POR PEPE MONTESERÍN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS).
Xavier Carriles vivió en Asturias dos temporadas largas, en este siglo, alternando con México, donde reside hoy; luce por Pravia buena parte de su obra.
La acuarela sobre papel representa su época figurativa, expresionista, de inconfundible personalidad, que admiré desde que la vi; dinámica, fluida, pícara, festiva, donde los colores vivos, de baja intensidad, no fauvistas, son en sí una aventura; en él danzan y gozan con trazo espontáneo las cursivas piernas de contemporáneas madres primaverales, atentas al artista como los brotes de los plátanos de sombra y los ojos saltones de las casas.
Como venía diciendo, la obra de Xavier Carriles, no académica, natural, sin coacciones sociales y desenfadada, derivó, como es usual entre pintores, en una obra algo abstracta, representada en este óleo sobre lienzo; en él busca la línea simple, como la del corazón, intuitiva pero con pulso provocador, primitiva, menos que bidimensional, casi infantil; muestra un retrato humano esquematizado, un poco arlequín, de perfil grueso, más de Miró que del “Senecio” de Klee. Pero, como reconoce el propio Carriles, instintivo y talentoso, debemos esperar un poco para analizar esta tendencia: “El arte tiene que secar”.
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