POR JUAN FRANCISCO RIVERO DOMÍNGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS BROZAS (CÁCERES)
Estos días navideños uno ha repasado un libro de su biblioteca titulado “Volver a Extremadura” publicado en 2013, en la colección “La Quintana” por José María Peña Vázquez por la Asociación Cultural “Beturia”, la editorial de un grupo de extremeños, cuya sede se encontraba en el Hogar Extremeño de la Gran Vía de Madrid y de la que un servidor es socio desde sus comienzos. El prólogo está a cargo de Luis Garraín Villa cronista oficial de Llerena.
José María nació en 1939 en Llerena; se licenció en Derecho y trabajó en la Administración Civil del Estado como subdirector general en diversos ministerios, jubilándose en 2004. Desde entonces se dedicó a escribir, contando en su actividad más de 700 artículos. Para escribir este libro de viajes quiso hacer el camino por Extremadura que en el siglo XVIII hizo el abate Antonio Ponz, en su libro “Viaje de España” en 17 volúmenes. Antonio Ponz nacido en 1725 en Castellón fue académico de la Historia y secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
El libro contiene doce capítulos, repasando el viaje de Antonio Ponz por nuestra tierra, comenzando por Guadalupe, siguiendo por las Villuercas y los Ibores y el Campo Arañuelo. El cuarto capitulo está dedicado a Plasencia, la Vera y el Jerte y el quinto a Monfragüe, para seguir por Trujillo a las Vegas Altas. El séptimo va desde Baños de Montemayor por Cáparra a Coria y el octavo hacia Alcántara por Ceclavín; le sigue el dedicado a nuestra comarca de Alcántara a Cáceres por Villa del Rey, Brozas y Arroyo de la Luz, para ir después de Cáceres a Mérida; el 11 de Mérida a Badajoz y concluye el duodécimo de Badajoz a Llerena. Para mí, el libro tiene una gran pega: Las fotos, hechas por el mismo autor, son muy pequeñas y no dan idea de la belleza que muestran. En un libro de viajes, no todo es literatura.
Cuenta Antonio Ponz de esta comarca en su libro de “Viaje de España” lo siguiente: Casi todo el territorio que alcancé a ver desde Alcántara a Villa del Rey es inculto, y aun hasta Brozas, que me figuro será la causa el estar destinado para pastos de ganado merino”.
José María Peña comienza su trabajo, de una manera muy poética, sobre nuestro pueblo hablando de que Brozas es silencio encantado cuando la recorro, primero reconociendo su amplísimo trazado desde el coche, luego a pie cuando el silencio se vuelve espeso con el retumbar de los pasos que espantan el trajín sonoro de los pájaros. El carillón de opereta del Ayuntamiento resulta un guiño de modernidad a los muchos turistas que debiera haber en un lugar como este, pero que no los hay”.
El autor recorre la villa de Las Brozas, describiendo la iglesia de Santa María la Mayor de la Asunción, los Santos Mártires (Fabián y Sebastián), la casa de El Brocense y hasta la churrería del pueblo, que entonces vendía los churros a pesetas, así como “una capilla armada en piedra, pero que un policía municipal de entonces le dijo que no era una iglesia.
Como siempre que he ido a Brozas me gozo con la originalidad del retablo de oscura madera sin dorar, ante el soberbio órgano siempre silencioso para mí y contemplo la meritísima y sencilla portada renacentista de la iglesia mayor de Santa María de la Asunción, grande como una catedral. Cuenta que un broceño que vive en el País Vasco le dijo que “un cura de Vitoria donde trabajo vino con una excursión de allí y después me dijo que “cuidado que había visto muchas bonitas en su vida, pero ninguna como esta”
También cuenta la lápida del médico benefactor, de los pocos turistas que vienen a Brozas y contempla complacido, con sosegada admiración, las calles y las casas buen ordenadas y conjuntadas de Brozas. Esto fue lo que me animó hace unos 20 años preguntarle e insinuarle en Madrid al entonces consejero de Cultura de la Junta de Extremadura, fallecido recientemente, Paco Muñoz, si la villa de Las Brozas podría ser considerado conjunto histórico artístico, cosa que ya es hoy una realidad.
Y termina el autor del libro citando al periodista y escritor Italo Calvino, cubano de nacimiento e italiano de nacionalidad, cuando escribió: “El viajero reconoce lo poco que es suyo al descubrir lo mucho que no ha tenido y no tendrá”.