente, el centro o el occidente, en nuestras mesas navideñas -y siempre dentro de un orden deseable- habrá amor, alegría, unión de familia y «un daqué buenu pa comer y pa beber, que non ye cosa de estar n´ayunes y a líquidos secos».
Hablando de beber, es normal que el vino esté presente en nuestros hogares. Y, ¡demonios!, ya que vamos a disfrutar de su aroma y sabor, ¿por qué no recordar su historia en nuestra región?
Decía Estrabón que en el país ástur «vinum parum habent» (las gentes tienen poco vino) y si en realidad empezamos a centrarnos en el cultivo de la vid y en las técnicas de vinificación hemos de investigar en fundaciones de monasterios, conventos y hasta pequeños monacatos. Álvaro Cunqueiro, refiriéndose a Galicia y el razonamiento es válido para Asturias, nos dice que «As migraciones, reformas del Císter, o comenzo do Camiño de Santiago e a relativa tranquilidades das terras conquistadas, deberon ser factores do cultivo alrededor dos castelas, castros, prazas fortificadas o sobre toudo dos MOSTEIROS.
¿Les extraña que se comercialice un exquisito vino con la marca «200 MONGES». Pues ahí tienen la foto que lo acredita. El precio de cada botella, reserva de 2006, ronda los 40 eurazos.
«¡Non vinolentum!», aconsejaba San Benito en su «Regla» (Inst- 35, Cap.IV) para que los monjes fueran moderados en el consumo de vino. Y Alfonso X el Sabio, en sus «Partidas» recomendaba que clérigos y jerarquías eclesiales fuesen prudentes con e lvino porque «no conviene ver con la faz bermeja a quien predica la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo».
¿Qué pasó? Pues que a los monjes de grandes monasterios, dueños de extensas posesiones de viñedos y elaboradores de enormes cantidades de vino… pues se dedicaron al arte de la destilación y a fabricar deliciosas preparaciones de licor como Benedictine, Chartreusse, Cointreau,…y el tan de moda WHISKY , invención del fraile John Cor en 1494. Lo ven en la foto del archifamoso Ye Whisky of ye Monks, que poseo con antigüedad de más de 40 años. Un tesoro cuyo precio me callo.
Y ahora, amigos míos, viene lo «bueno de hoy». Fui al mercado de Cangas de Onís a comprar unos quesinos de afuega´l pitu y, de paso, a ver qué libros de reventa (de «enésima mano») tiene un gitano amigo mío, siempre presente allí con sus «vieyures» y «artesaníes».
¡Coña! Tenía un libro casi nuevo (por el que me cobró 1 euro), precioso, que bajo el título «ARROCES», ofrecía en la página 13 («MAL NÚMERO», me dije) una receta de ARROZ AL ESTILO DE RIBADESELLA.
¡Esto me interesa!, me dije, y más aún cuando leí los ingredientes para la elaboración.
Tomen nota y no blasfemen: 300 g de arroz, 0,2 L de sidra, 0,4 L de caldo blanco, 2 manzanas reineta, 50 g de ciruelas, 200 g de bacón, 200 g de QUESO DE URBIÉS, DE BOTA O CUALQUIER QUESO UNTABLE ASTURIANO, 150 g de queso especial para gratinar, 1/2 cajita de azafrán, 1/2 vaso de aceite.
¡Antológico, señores, antológico! QUESU DE URBIÉS, DE BOTA, DE MASERA, DE VEXIGA para un arroz al estilo de Ribadesella, cuna y ejemplo de la exquisita cocina marinera.
Espero, solicito, pido por favor. ruego encarecidamente porque estoy hecho un temblor y me estremezco («tremens factus sum ego et tímeo) que algún riosellano «de los de antes» nos regale una receta de los arroces de su pueblo.
Lo celebraremos con un vino y un licoreta monacales.
Doña Ana Roza, esta petición humilde «va por usted».