POR CARMEN RUIZ-TILVE, CRONISTA OFICIAL DE OVIEDO
Llega septiembre, y la ciudad no sale, como antaño, del letargo de un par de meses en sordo, porque todo el verano fue un ir y venir de actividad y visitantes que ponen en evidencia el hecho de que Oviedo es ciudad abierta y despierta.
Entre los temas del verano, la polémica de si hacer un museo alrededor del contenido de la Cámara Santa. Todo viene como consecuencia del éxito de la exposición sobre la Sábana Santa de Turín que está ocupando la plaza de la Catedral, que ya creíamos libre de chiringuitos. No sabemos si en Turín hubieran consentido semejante carpa para hacer publicidad del Santo Sudario de Oviedo. Llevamos muchos años convirtiendo en museable todo lo que vamos perdiendo y ahora la mitad de esos museos están cerrados. Lo de Oviedo y el «martillo» de Santa Ana, sería cosa distinta, aunque la cercana catedral alberga nada menos que la Cámara Santa y tiene un gran Museo de la Iglesia. En el llamado «martillo» de Santa Ana hay desde hace mucho un solar que pide dedicación en uno de los lugares más importantes de la ciudad histórica, los Cuatro Cantones, en los que se conjugan muchos de los ejemplos más expresivos de la ocupación urbana. En una esquina entre San Antonio y Mon, una casa de vecinos clásica con el bajo ocupado por un establecimiento de objetos religiosos, superviviente de una época anterior. Entre Mon y Canóniga, una hermosa casa palaciega en cuyo bajo está una clásica colchonería, en tradición muy ovetense de hacer convivir lo solemne con lo comercial, de cuando el comercio local lo quería todo para sí. Esquina entre Mon y Santa Ana asoma a la calle el jardín del Museo de Bellas Artes que vive horas bajas por la obra eterna y desazonadora de la ampliación y, por fin, la desdichada esquina entre Santa Ana y Canóniga que mantiene el recuerdo de la cerería de Nicanor, que nunca soñó tanta memoria para sus exvotos. Se barajaron mil cosas para aquel espacio y vimos proyectos con aires definitivos para que todo quedara en lo que hay, ruina y abandono en el que se prolonga la tarlatana chamuscada que fue reproducción de cuadros del museo, y que algún pirómano de fin de semana quemó. La Cámara Santa es mucha Cámara Santa y los remedos pueden ser peligrosos.
Por cierto, turistas aparte, muchos ovetenses se mueren de viejos sin haberse asomado nunca a aquel lugar lleno de historia, arte , fe y magia.
A ver ahora.
Fuente: http://www.lne.es/