POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Romance a la Morenica, entre jotas y chatos de vino, camino del monte cuando el calor aprieta
Y a Ti te llaman Señora en Belluga engalanada; repique cuando a las ocho navegas sobre la plaza sobre un viento de suspiros, entre una brisa de palmas y un huracán de piropos atragantados de lágrimas. Aplausos en el Arenal, donde te nombran sultana de aquella huerta remota de perfume de nostalgia, de partidores que entonan cánticos de noria clara, de hierbabuena y alábega en macetas de hojalata, de barracas olvidadas sin más adorno ni gala que el sudor de los huertanos, acaso una remota arca, y presidiendo la sala el retrato de tu cara.
Y a Ti te llaman suspiro cuando el Puente Viejo alcanzas y el río acaricia tu imagen en sus aguas reflejada. ¡Qué envidia siente el Segura al despuntar la mañana, al descubrir que el rocío se acristala en tu mirada! Y allí, aunque te llames Peligros, muchos te llaman campana que se torna en despedida al retemblar la espadaña. Tintinea el bronce antiguo sobre las piedras ajadas y el azud repiquetea y te llama Fuente Santa. Y cuando encaras el Carmen, en esa frontera urbana, rebrota en tu talle la Sangre de antigua carmelitana, de manola ‘colorá’ y del Barrio parroquiana.
Y a Ti te llaman morena, Morenica embelesada, cuando por Floridablanca tu trono de antigua plata apenas logra avanzar sobre mil fieles espaldas. Murcia se vuelve a tu cara y en tantos retornan recuerdos de romerías lejanas, memorias que son tristezas que mordisquean el alma, que escapan como suspiros y entre sonrisas o lágrimas, bajo una lluvia de pétalos se transforman en plegarias por quienes nunca ya en la tierra te llamarán soberana.
Y a Ti te llaman romera ya superado El Progreso, cántara de agua clara que refresca a los murcianos camino de la solana. Al fondo, llegado al río, la Patrona engalanada se bambolea en su trono de varas de plata ajada.
Porque eres promesa antigua, coronada de mañana; eres revuelo de puestos improvisados con cajas, mil aromas a Belmonte y a cerveza apresurada; eres abanico y sombrero con tu imagen estampada; eres cómodo zapato; eres ropa desahogada; eres poca cobertura por colapso de llamadas; «¡Paco, que esto no da tono! Llama al zagal, a ver dónde anda!»; eres paso a nivel cerrado e indignación aguantada; eres crujir de tarima si tus estantes resbalan; eres timbre sobre el trono que organiza tus paradas; eres pétalos a espuertas de otras tantas balconadas; eres cuadrillas y auroros, coros y peñas huertanas; eres voces de señoras que desafinan baladas; eres el Himno de Murcia que en Algezares te cantan; eres Casa del Labrador, aunque sea derrumbaba; eres flor para la novia y para la abuela, estampa; eres caña licera de romero hermoseada; eres tirabuzones que las murcianas te mandan; eres sangre en pies descalzos por promesas y por gracias; eres, al fin, el camino, que el murciano, si es de raza, recorre delante tuyo a la ermita centenaria.
Aromas a chocolate, a churros de masa dorada, a monas azucaradas, a revueltos y aguardiente, a oportuno bocadillo y cerveza apresurada; y sombreros y abanicos mientras las nubes lejanas siempre se acercan a verte y llorar lágrimas de agua.
Y a Ti te llaman paciencia, te gritan divina Esperanza pasado Santiago el Mayor, donde no están soterradas, las vías del paso a nivel frenan tu sagrada marcha. Que siendo la Madre de Dios, y aunque no hay Dios que lo haga, en las vías legendarias detienes tu romería mientras los trenes pasan. «Llevo mil años viniendo desde que era zagala. Y ojalá venga otros mil», suspira una vieja huertana, zarzillos de perlas blancas y moño con albahaca. Al fondo viene sonando el timbre de una ambulancia.
Cuando se cumplen las dos, tus siete cuestas te aguardan; aromas de arroz humeante flanquean por donde pasas mientras una multitud, arriba en tu fuente santa, te recibe fervorosa mientras el calor se espanta con sangría entre hielos o una bota refrescada.
Y a Ti, Morenica y reina, de risa disimulada, te recordarán que eres de tu Murcia generala. No cabe un suspiro en el pecho, ni existirá más nostalgia por aquellos que este año no podrán acompañarla. En la cuesta de Algezares, cuando vuelves tu mirada, al fondo admiras la vega sobre tus andas de plata y vuelven a implorarte agua en esta tierra agrietada.
Y por mucho que te griten cuando hacia el monte te alzan, por más piropos antiguos, por más seguidillas huertanas, por mucho que quieran llamarte, a ti te llaman Fuensanta y, desde que el mundo es huerta: Guapa, guapa y guapa.
Fuente: http://blogs.laverdad.es/