POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Hace años, «hurgando» un domingo por el Rastro gijonés, encontré esta pequeña y «anodina» imagen de la Virgen de Covadonga. La compré por el humilde precio (entonces) de 5 pesetas (3 céntimos de euro, hoy) y la conservo con especial cariño y devoción. La bendijo en su día un canónigo familiar mío y con una semisonrisa me comentó: ¡Probina, cúidala, que te lo agradecerá».
Cumplí y cumplo su consejo.
Hoy asistí, RTPA mediante, al espectáculo folclórico-masivo del, para mí, «NO COVADONGUISMO».
Allí, montando guardia, autoridades religiosas, civiles y militares en espera de la llegada de los Reyes, Princesas y séquito.
Coches de lujo y de seguridad, saludos protocolarios y visita a la Santa Cueva a la hora del Angelus (así se decía antaño).
Un discurso «aséptico» de S.E. Rvdma el Sr Arzobispo y ni un avemaría, ni una oración, ni un acercarse a la imagen de la Santina para besar su medalla…
Yo, peregrino a Covadonga durante muchos años, he observado más fe y devoción en las gentes romeras que buscan ayuda a sus inquietudes que en esa parafernalia de conmemoraciones centenarias.
Por cierto, ¿y cómo se recordará el año, también pluricentenario, cuando el último rey asturiano trasladó la corte y el reino a León dejando a Asturias «en pelota picada»?
Misa solemne, nuevo discurso de S.E. Rvdma. el Sr. Arzobispo y «salida triunfal de la Familia Real» por la explanada, a la que previamente accedieron (poco más o menos de 150 m) en coche blindado. La gente, boquiabierta, agitaba banderitas asturianas y rojigualdas.
No quise ver más y me acordé de mi «Virgina», la probe, la humilde, la de los 3 céntimos de euro. La tomé en mi mano y le dije: «Ven conmigo, ellos no te procesionan por razones de «SU» seguridad, pero aquí conmigo, en el pasillo de casa, vamos a dar un paseo mirando al Sueve, que es cumbre más guapa que los montes de Covadonga. Y «non te dolga el despreciu que te fexeron», ya sabes, son coses de la política que ahora dicen aconfesional».
Creo que la «Virgina» me hizo como un cosquilleo en la mano queriendo decirme. «¡Gracies, hom; ahora dime aquello que antes me suplicaban con fe: ¡Salvanos y salva a España!».
Miré la imagen y con mucha sorna le pregunté: ¿Tú crees que fai falta decítelo?
¡Qué cosas! Otra vez sentí su cariñoso cosquilleo.
A la tarde, la corte celestial un poco enojada, cerró los actos centenarios con una buena tormenta.
Son «sucesos que suceden» , como yo explicaba en mis clases.