Xochimilco es una ciudad que está ubicada dentro de la ciudad de México (CDMX) y está considerada como una de las 11 ciudades mexicanas que han sido declaradas como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) desde el año 1987. Xochimilco, al igual que Campeche, CDMX, Guanajuato, Morelia, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Miguel de Allende, Tlacotalpan y Zacatecas tienen una historia singular que abarca desde su origen primitivo hasta la actualidad turística. Una meta viajera es conocer este lugar que, de entrada, su nombre significa, lugar de las flores o sementera florida.
Llegué a la ciudad de México a las 5 de la mañana del domingo 14 de enero del 2024. Es una hora muy temprana. Hay que hacer un ajuste de una hora en la central norte de autobuses de la CDMX. Una hora después, un taxi, me condujo hasta Xochimilco. La mañana estaba aún oscura. La llegada se contemplada en menos de una hora. Era domingo y el tráfico vehicular sería mínimo. A las 7 de la mañana, en Xochimilco apenas estarían abriendo algunos puestos de café y la gente seguiría prolongando su descanso dominical. Había incertidumbre. El viajero debe tener siempre opciones y alternativas para vivir su viaje. Parecía que no había nada que hacer más que esperar que la mañana adelantara sus horas para buscar un lugar donde desayunar.
Ya estamos en el centro de Xochimilco- dijo el chofer del taxi.
¿Dónde está una iglesia o la catedral?- pregunté recordando una antigua devoción dominical. Ahí, atraviese esta calle, cruce la plaza y ahí está…
La alborada se desperdigaba por la ciudad amodorrada de luces opacas. La catedral estaba abierta y algunas personas iban llegando a misa. Su fachada está pintada de amarillo. Es un edificio pesado con figura de fortaleza como lo demuestran sus almenas. La puerta principal es un arco de medio punto. En la parte superior está un reloj que de alguna manera reflejó una actualidad de hacer el tiempo público y accesible a todo mundo. En la parte derecha está una torre sobria y sencilla, y cerca de ahí, está una capilla de oración.
La entrada al templo es impresionante a la vista que no sabe dónde reposar los ojos. Casi todas las catedrales tienen esa característica, nunca se entregan a la primera vista. Este templo es de una sola nave. Al frente está el retablo que atrapa la mirada por su belleza que parece que siempre ha sido hermoso. Su estilo clasicista con destellos de plateresco del Renacimiento atrae porque Xochimilco es uno de los pocos lugares que conserva este estilo en América.
El retablo contiene tiene al santo patrón Bernardino de Siena, también está un Cristo muy bien hecho, dicen los críticos que tiene similitud con el del Greco, hay varias imágenes y pinturas de gran valor artístico. Se cuenta que la construcción del templo data de 1535 y lo terminaron en 1590 y está incluido el retablo principal del cual no se tienen datos precisos de su autor. Ya hemos dicho que las grandes obras no tienen autores.
En los muros laterales del templo hay varios retablos con imágenes religiosas. Llaman la atención un par de púlpitos antiguos desde donde se arengaba la catequización. Los primeros padres franciscanos lograron la conquista espiritual de los xochimilcas y, hasta cierto punto, respetaron la identidad del lugar.
Xochimilco es un pueblo prehispánico perteneciente a las míticas 7 tribus nahuatlacas que llegaron al valle de México. Luego fueron dominados por los aztecas y al final por los españoles. Sin embargo, el lugar siempre ha sido respetado por sus habitantes y sus vecinos. El lago Xochimilco se comunicaba con el de Chalco, el de México, el de Texcoco y todos los demás que estaban en esta región lacustre del valle del Anáhuac. El comercio se hacía por los canales de los lagos y la agricultura se basaba en el cultivo de las chinampas. Había trajineras que transportaban sus productos hacia Tenochtitlan.
Precisamente, saliendo de catedral, en una mañana, joven indagamos el lugar del mejor embarcadero, también preguntamos quien vendía los mejores tamales y el mejor atole champurrado. Toda la gente de los pueblos y ciudades tiene el conocimiento del lugar y de la persona que mejor prepara las comidas. Degustamos la torta de tamal y el rico atole en un puesto ambulante.
– ¿Cuál es el mejor embarcadero? – pregunté al señor que vendía el atole.
– Nativitas, aquí, toma el taxi o el camión, ese verdecito que va pasando por ahí- lo señaló- y ese. Hay otros, pero, no ese es el mejor.
Son las ocho treinta de la mañana. Comenzó a sentirse el movimiento de las flores, de los productos y de los trabajadores de los mercados de la ciudad. El embarcadero Nativitas está a 7 o 10 minutos del centro de Xochimilco. Me decidí por el taxi que me condujo al embarcadero. Hay poca gente. Un vendedor de viajes pide 600 pesos por hora el viaje en trajinera, 1 200 por dos horas y 1 800 por tres horas y describió el viaje y los lugares a visitar. Dijo que quiere “persignarse” y trató de convencerme. No hay gente, en los canales se observan muchas trajineras estacionadas y amarradas, por allá se ven algunos remeros que están listos para trabajar. Tengo interés en el viaje de dos horas.
El vendedor de viajes disminuye el precio a 1000 y luego a 800 pesos por dos horas. Hago una espera para observar el lugar, los canales y embarcaciones. Ahí se ven los nombres de Rosa María, María Luisa, Martha, Cecilia, Margarita, Raquel, Leticia, Tania y muchísimos nombres más. Se dice que estas trajineras fueron bautizadas por los catrines del Porfiriato que es cuando comenzaron los viajes y paseos por el lago de Xochimilco. De hecho, el lago siempre ha sido navegable desde sus primeros fundadores, como dije antes, que construyeron chinampas, balsas cubiertas con tierra para ganarle al agua y plantar cultivos.
Encontré otra pareja de turistas que buscaba también un viaje en trajinera. Acordamos contratar la misma trajinera en el precio de 800 pesos por dos horas y por cuatro personas. La dama me dijo que se llamaba Lilia y que Jonathan, el varón, era su sobrino.
– No importa- le dije con cierta duda y complicidad porque el lugar es bellísimo y navegarlo acompañado con la familia, con las nietas, hijas, esposa, amigas u otra compañía será mil veces más agradable que hacerlo solo.
“La Chilanga” es la trajinera que nos conducirá por el canal de Xochimilco. Un joven remero nos sacó del embarcadero sorteando el traslado, entre muchas trajineras estacionadas, que obstruían el transcurso pero que con un ligero balanceo se abrió paso.
Debían ser las 10 de la mañana. Por el canal venía una canoa que transportaba a comerciantes que vendían elotes, esquites y chayotes cocidos. Comenzaba el viaje.
El paisaje es fantástico a la vista y el oído. Se observan los canales y las famosísimas chinampas. Ya no son las de antes, ahora están fijas y, ya tienen casas en su interior. El hombre todo lo corrompe. Por ahí se ve la chinampa de María Candelaria, título de la película premiada con el Grand Prix (La Palma de Oro) en 1944. Allá se mira cómo se entrecruzan varios canales. Nuestro viaje es de ida y vuelta por el mismo canal.
Es emocionante recordar los capítulos XXX y XXXVI (a ver si recuerdan los números romanos) de la novela “Los Bandidos de Río Frío” de Manuel Payno que relatan un naufragio en una trajinera en un canal de Chalco. Es un relato excelente. También, en la actualidad, se recuerda una noticia de que hace pocos meses, un pasajero se cayó de una trajinera y pereció ahogado.
Jonathan es el compañero de Lilia y es un excelente joven conversador. Luego, luego hubo química entre nosotros. Platicamos de varios temas. Preguntamos al remero nuestras dudas que siempre fueron respondidas. Nos contó la historia de la chinampa de “Las Muñecas” y su sitio que se encuentra en el viaje de 1800 pesos. Una hora después, nos encontramos varias trajineras. Por allá se vio venir una que traía un grupo de mariachis, había otra que cargaba con una marimba, una más se nos acercó y nos ofreció un shot de mezcal o una cerveza, otra nos mostró tapetes bordados del ajolote, animal característico de este lugar y que está en plena extinción. Precisamente al lado derecho está el museo del Ajolote que acordamos, Jonathan y yo con el remero, bajar al regreso del viaje. Dimos vuelta al canal porque así está convenido nuestro viaje.
De regreso vimos una exposición de muñecas que parece que fueron rescatadas del canal. No es una vista agradable pero se recuerda que en la historia original, las muñecas diabólicas mataron a su amo. Después llegamos al museo del ajolote. La entrada cuesta 120 pesos y nos ofrecieron una explicación guiada y una foto con un águila. Ahí vimos los ajolotes en acuarios, el blanco, el rosita y el negro que ha sido el original de estas aguas. Son unas especies en clara extinción cuando ellas, antes eran las dominantes del lago de Xochimilco. No cabe duda que la vida es cambiante, hoy estás, mañana, quien sabe. Por ello, hay que vivir con plenitud, cuando se pueda, cada momento de la existencia y cuando no, simplemente vivir. En el mismo museo del ajolote, en un lugar especial, está una serpiente pitón. Jonathan preguntó si podíamos cargar la serpiente. La guía aceptó aclarando y asegurando que la serpiente estaba acostumbrada al trato del turista y que no era agresiva.
Ella se come tres conejos diarios. Yo tomé las fotografías y un video a mi reciente compañero y amigo que tiene empatía con los animales. Me animé a cargar la serpiente que mide más de dos metros. Me la coloqué sobre mi cuello. Sentí la dureza y aspereza de su piel. Los colores amarillo, blanco y negro del animal los vi apacibles y no quise ver la posible agresividad del crótalo. Hasta donde pude, controlé mis nervios y mi miedo. La vi sacar su amenazante lanceta junto a mi rostro mientras trataba de cargar su largo y pesado cuerpo. Debo estar tranquilo, ella no debe ver ni sentir ni violencia ni peligro alguno de mi parte. Quizá en una hora después, otro día, yo soltaré todos mis miedos, los de la infancia, los de hoy y los de mañana pero ahora… mucha serenidad y mucha paciencia porque voy estoy cargando a una serpiente. Fueron tres o cinco minutos muy emotivos y fugaces. Luego, la entregué a la guía que la envió a su madriguera artificial. Fue impresionante el contacto con este reptil. Luego, en otro sitio, cargué otra serpiente pitón del color de las víboras de cascabel y me sentí mejor. Ya no supe quien era más peligroso, ella o yo. Saliendo del acuario nos tomamos la foto con el águila.
El regreso al embarcadero es inminente. El canal ya estaba superpoblado de trajineras con muchos pasajeros. El “Son de la Negra”, “La Biquina”, “El Mariachi Loco” rimaban sus notas con las olas que producía el paso de las trajineras. El remero dijo que eran 2500 trajineras las que había en Xochimilco. Es exagerado el número, pero el turismo es mucho. Lo cierto es que subirse a las trajineras en los canales de Xochimilco se convierte en viaje inolvidable, es un paseo que se disfruta al natural, es un contacto fuerte o apacible, temerario o amoroso con nuestra propia naturaleza. Venecia debe ser una ciudad hermosa donde los artificios tecnológicos del hombre la han hecho accesible a los viajes acuáticos pero Xochimilco, guardando las distancias proporcionales, es un lugar donde se sigue respetando lo natural, no hay lanchas de motor, son canoas y trajineras de remos, y, aunque, las chinampas se han modificado, lo original sigue prevaleciendo en estos canales.
Terminando el viaje, fuera del embarcadero hay muchísimos puestos de ventas de artesanías que contienen objetos, ropas, utensilios, etc. que pueden ser un buen testimonio de nuestra presencia en esta atractiva, pintoresca y singular ciudad de Xochimilco.
A las dos de la tarde, del mismo día, mi esposa y yo emprendimos el viaje a la CDMX, otra ciudad patrimonio mundial.
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