POR BERNARDO GARRIGÓS SIRVENT, CRONISTA OFICIAL DE XIXONA (ALICANTE).
Eran las 9,45h más o menos, cuando me encontraba en la avinguda de la Constitució junto a les escales del Pixaor esperando la llegada de los alumnos de 2n de primaria para hacer una visita guiada al núcleo antiguo de la ciudad más dulce del mundo, Xixona.
Una visita a la que tenía cierto respeto no sólo por la edad de los participantes entre 7 y 8 años, sino también porque creo que llevaban bien aprendida la lección antes de salir del colegio. Conocían las zonas más nuevas de nuestra poblaciones, surgidas al calor del liderazgo de la producción nacional de turrones y dulces en la década de 1960, como pudieran ser los barrios de la Sagrada Família y Segorb, l’Almarx y la rimbombante zona de Manhattan (calles Barcelona, Valencia, Mallorca- a falta de Zaragoza un auténtico paseo por las capitales de la antigua Corona de Aragón) y además llevaban un plano del núcleo antiguo para señalizar el recorrido por el que íbamos a deambular.
Nada más llegar descubrieron que se encontraban en les Escales del Pixaor y sabían que el nombre se debía a que en ellas fueron instalados unos urinarios públicos. Estas escaleras fueron construidas a finales de la década de 1930 para comunicar la ampliación de la Plaça con la recientemente urbanizada calle que discurre en cota más baja y en paralelo, actual carrer Marcel Mira. Y sí, se dispusieron unos urinarios públicos, aunque también es cierto que muchos festeros durante las famosas fiestas de moros y cristianos, cuanto el alcohol hacía mella en su cuerpo, dejaban sus efluvios en ella.
El Ayuntamiento en 2013 instaló en ella una estatua en bronce dedicada a Tereseta, en homenaje a las personas que padecen enfermedades mentales.
Hechas las presentaciones, los visitantes descubrieron los diferentes nombres que había tenido nuestra población: Xixona/Jijona, Jijona, Seixona, Saxum. Y que el nombre más antiguo podía ser de origen romano (Saxum) haciendo referencia a una peña.
Allí también contemplaron el edificio más representativo de nuestra avinguda de la Constitució, el edificio de la familia Monerris Planelles, construido sobre una manzana de casa en 1932 por Francisco Mora Berenguer, en aquel tiempo arquitecto municipal de Valencia, pero de ascendencia jijonenca. Destaca por haber sido concebido como un bloque de tres edificios que albergan diferentes viviendas familiares, por su gran torre circular en el extremo sureste y por el empleo de material cerámico y ladrillo como elementos decorativos.
Mirando hacia el norte al fondo de la calle cierran esta avenida la estatua de Ladislao José Ricardo Ayela Planelles (Jijona 1879-Alicante 1963), un médico altruista que atendió a los jijonencos en las primeras década del siglo XX y que es la personas más querida en nuestra historia, puesto que los jijonencos le dedicaron una placa (desaparecida en la actualidad) en la casa natalicia situada en el n.º 2 de la calle Josep Hernández Mira; una estatua; una calle, conocida popularmente como el Barri del Ganduls y la mención de hijo predilecto de la ciudad otorgada por el Ayuntamiento en sesión plenaria el 30 de julio de 1949 en conmemoración a su jubilación. La estatua fue realizada por el escultor alicantino Vicente Bañuls y representa en piedra al homenajeado en cuerpo completo caminando. Fue inaugurada el 11 de septiembre de 1932.
En una terraza superior se halla el CEIP Eloi Coloma erigido entre 1928 y 1932 como el primer colegio de la localidad. Está formado por dos pabellones en forma C dispuestos formando una L dejando en el medio un patio escolar.
Tras esta primera explicación formaron en fila de dos y nos dirigimos hacia el sur por la avinguda de la Constitució. Al llegar a les Escales del Pintor López Mira hicimos una parada para comentarles en primer lugar que José E. López Mira (Xixona 1922-1986) es el artista jijonenco más polifacético (pintor, escenógrafo, decorador de interiores, ilustrador, coreógrafo, escritor) y más prolífico (se conocen más de 450 obras pictóricas) de la historia de su ciudad y del que se podía visitar una muestra en el Teatret del 29 de abril al 29 de mayo organizada en conmemoración del centenario de su nacimiento. Este callejón llevaba su nombre por encontrarse en él la casa de su familia y el lugar donde tenía su estudio.
En segundo lugar quería mostrarles el primer edificio construido como fábrica, la empresa Primitivo Rovira, pero me comentaron que ya la conocían; pues habían realizado una visita. Finalmente les expliqué que la Plaça empezó a construirse en el último cuarto del siglo XIX por el arquitecto Nadal Cantó y el deseo original de los concejales era construir una plaza donde se pudiera celebrar el mercado semanal de los martes; porque en su lugar habitual, la calle El Vall iba a pasar la carretera Alicante-Xàtiva por la Carrasqueta y se pensaba que sería imposible realizar la actividad comercial.
A continuación continuamos hasta las puertas del Ayuntamiento. El edificio fue construido en 1887 como sede de la sociedad Nuevo Casino, pero debido a que la casa Consistorial, situada en la actual placeta de la Presó se encontraba en ruina, en 1904 los concejales compraron el edificio del Casino para destinarlo a oficinas municipales y del juzgado.
Llegados a este punto habían visto parte de la ciudad que conocieron sus bisabuelos, ahora había que cerrar los ojos y jugar con la imaginación; puesto que iban a dar un salto de unos 400 años para situarnos en la edad moderna, en el siglo XVII.
En aquel tiempo se encontrarían fuera de la villa de Xixona que estaba rodeada de murallas y con diferentes puertas para poder acceder a ella. En concreto, estábamos junto a la balsa de Crespo, que recogía las aguas sobrantes de las fuentes públicas y del portal de la Vila, principal puerta de la población que tras atravesarla dejaba al visitante casi en el centro del casco urbano y junto a los principales edificios: el ayuntamiento y la iglesia.
En la placeta de la presó descubrieron que recibía dicho nombre por encontrarse en él, hasta 1904, el Ayuntamiento, que albergaba en su sótano la cárcel del partido judicial. También vieron un mural pintado por el artista Tom Rock en 2015 inspirado en una fotografía publicada en 1915 en la que se observa la zona sur de la avinguda de la Constitució la Plaça con la fuente monumental (actualmente en la plaça del Convent) delante del Ayuntamiento.
Después alcanzaron el carrer La Vila, la principal calle de Xixona durante los siglos XVI-XVII por encontrarse en ella la Iglesia parroquial y el Ayuntamiento.
Puestos de nuevo en formación caminamos hacia el sur hasta la placeta del Templari. Allí descubrieron que en aquel pequeño espacio vivían un buen número de turroneros de finales del siglo XIX, entre ellos el más famoso Luis Mira, quien era proveedor de la familia Real.
Tras estas explicaciones y después de caminar un buen trecho, llegó el momento de sentarse en el suelo para conocer una de estas historias legendarias que algunos jijonencos han protagonizado a lo largo de la historia. El primero era el tío Llucater, quien vivió a principios del siglo XX y que fue testigo del paso del raid aéreo Valencia-Alicante-Valencia en el verano de 1911. El tío Llucater era hojalatero de profesión, gran lector y un gran soñador, que pensó que algún día podría volar.
Tras quedar gratamente sorprendido por la intrigante historia, que tendría su final en el portal de Tibi, comenzó la parte más dura de la excursión que fue el ascenso hacia el castillo.
En la calle Abadía encontraron la primera cuesta, que subieron alegremente y sin cansancio. A mitad de la calle se hallan los restos de la casa Abadía, que fue la vivienda del clero parroquial y donde se conserva un piso del siglo XVII-XVIII realizado con guijarros. Además en la pared de una torre de tapial de la iglesia de Santa María, descubrieron una inscripción @ny Ib0I , que identificaron con una arroba, planteándose la posibilidad de que los jijonencos fuéramos los inventores de este símbolo universal allá por el siglo XVII. La resolución del misterio, indicando que simplemente se podía leer el año de la reforma de la fachada de la casa Abadía, any 1601, los dejó sorprendido y ligeramente decepcionados.
De la calle Abadía pasaron a la plazoleta existente a espaldas de la Iglesia Parroquial donde confluyen las calles Abadía, Galera y Fossar. Allí les pedí que cerraran los ojos para retroceder en el tiempo a la época de la conquista cristiana, porque en la edad Media, allí posiblemente se hallara la puerta de entrada a Seixona. Fuera de la población se encontraban el cementerio, el fossar.
Este viaje en el tiempo les dejó cansado, por lo que se sentaron en las escaleras para escuchar una segunda historia protagonizada a finales del siglo XIX por un turronero que había viajado a Barcelona a vender sus sabrosos turrones y dulces antes de Navidad, momento en que deseaba fervorosamente regresar a casa. Ese año había obtenido un buen portal, pero las condiciones fueron demasiado adversas: lluvia, nieve, frío y más nieves, impidiendo poder vender ni tan siquiera una cuarta parte de sus productos. Ante tan malas condiciones meteorológicas que provocaron que los barceloneses ni pisaran la calle y después de aplazar su vuelta a casa, no tuvo más remedio que plegar velas y embarcarse en un gran barco a vapor, porque así retornaría más rápidamente. Inicialmente tuvo algunos problemas con los marineros, puesto que hablaban, en lo que pensaba él que era un castellà molt tancat, por lo que tuvo que hacerse entender a base de turrón y señas. Y eso que su madre ya se lo había advertido: Sebastià estudia i no faces el bobo a l’escola. Finalmente y tras una travesía que se le hizo interminable llegó a puerto, pero aquello no era Alicante, era otro lugar donde hablaban de forma extraña. Los lugareños desconocían el turrón, pero a fuerza de ofrecer y probar terminó por vender todos sus productos y obtener un buen rédito. Se embarcó de nuevo y regresó a su querida Xixona ya casi en verano. La llegada de Sebastián causó gran revuelo, puesto que mucho de sus vecinos le daban por muerto o a la fuga. Su mujer al abrazarlo se derritió en lágrimas y le preguntó ¿dónde has estado, Sebastián? ; a lo que contestó: muy lejos, muy lejos, en un lugar que creo que se llamaba Ostrólica.
Después de viajar a las Antípodas, aunque sólo fuera mentalmente nuestros viajeros sólo pensaban en el almuerzo. Seguimos por la calle Galera, Santa Ana para parar en el portal de Tibi. Antigua puerta de salida hacia la vecina población de Tibi durante la edad Moderna y lugar donde se produjo el desenlace de la historia del tío Llucater. Un desenlace que ya esperaban al lanzarse desde lo alto de la tapia del portal con dos alas de hojalatas en sus brazos y deseando volar. Al final a l’hospital! como decían más de uno.
Seguían con mucha hambre. Los convencimos para hacer el almuerzo en la placeta del Castell. Por la calle Santa Anna llegamos a la plaça Nova, un nombre curioso para la plazoleta posiblemente más antigua de Xixona al encontrarse en ella la Iglesia de Santa María, conocida popularmente como Iglesia Vieja. Según la tradición fue el propio Jaume I, quien, tras la conquista cristiana, mandó construirla sobre la mezquita musulmana. Posee una única nave con capillas laterales entre contrafuertes y una portada posterior, del siglo XV.
Seguidamente llegamos a la calle Font Nova, donde descubrieron en las escaleras que llevaban a la calle Sant Antoni un nuevo mural pintado ese mismo mes por un grupo de jóvenes bajo la dirección de los participantes en l’Espai Torrorista. El mural está inspirado en los cómics manga. Después de pasar por las calles Sant Antoni, Santa Creu llegaron al castillo.
Sabroso almuerzo, carreras, juegos y diversión durante más de media hora.
Allí descubrieron que los moros habían construido un castillo en el lugar más inexpugnable y donde era más fácil atacar habían edificado una gran torre, conocida popularmente como la Torre Grossa. Además desde allí se podía controlar desde la costa de Sant Joan hasta la Carrasqueta. El castillo fue construido a finales del siglo XII o inicios del siglo XIII y era el núcleo originario de la villa de Seixona.
De allí visitamos la torre Blai, antiguo molino harinero de época medieval donde había sucedido el primer milagro de San Sebastián. Milagro que algunos de ellos ya conocían y que se atrevieron a ayudarme en su narración.
Casi al mediodía decidimos regresar hacia su colegio y ahora estaban muy contentos puesto que el regreso se iba a hacer cuesta abajo.
La primera parada la realizamos en la Mitja Lluna donde descubrieron la apasionante historia de amor entre Pepeini y Mariana, por la que este moro groc traicionó a sus compañeros facilitando los planos de acceso a villa a los cristianos y, lo que es peor, luciendo durante unas fiestas el traje del Contrabando para desfilar junto a Mariana.
La segunda parada en la casa de Úrsula Morant y Francisco Soler, convertida en la ermiteta del Raval, donde el 24 de julio de 1600 ocurrió el segundo milagro de san Sebastián. Donde las lágrimas divinas del santo impidieron que la peste entrara en Xixona.
La tercera parada en la calle Ladislao Ayela, si el de la estatua, donde a principios de la década de 1950 se construyó un barrio de viviendas unifamiliares de dos plantas para trabajadores. Popularmente este barrio se conoce como el Barrio dels Ganduls, no porque sus habitantes no trabajan sino porque originariamente fue decorado con un arbusto conocido en valenciano, como gandul.
Tras pasar por el Cine de Dalt y como sabiamente algunos de ellos preguntó: si hay un cine de arriba habrá otro de abajo, ¿no? Si claro, el Cine de Baix, pero fue derribado en 1991, llegamos a les escales del Pixaor. Abrazos, saludos y agradecimientos mutuos pusieron fin a esta excursión.
POSDATA: En días posteriores me comentaron que el examen que hicieron sobre esta ruta les salió muy bien.