POR JOSÉ ANTONIO AGÚNDEZ GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE MALPARTIDA DE CÁCERES (CÁCERES).
. El morir, la muerte, ha sido siempre palabra tabú y a lo largo del tiempo se le ha querido enmascarar eufemísticamente con numerosos términos y expresiones. Los más corrientes y empleados son: cascar, palmar, endiñar, espicharla, jincar el pico, jincar la pirinola, ir a sembrar amapolas, criar malvas u hortigas, doblar la oreja o la servilleta, estirar la pata, meterse en el “cuadrao”, cerrar el ojo, arrugar el hocico, decir adiós, irse al otro barrio, entonar el gorigori o hacer lo que el otro hizo.
En Malpartida de Cáceres también tenemos nuestra castiza expresión para hablar de morir y es irse al “Prao” Piñuelas. ¿Y eso por qué? Porque muy bien saben los malpatideños que en el Prado de Piñuelas, a unas 600 varas de las primeras casas donde a mediados del siglo XIX comenzaba la población, está situado desde 1858 el cementerio municipal, lugar que más tarde o más temprano nos recibirá como huéspedes como lo ha hecho con muchas generaciones de nuestros antepasados. Precisamente a desentrañar algunos aspectos de la historia de esta importante instalación, de su evolución y desarrollo, del reglamento que lo rigió, de las corporaciones y alcaldes que actuaron sobre él nos dedicamos ayer domingo en una visita guiada que contó, una vez más, con el respaldo de numerosas amigas y amigos, ávidos de conocer cosas de la historia de nuestro querido pueblo.
También hablamos de sus nichos y panteones, – suntuosos unos, humildes otros-, de sus lápidas y epitafios, y de la vida y memoria de algunas y algunos malpartideños que descansan tras ellos. Solo un ramillete, pues bien podíamos haber estado hablando horas sobre tantos de ellos. Como no pudo ser de otra manera, un minuto de silencio y una oración en memoria y afecto de las víctimas de Levante abrió el acto. Por supuesto, mil gracias al Ayuntamiento por su invitación -representado por los concejales Diego Caballero y Anabel Aguilera-, a las familias que nos prestaron su colaboración, a Maripaz Leo -siempre imprescindible- y a Tito, encargado del cementerio. Ah, y a Victor del Moral, Maripaz y Anabel por sus fotos. Gracias, muchas gracias a todos por vuestra asistencia.