POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

En unos momentos, como los de la Edad Media, en que la convivencia de tres culturas obligaba a los cristianos a ser celosos con sus devociones, a exteriorizarlas solemnemente y a hacer pública y ostentosa demostración de las mismas; la conmemoración del Corpus en Oriola es acogida como en otros pueblos con entusiasmo, a la vez que, mediante una serie de manifestaciones dentro de la procesión de dicha festividad, se podría aprovechar para instruir a los nuevos creyentes sobre los misterios de la cristiandad, aunque, sobre todo, el principal objetivo era la devota veneración a Jesús Sacramentado, junto con una manifestación pública de fe, frente a otras creencias.

De esta manera, se producía una predisposición con una serie de actos que adecuaban favorablemente el ambiente, que desembocaba en la plenitud del día del Corpus y que, a veces, se prolongaba hasta la octava de la fiesta. Nadie quedaba excluido y los tres pilares de la sociedad medieval (Iglesia, poder civil y gremios) intentaban al unísono dar mayor esplendor a la celebración.

La Iglesia se ocupaba de todo lo referente al aspecto espiritual. El Consejo convocaba mediante crida o pregón, y buscaba la forma de financiación a fin de que la villa quedara en buen lugar ante pueblos vecinos, pues en ello iba su prestigio, interviniendo también económicamente las fábricas de las iglesias, tal como se indica en 1460. Los gremios aportaban, además de su obligada presencia, su inventiva en la organización de los actos y, a veces, su aportación económica.

Así, en busca del esplendor de la festividad del Corpus Christi, el Consejo de Orihuela, como patrono convocaba a los actos del año 1534, con el siguiente pregón:

«Los magníficos justicia y jurados de la magnífica ciudad de Orihuela, ordenan y manda: que el primer día de junio próximo se ha de celebrar la fiesta del Santísimo Corpus Christi, y por razón de tan gran festividad, como también para lograr y suplicar merced a Dios Nuestro Señor, quiera fertilizarnos la huerta y campo de la presente ciudad, y guardarnos de todo peligro los frutos que son el sustento de todo hombre, se ha de festejar y solemnizar con la mayor muestra de afición y deseo de ofrendar con la reverencia a tan alto sacramento, haciendo solemne procesión por la presente ciudad, y por esto se intima, notifica y manda por este pregón a todos los mayordomos, clavarios y oficiales de todos los oficios que para la dicha fiesta estén en la Seo de esta ciudad con todas sus banderas y pendones y con cirios, so pena de sesenta sueldos aplicados a juicio de sus mercedes.

Igualmente notifican a todas las personas que quieran honrar la fiesta haciendo altares, enramadas, misterios, fuegos, bailes y otras curiosidades e invenciones para demostrar su deseo y fervor y regocijo, sus mercedes les prometen premios a los que más se distingan en hacer dichas invenciones como también a los que adornen sus casas con paños de seda y tapicería, a los que se darán premios según sus merecimientos. Y para que ignorancia no sea alegada, se manda hacer el presente bando».

Todo ello hacía que la procesión fuera acompañada de un conjunto de actos y elementos en los que se atisba dos intenciones. Por un lado, una manera de catequizar, utilizando para ello el binomio imagen viva y palabra. Por otro, mediante la grandiosidad del espectáculo público, mostrando una forma de aderezar y engrandecer el motivo espiritual al cual iba dedicada la fiesta del Corpus, es decir: la presencia de Cristo en la Eucaristía.

Para lograr estos objetivos, los recursos utilizados buscaban también la distracción y el entretenimiento del pueblo, al margen del aspecto económico, pues sería una forma de reportar trabajo y beneficios a algunos sectores artesanales, así como a los participantes y figurantes, los cuales, en muchas ocasiones, eran gentes de otras tierras los que se beneficiaban de ello. La mayoría de juglares, danzantes y músicos eran foráneos, e incluso de otras etnias, generalmente moros y gitanos.

En los orígenes de la procesión del Corpus, la instrucción se intentaba lograrla, a través de las representaciones escenificadas, sobre las rocas. Que, al igual que en Valencia, irían acompañadas por música y constarían de una parte cantada. En ocasiones, en la procesión estos misterios iban a pie y se incorporaban a la representación de los ‘entremesos’. Vocablo éste que presenta dos acepciones. Una, como sinónimo de ‘roca’ o carruaje acondicionado para la escenificación. Y la segunda, como denominación propia de dichas composiciones teatrales específicas para esta festividad del Corpus. Por otro lado, es posible que el vocablo ‘roca’ proceda etimológicamente, como dice Amades Diad, en el diccionario del Institut d’Estudis Catalans, del árabe ‘ruh’, que significa carro. De hecho en documentos de 1462, se cita como ‘roques’, y posteriormente en los albores del siglo XVII, el analista mosén Pero Bellot, lo castellaniza como rocas.

Por otro lado, la labor propagandística ante la población no cristiana se lograba con todo este esplendor, muy a tener en cuenta, por el patronato que ejercía el poder civil, sufragando y no regateando gastos para ello, incluso premiando a los que hacían invenciones. Sobre estas últimas queremos aportar dos notas: la primera, la que ejecutó en 1606, el estudiante Francisco Boyer, por la que se le gratificó con 17 libras, en la cual presentó un animal de siete cabezas y una dona representando a la secta de los luteranos. La segunda, la que hizo Francisco Lorenzo por la invención de la gallina, que suponemos corresponda al milagro de Santo Domingo de la Calzada, por la que percibió 4 libras, 15 sueldos, 10 dineros.

Después de más de seis siglos, algunas de estas manifestaciones se han recuperando en la procesión del Corpus en Orihuela, y sería importante continuar rescatando más de ellas.

Fuente: http://www.laverdad.es/