VOLVER….
Mar 16 2016

POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)

bisiesto-1

Unos amigos madrileños me recordaron que este año es bisiesto. Febrero es un mes raro. Ya lo dice el refrán: febrerillo loco, ningún día igual que otro. De momento nos regala, o nos endosa, según se mire, un día más en el calendario. En el caso que me ocupa, a mis amigos le va bien que sean largo, porque tienen muchas ocupaciones. Vinieron a conocer Úbeda y Baeza hace tiempo, cuando todavía no eran Ciudades Patrimonio de la Humanidad. Desde entonces piensa en volver. Este año, con un febrero que se estira, acaso podrá ser. Yo, que me siento hija adoptiva de la Ciudad de los Cerros, siempre digo a quien me visita que no se despida del todo. Que a Úbeda siempre se acaba por volver. A las pruebas me remito.

Tienen Baeza y Úbeda algo dentro que no es fácil de explicar. Pero que engancha. Juan Pasquau, gran cronista, soberbio escritor, hombre bueno como pocos, supo aproximarse más que nadie al embrujo de estos pueblos. Lógicamente, quedó atrapado. Tuvo muchas oportunidades de labrarse un futuro académico y profesional más brillante en Madrid, pero él se moría de pena si no amanecía mirando desde su terraza las torres de su pueblo, con Sierra Mágina al fondo. Creo que hizo bien quedándose. Sólo se vive una vez. Debería ser mandamiento que cada cual consiga su parcela de felicidad en el mundo, sin hacer daño a nadie. Porque de poco vale tener unos ahorros en el banco si despiertas cada día con un nudo en la garganta porque te mata la morriña. Porque te ahoga la nostalgia de tu pueblo y de los que quieres. A otro amigo que también se nos fue a la otra orilla, el artista ubetense Marcelo Góngora, le pasó algo similar. Aunque obtuvo merecida fama por sus obras en círculos cercanos, su genialidad hubiera tenido mayor proyección si se hubiera instalado fuera. Pero Marcelo intuyó que ese desarraigo le haría infeliz. Eligió seguir esculpiendo, pintando, en un taller recoleto, a la espalda de san Isidoro. Así pudo cultivar otros campos del arte que le atraían, como la música. Guardo algunos de sus discos, y el recuerdo de un concierto que dio, con el grupo “Sabor”, en el Hospital de Santiago. Marcelo era una gran persona, que salió de la pobreza para inventarse a sí mismo. No pasaba desapercibido, por su elegancia, simpatía, y porque era muy, pero que muy guapo, por dentro y por fuera. Nos honra haberle conocido y llamado amigo. Cuando la muerte lo llamó antes de lo que debía, comprendí mejor que nunca su acierto al quedarse en Úbeda. Fue feliz mientras vivió, que ya es mucho en esta puñetera vida.

También en mi familia he visto de cerca el dolor que produce ese desarraigo, porque mi tío Enrique, emigrado a Argentina muy joven, cuando los maestros españoles apenas ganaban para comer, hizo allí fortuna. Pero lo atormentó el recuerdo de su pueblo siempre. Su única ilusión era volver, como la letra del tango. Al final murió lejos, y menos rico de lo que pensaba, porque le pillo todo lo malo de aquel país a la deriva. Por entonces sus compañeros maestros, los que aguantaron aquí en la posguerra, tenía en España casa propia, apartamento en la playa, y una pensión decente que les daba hasta para hacer un crucero por el Río de la Plata. Pero, sobre todo, tenían paz interior.

Sí, creo que el desarraigo de nuestros lugares de referencia, aunque no lo digan las estadísticas, mata. Porque hay muchas maneras de morir. La peor acaso es la muerte en vida, soñando con rincones de los que te arrancaron; a los que quisieras volver, pero no puedes. Porque que todos los seres humanos, para ser felices necesitamos una patria nativa, aunque ésta no coincida con el lugar en el que nos parieron. Necesitamos sentirnos en casa. Necesitamos saber que nos conocen, que no somos extranjeros para siempre. Ojala en nuevo año traiga mejoras a nuestra economía, y así nadie se vea obligado a emigrar para sobrevivir. Ojala vuelvan pronto los que están lejos con el nudo de la morriña dentro. Ojalá cada ser humano tenga la opción de elegir como organizar su vida, y no pase los años contando los días que le faltan para volver…Mi papelera y yo hemos puesto una vela a la virgen de Guadalupe, que une continentes, para que nos eche una mano. La vamos a necesitar.

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Volver. 18.2.016

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